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Ignacio Avalos Gutiérrez

Maduro viajo a Egipto (vestido de verde)

Ignacio Avalos Gutiérrez

El tema del cambio climático lleva bastantes años colocado en la tarima de las preocupaciones humanas. El profesor Google da cuenta, por ejemplo, de un informe de la Casa Blanca, divulgado en 1965, advirtiendo que la “utilización continuada de combustibles fósiles generaría transformaciones irreversibles y apocalípticas en el mundo”.

En la misma dirección un grupo de expertos de distintos países, agrupados en el denominado Club de Roma, señalaba, en su primera publicación, año 1968, los efectos del proceso productivo en la degradación de la naturaleza, señalando que si se se mantenía de acuerdo a la tendencia que mostraba en los últimos tiempos, el Planeta Azul se haría inviable en alrededor de 100 años. Pero tal diagnóstico no parece haber generado el susto suficiente. Salvo algunas medidas, más bien declaraciones (y no creo exagerar demasiado), la vida humana ha continuado como si el peligro no fuera tan peligroso. En efecto, a comienzos del 2022, la misma organización difundió su último estudio, manifestando que la situación actual ha empeorado ostensiblemente, comparada con la que había descrito hace medio siglo,

COP 27

Egipto fue el país escogido como sede para llevar cabo una reunión en torno al tema ambiental, iniciada hace pocos días en Sharm el Sheikh, un esplendoroso balneario envuelto en lujosos hoteles. Fue una designación polémica porque, además de la ubicación playera del encuentro, será aprovechada, según se dice, por el actual gobierno militar con el propósito de lavar su cara autoritaria y hasta presumir de sus avances ecológicos.

Me refiero a la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), que reúne a las 197 naciones que suscribieron la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992 y que hasta ahora se ha efectuado en veintisiete ocasiones, siendo ésta la segunda vez que se realiza en África.

El encuentro, que durara dos semanas, se ubica en un contexto complicado, marcado por la crisis energética global, la guerra en Europa, la inflación creciente y las tensiones geopolíticas, éstas últimas agravadas particularmente por China y Estados Unidos, que además son los principales “exportadores” de gases invernadero. Como es fácil suponer es poco favorable, además, dado que su asunto central es buscar la salida para las tensiones que han surgido entre los países ricos contaminantes y las naciones pobres que sufren las consecuencias climáticas.

Así las cosas, además de honrar los compromisos financieros pendientes desde la reunión anterior del COP, celebrada en Copenhage, habrá que responder a la pregunta de quién debe pagar los costos del calentamiento global, tomando en cuenta como se distribuyen los perjuicios que genera. Al respecto tal vez baste con tomar como ejemplo el hecho de que África, el continente más perjudicado, solo genera el 3% de las emisiones de gases efecto invernadero, mientras que China y Estados Unidos lo hacen con casi el 50% y no sufren, ni de lejos, las mismas consecuencias.

Maduro en la mejor versión de sí mismo

El presidente Nicolás Maduro, arribó el pasado sábado a Egipto y casi apenas de bajar del avión, declaró que “Nos toca a nosotros ser la voz de los pueblos del Sur para velar que se cumplan los planes de mitigación y de atención de lo que es un modelo capitalista destructivo, que genera la contaminación de mares, ríos, los gases de efectos invernadero que han generado el sobrecalentamiento del planeta tierra y los efectos que padecemos».

En el mismo sentido, expresó que “Venezuela trae una posición firme de acelerar los pasos para el cumplimiento de los acuerdos que se han firmado, así como de los procesos para que el modelo capitalista destructivo sea sustituido por un modelo humano y respetuoso”. Además, indico que “… en este espacio exigiremos desde el sur del planeta que haya un cambio en los sistemas desarrollistas altamente contaminantes de Europa y Estados Unidos”.

Enfundado en un traje verde, propio para la ocasión, dijo lo que dijo, como si en Venezuela no ocurriera lo que ocurre e ignorando las evidencias que muestran la decadencia ambiental del país, cuyo botón de muestra es la explotación del Arco Minero, al estilo capitalismo extractivista salvaje.

No es sólo un problema ecológico

El acuerdo en torno a la solución del problema del cambio climático tiene dimensiones colosales, que se expresan a través de miradas que varían según los países, las generaciones, el reparto de sus causas y de sus efectos, encima de que se carece de una institucionalidad que permita la gobernabilidad de un asunto que obviamente concierne a todos los terrícolas.

Pero el asunto va más allá, dado que las enormes dificultades medioambientales que encara el mundo se desprenden de la crisis del modelo que ha regido la forma en que se entienden así mismo sus habitantes, de relacionarse los unos con los otros y de vincularse con la naturaleza.

De paso, con estas palabras pareciera estar coincidiendo con Maduro. Pero, dicho con franqueza, no se si con idénticas palabras expresemos los mismo. Creo que no.

El Nacional, miércoles 9 de noviembre de 202

Joseito (en pocas palabras)

Ignacio Avalos Gutiérrez

Al final de la semana pasada falleció el Rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Padre José Virtuoso Arrieta, conocido por todos como Joseito.

Hace un mes lo vi por última vez, apenas un rato, insuficiente para que pudiera percibir algún indicio que me insinuara que pronto tomaría el avión para irse, ligero de equipaje, como reza el poema de Antonio Machado. En fin, como en tantas otras ocasiones, también en ésta Joseito me agarro fuera de base.

Desde luego, no escribo estas líneas en el tono de “cumplir con el penoso deber de anunciar” que se murió, porque no expresa, para nada, la mezcla de emociones que me arropa, tejida seguramente desde la sorpresa y el asombro. Quizá la mejor manera de revelar lo que siento sea diciendo que lo empecé a echar de menos, al minuto de saber la noticia.

I.

Caraqueño con sangre siciliana, cura jesuita, profesor, investigador y escritor, Joseíto quiso y supo jugar varias posiciones en la cancha de la vida, incluso en aquellas que le eran “ajenas”, conforme a ciertas etiquetas al uso, prueba de que algunos prejuicios aún gozan de buena salud. Lo hizo siempre a partir de su bondad, su perseverancia, su inteligencia y su eficacia.

A lo largo de su gestión como Rector, iniciada en el año 2010, tuvo el viento en contra, fruto de la complicada crisis nacional, visible también, desde luego, en sus universidades, sobre todo en las públicas autónomas.

Sin embargo, plantándole cara a los obstáculos, la UCAB se fortaleció significativamente en función del propósito de “Construir Futuro”. Así, él y los que formaron parte del excelente equipo que lo rodeó, fueron capaces de aumentar sus recursos financieros, cosa que se dice fácil en estos días, orientándolos al mejoramiento de la universidad en el ámbito académico y al desarrollo o reforzamiento de diferentes programas sociales en varios sitios, todo ello buscando sintonizar con las oportunidades e interrogantes propias de este Siglo XXI, descrito por un extenso y heterogéneo menú de profundas y aceleradas transformaciones.

II.

No eludió la política, al contrario. La entendió como un derecho, además de un deber ineludible en estos tiempos venezolanos. Se mojó en sus aguas y arriesgo el pellejo, opinando e impulsando proyectos en un país extremadamente complicado, cruzado por múltiples y graves problemas que se entrecruzan y refuerzan.

Algunas de sus consecuencias han sido colocadas en el tapete mediante el diagnóstico periódico que se realiza, bajo la responsabilidad ucabista, en la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI), cuyas cifras desmienten la versión oficial de nuestra realidad, la que pregona que “Venezuela se arregló”, desdeñando la sensación que embarga a la mayor parte de los ciudadanos, al vivir en una sociedad mal cosida, desarticulada, anómica, bajo formas de gobierno cada vez más autoritarias y, dicho sea de paso, aunque no tanto, en medio de los desatinos de quienes aspirar a representar otra opción política.

III.

Joseíto asumióó la política como el arte de armar los acuerdos básicos necesarios para darle un sentido de dirección a la sociedad y procurar el bien común. Como diálogo y negociación y, en última instancia, como el instrumento a la mano para hacer más previsible y confiable la vida colectiva, aceitar la normalidad de cada día y dejar siempre abiertas las puertas a la solución civilizada de las controversias, normales en cualquier colectividad.

Abundando en lo expresado arriba, debo mencionar que él fue uno de los iniciadores de la observación electoral nacional en Venezuela, a mediados de la década pasada, cuando formó parte de la directiva de Ojo Electoral (OE), antecedente institucional del Observatorio Electoral Venezolano OEV. Entonces, pude constatar cara a cara, su capacidad, su buen talante, su humor, así como el empeño que ponía en realización de nuestra labor.

III.

Tuve, pues, el orgullo de estar entre los no sé cuántos amigos suyos, pasando por alto, incluso, su horrible filiación beisbolística.

Ciertamente no lo veremos más, pero estará cerquita, convertido en una referencia (la resumiría como ética), para quienes de alguna forma supieron de él.

El Nacional, Miércoles 25 de octubre de 2022

Tejerías (algunas reflexiones que tal vez “estorben”)

Ignacio Avalos Gutiérrez

Han sido muy fuertes las lluvias durante estos días, a largo y ancho del país. Se trata de los típicos aguaceros de este mes, cuyo origen es, se dice, el denominado Cordonazo de San Francisco, que se muestra cada 4 de octubre con cierta extraña puntualidad. Es muy común que este fenómeno se repita en diversas partes del mundo en las mismas fechas, por lo que existe una gran variedad de versiones y leyendas al respecto. En buena parte de América Latina predomina la creencia de que ese día el santo sacude el cordón de su túnica para quitarle el agua que allí se ha acumulado y, al hacerlo, deja caer el chaparrón sobre la tierra.

En Venezuela, al igual que en muchos otros lados, los daños han sido graves, siendo la expresión más trágica y penosa de lo que ha ocurrido, Tejerías, una pequeña ciudad aragüeña, con apenas más de 50.000 habitantes, resquebrajada por las inundaciones, los daños en las vías de comunicación, las viviendas arruinadas, los damnificados y una cifra aún no determinada, de personas desaparecidas y fallecidas.

El reclamo de la naturaleza

Al margen de ésta y otras interpretaciones, lo ocurrido debe ser comprendido como una señal más del desbarajuste ambiental del planeta.

Las evidencias que arrojan, desde hace un buen rato, numerosas y variadas investigaciones sobre el Cambio Climático, son cada vez más rotundas. En el marco del escenario del calentamiento global, las condiciones meteorológicas extremas (fuertes lluvias, sequías, olas de calor, tormentas tropicales…) son cada vez más impredecibles, intensas y frecuentes. Y cono cabe imaginar, la biodiversidad está sufriendo claramente los efectos de lo anteriormente señalado. Pero no está demás advertir que la relación entre ambos fenómenos es de mutua dependencia, visto que las consecuencias generadas por la explotación desmedida y hasta brutal de los recursos naturales, empeora las condiciones climáticas.

El nudo problema se encuentra en la forma como nos entendemos y actuamos como especie. Los humanos no terminamos de asumir la tarea de rediseñar nuestros vínculos con la Tierra bajo un nuevo formato que implique interdependencia e interrelación. Encaramos, pues, la crisis de un modo de vida, afincado en la visión antropocéntrica, conforme a un modelo de desarrollo cuyo dogma es, en dos palabras, el “crecientismo económico”.

El problema ambiental está siendo reconocido como uno de los más graves y se han logrado acuerdos y medidas globales para enfrentarlo, importantes, cierto, pero insuficientes. En buena parte ello se debe a que las instituciones encargadas de la gobernanza planetaria se encuentran en mora respecto a las radícales transformaciones que necesitan para tener la capacidad de hacerlo. En suma, deben “aggiornarse” con respecto a la época actual, en la que, como se ha afirmado, “todos somos vecinos”, incluso en los riesgos.

Venezuela, muchas normas y pocas nueces

Nuestro país cuenta con un menú amplio de leyes, reglamentos y diversos cuerpos normativos e igualmente ha respaldado más de cincuenta acuerdos e instrumentos vinculados con asuntos que conciernen al medio ambiente y al cambio climático. Sin embargo, no se han traducido en medidas que mitiguen los problemas ambientales, quedando muy lejos de lo que marca la propia Constitución Nacional. Y para muestra de ello basta un botón, el Arco Minero.

Este proyecto fue desarrollado a pesar de los múltiples reparos (ecológicos, económicos, étnicos, legales…) que se le hicieron. El Presidente Maduro le dio fundamento describiéndolo como una iniciativa “profundamente soberana, ecologista y con una visión de desarrollo integral", dando a entender que se cumplía con el compromiso de llevar adelante un “socialismo ecológico, basado en una relación diferente entre los seres humanos y la naturaleza, garantizando el bienestar de las generaciones presentes y futuras”. Al contrario, lo que ha venido siendo es la explotación sin límite - ni en la intensidad ni en las maneras de hacerlo -, de los recursos naturales

Pero como dije, el Arco Minero es un solo botón. El registro de daños ambientales recoge otras muchas experiencias que explican por qué Venezuela ocupa los últimos lugares de América Latina, en lo que concierne a la protección ambiental en sus múltiples dimensiones. Y mejor no hablemos del proyecto de las Zonas Económicas Especiales, recientemente anunciad, remedo del capitalismo es su peor interpretación.

Razón tiene Juan Carlos Sánchez, profesor de la UCV y coganador del Premio Nobel de la Paz en 2007, como integrante de un equipo orientado hacia la protección del medio ambiente, dirigido por Al Gore), cuando señala que “Venezuela se comporta como si el cambio climático no existiera, o existiera solo para dar declaraciones en la ONU

“No estorben”

Como es lógico suponer, los periodistas de los distintos medios de comunicación se acercaron a Tejerías a fin de reportar lo sucedido, pero las autoridades militares les cerraron el paso. “No estorben”, se les dijo. Para informar están los medios públicos, se les señaló, sin que mediara ni siquiera un mínimo pestañeo.

Creo que sobran los comentarios. Sólo espero, pues, que el presente artículo no sea considerado como un “estorbo”, sino, apenas, el relato de un ciudadano de a pie, conmovido por la situación que ocasionaron las lluvias y preocupado porque el país, y muy en particular su gobierno, no atiende el asunto ecológico con un mínimo de sentido común, pensando en el futuro de los jóvenes, para que no sean ellos los encargados de pagar una factura que no les corresponde cancelar.

El Nacional, jueves 13 de octubre del año 2022.

La vida no cabe en un morral

Ignacio Avalos Gutiérrez

Los procesos migratorios han tenido lugar a lo largo de toda la historia de los seres humanos, al punto que hay quienes señalan que se iniciaron con la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal, tras el incidente de la manzana prohibida. Su dimensión, así como las formas en las que hoy en día están ocurriendo, los han convertido en un factor esencial en la descripción de nuestro planeta.

Alrededor de 300 millones de personas viven en un país diferente de aquel en que nacieron y muchas más lo siguen haciendo transitando rutas rodeadas por riesgos y dificultades casi imposibles de imaginar. Se van a otro lugar, más bien huyen, cobijadas por la idea de que en cualquier otra parte se encontrarán mejor. Hace poco me tope con un Twitter del escritor Martín Caparros, que señalaba, sin que se le pueda tildar de exagerado, que “…en estos días, la migración aparece como la primera o segunda respuesta a los problemas: una opción tentadora para sobreponerse a la desgracia. O, peor: la única opción que se les ocurre para sobreponerse a la desgracia".

Sobra indicar que de acuerdo a varias investigaciones, una porción relevante de la población venezolana – próxima a los seis millones de personas, provenientes en su mayoría de los sectores más vulnerables-, también hace parte de las estadísticas que desentrañan una tragedia que en el discurso gubernamental pareciera no ocurrir o que, en todo caso, nada tiene que ver con la gestión Nicolás Maduro. Los informes a la mano apuntan que se ha transformado por completo la demografía nacional y coinciden en definir la situación como una de las más espinosas en la historia de América Latina, comparable con lo que ha sucedido (y sucede) en escenarios de guerra en otros continentes.

Migrantes a las puertas de la casa de Kamala Harris

Se advierte, así pues, que los flujos migratorios irregulares representan una de las amenazas más graves y complejas del siglo XXI, corolario de la precariedad que envuelve la vida de amplios sectores de la población, en medio de una creciente desigualdad, fruto de un proceso de desarrollo económico, cuyo guion pareciera pautar el ensanchamiento de la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco. En efecto, la mitad más pobre de los habitantes de la tierra apenas posee el 2% del total de la riqueza, mientras que el 10% más rico dispone del 76%, hecho que se replica, en medio de sus lógicas disparidades, al interior de las naciones, incluyendo, dicho sea de paso, unas cuantas que se catalogan de “izquierda”, cosa que no digo sólo por China.

Por otro lado, habría que añadir un factor que oscurece aún más el horizonte. Se trata de eventos políticos (conflictos armados, golpes de Estado), de persecuciones étnicas y religiosas, así como de otras patologías sociales que se traducen en el odio y el desprecio a los migrantes, percibidos como distintos y convertidos en una amenaza para la identidad colectiva de las sociedades receptoras.

Igualmente se han incrementado las migraciones impulsadas por actores estatales que se valen de la desgracia humana con fines políticos, bien sea abriendo sus fronteras para desestabilizar a otro país, expulsando determinados grupos a sitios específicos o fomentando la ida hacia determinados territorios y perturbar su estabilidad.

En una tónica semejante cabe referir la noticia de que los gobernadores republicanos de los estados del sur de Estados Unidos despacharo hace pocos días a varios grupos de inmigrantes indocumentados hacia algunas ciudades regidas por el Partido Demócrata, incluyendo un centenar - entre ellos muchos venezolanos, fotografiados con su morral a cuestas -, que llegaron en autobús a las puertas de la residencia de la Vice-Presidenta Kamala Harris, tenida como la responsable de política migratoria de Joe Biden. El argumento que sustenta tales iniciativas descansa en la idea de que son los demócratas quienes deben asumir buena parte de la carga económica y política que se desprenden de las normas que han dispuesto en materia de fronteras.

Por si fuera poco lo anterior, también hay que mencionar las catástrofes ambientales, convertidas actualmente en la principal causa de los desplazamientos, al provocar sequías, huracanes e inundaciones, que llevan a la expulsión de sus tierras a millones de personas, señaladas como «refugiados climáticos» o, más ampliamente, «refugiados ambientales», que, por cierto, son ignoradas en el Pacto Mundial sobre Migración, el cual habla del migrante económico (que se desplaza «libremente») y del refugiado político (que huye «forzosamente»), pero no reconoce la figura del refugiado que se fuga del cambio climático.

La vida no es portátil

La migración nunca es cosa fácil, desde luego. La vida de los que se van no cabe en un morral, junto a algunas prendas de vestir, alguito para comer, tal vez un juguete o una golosina para el niñito que forma parte de la travesía y, si acaso, unos poquitos dólares.

No hay, así pues, espacio para los familiares, los amigos, el paisaje, los olores, el lenguaje con sus modismos, las costumbres, en fin. No se dispone, así pues, de un sitio para las cosas que han ido grabando la vida de cada quien, reflejo de una manera de pensar y de sentir colectiva que ha acompañado a los viajeros en su lugar de origen.

En suma, la vida no es portátil, conforme a la definición que da el diccionario: algo fácil de mover y transportar de un lugar a otro por ser manejable y de pequeño tamaño.

Un planeta agrietado

En síntesis, el siglo XXI es el escenario de una ola migratoria que impacta al mundo entero, creando nuevas contradicciones y conflictos y obligando a repensar las nociones de soberanía y ciudadanía, a crear nuevas formas de identidad, a concebir otro esquema institucional con el fin de reglamentar las relaciones internacionales y hacer más efectiva la gobernabilidad del planeta, muy venida a menos, tanto que la ONU se ha convertido progresivamente en una suerte de “jarrón chino”, dicho sea con todo respeto ( y mejor no conversemos de la calidad del liderazgo que nos ha tocado padecer).

Todo lo anterior muestra, junto a otros ingredientes, los serios aprietos por los que atraviesan los seres humanos por su manera de entender la vida, de colocarse frente a ella y de transitarla, conforme a un modelo que hace agua por muchos flancos.

Concuerdo con Zygmunt Bauman, el filósofo polaco, cuando escribe que la división de los humanos entre “nosotros” y “ellos” ha sido un rasgo inseparable del modo humano de ubicarse en el mundo durante toda la historia de la especie y que, dados los vientos que soplan en estos tiempos, hay que ampliar el concepto del «nosotros» bajo el marco de la cohabitación, la cooperación y la solidaridad humanas hasta abarcar el conjunto de la humanidad. Dicho de otra manera, se trata de asumirnos como una comunidad global y aprender a convivir a partir de nuestras diferencias.

Como bien dice Fernando Savater, el asunto no es, entonces, hacer una humanidad más productiva, sino producir más humanidad.

El Nacional, miércoles 28 de septiembre de 2022

Al pie del Reloj Universitario

Ignacio Avalos Gutiérrez

El pasado mes de junio se anunció el regreso a clases en la UCV solicitándonos a todos tomar las debidas precauciones, dado que el coronavirus no había (ni ha) desaparecido del todo. Esta medida marca el retorno a una institución que se ha ido desarmando desde hace casi dos décadas, como resultado de políticas públicas diseñadas para erosionar sus fundamentos y propósitos, buscando convertirla en una suerte de universidad “oficial” al servicio del país, quien sabe si bajo el formato del Socialismo del Siglo XXI o, más bien, del Capitalismo Autoritario que, según Nicolás Maduro, está “arreglando” a Venezuela.

Tras las vacaciones, la semana que viene nos toca volver a los espacios académicos. Ojalá que, como señalo el Profesor Victor Rago, exDecano de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales, el retorno sea la ocasión para crear un clima interno que favorezca un vigoroso debate sobre el estado de la universidad en los últimos tiempos. Tal debate, añade, debe servir no solo para que se analicen las amenazas externas, sino también para que se lleve a cabo un sincero escrutinio de sí misma y procurando los consensos que se requieren para su transformación. Nada de esto será factible, concluye, si no hay una incorporación de los universitarios a la institución en la mayor escala posible.

En el mismo sentido, me parece que es necesario, entonces, calibrarla desde el futuro. Mirarla en esta época en la que se van cayendo las certezas, haciendo saltar por los aires varias de las claves que venían modelando nuestra vida, dejándonos la sensación de que todo está a punto de ser otra cosa.

En este contexto hay, pues, que resetearla. Se trata de revisar la autonomía universitaria haciéndola girar en torno a la defensa de la libertad académica y, por supuesto, a su papel dentro de la sociedad, manteniendo su independencia y su espíritu crítico; de examinar su rol dentro del nuevo ecosistema de la educación superior, conformado por organizaciones privadas, empresariales y corporativas, colegios universitarios, universidades tecnológicas, institutos tecnológicos, universidades especializadas, etcétera; de aceitar los mecanismos orientados a su integración en redes académicas de cooperación, tanto a nivel nacional como internacional, asumiendo la perspectiva de la llamada glocalización; de modificar los procesos de transmisión del conocimiento, trasladando el énfasis de la enseñanza hacia el aprendizaje, subrayando el rol del estudiante, además de reemplazar los currículos rígidos por programas elásticos capaces de abarcar los intereses de los alumnos; de fortalecer la educación virtual, regulándola y armonizándola con la educación presencial; de intervenir la estructura académica haciéndola más dúctil, reemplazando la tradicional división de las facultades, escuelas y departamentos, por esquemas organizativos que abran paso al abordaje de temas y problemas desde la perspectiva transdiciplinaria e interdisciplinaria, integrando las (mal) denominadas ciencias “duras” y “blandas”; de encarar, así mismo, el asunto de la ciencia abierta, del conocimiento como bien público y, en general el tema de la propiedad intelectual, cuestión que se encuentra la mesa de discusión a nivel mundial y cuya relevancia aumentó a partir de la pandemia; y de prestarle atención a la diversificación de las fuentes de financiamiento, evaluando sobre todo, el impacto que pueden tener en perjuicio de la autonomía académica.

Las líneas precedentes son apenas el esbozo de un asunto ineludible, pero creo que sirven para asomar la importancia de iniciar, con premura, la tarea de resignificar la concepción y funcionamiento de la universidad, a pesar de que los vientos que soplan le quieran llevar la contraria.

Habrá, pues, que encontrarnos todos al pie del reloj.

HARIA DE OTRO COSTAL

Hace pocos días murió Javier Marías, el gran escritor español, cuya obra estuvo en varias ocasiones a punto de llevarlo hasta el Premio Nobel de Literatura. Presumo de haber leído varias de sus novelas y ensayos, también sus artículos en la prensa y de casi aprenderme de memoria “Salvajes y Sentimentales” (Letras de Futbol), un libro que hubiese querido escribir yo.

El Nacional, miércoles 14 de septiembre de 2022

¡Hasta en el baño! (Orwell se quedo corto)

Ignacio Avalos Gutiérrez

En su “Gran Hermano” y otros escritos, George Orwell predijo hace unas cuantas décadas, varias de las transformaciones que están afectando esencialmente, dicho sea sin pizca de exageración, las raíces de la vida humana. Por cierto, su obra central, “El Gran Hermano”, figura en una lista de libros, junto a “El Mundo Feliz” de Aldous Huxley, cuya lectura se censura en Estados Unidos.

“Wearables” para perros

Dentro del extenso, casi infinito, repertorio de innovaciones que de manera constante están apareciendo, en estas líneas se hará referencia a la denominada Internet de las Cosas, ese sistema tecnológico que, descrito brevemente y sin entrar en aguas profundas, constituye una red de interconexión digital entre dispositivos, personas y la propia Internet, que permite el intercambio de datos entre ellos y capturar información clave sobre el uso y el rendimiento de los dispositivos y los objetos. Diversos estudios anuncian que para el año 2025, esto es, a la vuelta de la esquina, habrá en el mundo alrededor de cuarenta mil millones de dispositivos haciendo posible el enlace de todos los objetos.

Entramos, pues, al escenario de los autos sin conductor, las maleta robot, los edificios climáticos, las impresoras 3D, los cepillo de dientes que anuncian las caries, los zapatos que registran los kilómetros que se caminan, las conversas con las inefables Siri y Alexa, las pulseras que monitorizan la tensión, los drones y los “wereables” para las mascotas, todo ello una parte mínima, apenas, de una lista interminable y surtida de innovaciones.

Y entramos, así mismo, al tema de los hogares inteligentes. En su más avanzada versión tecnológica, disponible sólo en pocos países, alude a sistemas que permiten manejar de manera remota las luces, la climatización y hasta verificar si las puertas y ventanas de la casa están debidamente cerradas. Y yendo más allá, a la posibilidad de modificar en distintos aspectos la sala de estar, las habitaciones y la cocina, hasta llegar al baño, un sitio al que no alcanzaron a llegar los vaticinios de Orwell.

Los retretes inteligentes.

En este caso, las propuestas desde el Internet de las Cosas incluyen música y noticias, duchas que regulan la temperatura del agua, espejos que analizan la piel, además de un inodoro eficiente desde el punto de vista energético y admite el uso de agua reciclada, además de deshidratar, secar y quemar los desechos sólidos

Por otra parte, en el marco de la salud personal, se cuenta con un catálogo de sensores que permite medir distintos valores de nuestro propio cuerpo (el porcentaje de grasa corporal o el azúcar en sangre, por ejemplo) e igualmente examinar de manera automática las heces y la orina para detectar ciertos tipos de cáncer, así como algunos trastornos digestivos y renales e, inclusive, ayudar a detectar enfermedades en etapa temprana. Por estas vías se reúne, así pues, un buen número datos con la identificación de la persona, que pueden hacerse llegar a manos del médico (y quién sabe a cuántas manos más, con qué propósitos).

Es posible suponer que hoy en día en Venezuela los baños inteligentes deben ser muy poco comunes y que seguramente hacen parte de la economía de burbujas en la que ahora se ha convertido el Socialismo del Siglo XXI. Y, por otro lado, estimar que los existentes no tienen la sofisticación tecnológica retratada en el presente artículo. Pero, en cualquier caso, no hay duda de que, como veremos en los próximos párrafos, remite a una cuestión que tarde o temprano, debemos considerar en sus distintos efectos.

¿Y la privacidad?

Los hogares inteligentes, con sus baños, forman parte de lo que distintos autores, cada quien a su manera, han descrito como “la sociedad de la transparencia”, indicando que los modernos dispositivos y objetos hiperconectados nos “desnudan socialmente”, dejando huellas que se convierten en datos que pueden ser utilizados, a veces causando grandes beneficios sociales y personales, otras generando enormes daños.

Visto lo escrito en estas líneas cabe deducir el grado en que se puede lesionar la privacidad, fundada en la inviolabilidad de la persona humana y cuya protección no es solo tema de los individuos, sino a toda la sociedad. La transgresión de ese principio, cuestiona seriamente la premisa de que sólo el individuo tiene el derecho de hacer públicos los asuntos relativos a su intimidad, aun cuando no es nada fácil delimitar qué debe quedar protegido y qué debe calificarse como intromisión. Un factor que agrava esto último es que, como ha sido señalado en varias investigaciones, se está generalizando la aceptación de la vigilancia por parte del vigilado, bajo el entendido de que vale la pena sacrificar en alguna medida la libertad, a cambio de seguridad. En suma, la entrega de los datos es apreciada como una compensación, según pudo verse el año pasado, durante la pandemia.

Los Ojos de Chávez

Se están eliminando de muchas partes, exigencia tal vez del capitalismo de bodegones que ahora nos rige y nos gobierna. Me refiero a los Ojos de Chávez, dibujados en las paredes del país, concebidos para darnos la sensación de que aún nos observa y controla.

En efecto, es cierto que los están borrando en algunos sitios pero la acción no es suficiente para disipar la amenaza asociada, entre otras cosas, al Sistema Patria, que apuntan a reducir los espacios de la intimidad de las personas, dejando a un lado el hecho de que la Constitución no sólo establece el respeto a la privacidad, sino que registra el derecho de las personas de acceder a la información y a los datos que sobre ellas mismas o sobre sus bienes, consten en registros oficiales o privados.

Aparte de lo anterior, no está de más recordar que obviamente nos encontramos con dificultades que en distinto grado y de diferente manera, interpelan al mundo en todos los escenarios por los que transita la vida humana y que, en medida importante, derivan de la velocidad y profundidad de los cambios tecnológico que tienen lugar en la Sociedad 4.0.

Advertir por otra parte que ha aumentado considerablemente la conciencia respecto a los desafíos planteados, abriendo el espacio a muchas iniciativas con el propósito de reorientar el desarrollo tecnocientífico, hoy en día plegado sin reservas a los dictados del crecimiento económico, al margen de casi cualquier otra consideración. Y añadir, finalmente, que las tareas que vienen realizándose, lo hacen a partir de la libertad del ser humano y de su capacidad de control sobre los procesos de transformación, teniendo como norte la solución de las múltiples crisis que, entrecruzándose unas con otras, perfilan el actual desmadre planetario.

Miércoles 31 de agosto de 2022

La irresistible tentación de comerse la luz (divagaciones en torno al trafico caraqueño)

Ignacio Avalos Gutiérrez

En medio del encierro al que en diversos grados nos ha obligado la pandemia, durante los últimos días estuve recorriendo, por diferentes razones, algunas de ellas un poco borrosas incluso para mí, varias partes de Caracas. Tras hacerlo me ha quedado la impresión de transitar una ciudad con varios millones de habitantes, que habitan en un escenario armado desde la anarquía y el bullicio.

Yendo de un lado al otro pude ver de cerca a nuestra capital, atravesada por carros, motocicletas, autobuses, camiones, gandolas, patrullas y ambulancias, en medio de un tráfico endiablado en casi todos lados y durante buena parte del día.

Observar, así mismo, a los automovilistas conduciendo con la mano preparada para tocar la bocina porque el carro de adelante va muy despacio, porque se detuvo cuando el semáforo se puso en anaranjado o porque no se “comió la luz”, todo lo cual me consta, pues he sido siempre un chofer vilipendiado por manejar lentamente, como si no tuviera apuro por llegar a ningún sitio.

Por otro lado, en varias ocasiones advertí como gandolas y autobuses hacían de las suyas y como las patrullas exageraban, sospecha uno, la necesidad de su presencia “en el sitio de los acontecimientos”, elevando hasta el cielo el silbido de sus alarmas.

Igualmente, pude mirar a los motorizados, en crecimiento casi exponencial gracias al “delivery”, terciando con ventaja y alevosía en el tránsito cotidiano, colándose entre los carros sin más pasaporte que un pitico atado compulsivamente al dedo pulgar, tratando de ganarse la arepa, condenados a soportar la mala fama que le generan los colegas que prefieren el atraco y convertidos en víctimas propicias de cualquier “operativo”, obligados a detenerse para ser revisados e interrogados por su “pinta”, o sea, algo así como el “porte ilícito de cara”

En suma, lo que suele denominarse el tráfico rodado ha convertido a Caracas en una metáfora del ruido, violando las normas existentes y generando lo que se ha clasificado como un problema ambiental que afecta a las personas, tanto en su salud física (molestias ocasionales, pérdida de la audición, diabetes, hipertensión…), como en su condición mental (depresión, ansiedad, estrés…).

Así lo ha revelado en distintos informes la Organización Mundial de la Salud (OMS), institución que lo señala como la principal fuente de “contaminación sónica”, por encima de otras tales como la industria, la construcción o los sitios de recreación, afectando seriamente la calidad de vida de la población en las áreas urbanas, a lo largo y ancho del planeta. No obstante lo anterior, se advierte una tendencia fuerte hacia su tolerancia, como si las personas se acostumbraran a ella. En este sentido, algunos estudios plantean la idea de que esa suerte de aclimatación es propia de los tiempos que corren, determinados por la aceleración de la vida en todos sus aspectos, ocasionando la sedotofobia, esto es, al miedo a la calma, al sosiego y a la quietud.

No hay mejor manera de mostrar lo anterior que mediante una frase de la de la poeta venezolana Hanni Ossott, «Estamos llenos de ruido porque no soportamos el silencio»

HARINA DE OTRO COSTAL

Apenas elegido, el Presidente Joe Biden afirmó que "Es el problema número uno que enfrenta la humanidad. Y es el tema número uno para mí" ". Se refería al cambio climático, considerándolo “…una amenaza existencial para la humanidad".

A lo largo su gobierno pareció que los enredos de la política norteamericana (Trump persiste en su necedad política, aún sin su cuenta de Twitter), dejarían estas declaraciones en el limbo del papel. Sin embargo, hace pocos días, consiguió que el Congreso le aprobara una ley que, entre varios temas, contempla el impulso de las energías renovables, mediante importantes incentivos financieros para los productores y consumidores de energía eólica, solar o nuclear, con el fin de que Estados Unidos reduzca en 40% sus emisiones de CO2 para 2030, en relación a 2005. Se trata, sin duda, de una buena noticia para un planeta

Aunque cojeando, el Acuerdo de París continúa vivo, respaldado (al menos con su firma) por la mayoría de los países. La cuestión ahora es si también conseguirá sobrevivir a una guerra como la de Ucrania, origen de en una crisis energética que amenaza no solo al Acuerdo de París y a la lucha climática, sino la cooperación entre las naciones, como la única forma de la que disponen los terrícolas para resolver sus conflictos y encarar las complejidades de su futuro

El Nacional, martes 17 de agosto de 2022

El nuevo socialismo (pasito a pasito)

Ignacio Avalos Gutiérrez

Edulcorando el relato político mantenido durante casi dos décadas, el Gobierno asoma hoy en día medidas económicas sorpresivas, que dejan la impresión de que el país se recupera y sale de la larga crisis, esa suerte de “hueco negro”, en el que se encontraba desde hace tiempo.

Que diría Chávez

Se han generado, ciertamente, algunos cambios que surgen como consecuencia del aflojamiento de los controles aplicados a la actividad privada, de la apertura de las aduanas para la importación de bienes terminados, de la creación de zonas económicas especiales y de la conversión en la práctica del dólar en moneda nacional, incompatible, le parece a uno, con la lucha contra el imperialismo. Estas y otras decisiones oficiales, como la insólita concesión de unas cuantas hectáreas a Irán para que se ensayen algunos cultivos, apuntan al fortalecimiento de las actividades de comercio y servicios orientados al consumo final. La sensación de bonanza se extiende hacia ciertos sectores de nuestra sociedad y llega, incluso, más allá de nuestras fronteras. Como dicen los analistas, los efectos de rebote que se producen lucen gigantes, comparados con la crisis que se venía padeciendo.

Lo escrito en el párrafo de arriba ocurre dentro del marco de lo que el Presidente Nicolás Maduro describe como “nuestro propio modelo de socialismo”, como si el anterior no fuese tan de nosotros y mientras la realidad nos deja ver el surgimiento de un capitalismo de bodegones, según se le suele calificar, diseñado en burbujas que levantan barreras estructurales e impiden el acceso de un porcentaje muy alto de venezolanos, tal como lo explican varios estudios, cuyas cifras reflejan una gran precariedad en la nutrición, la salud, la educación y otros muchos aspectos, sin que de las transformaciones propuestas se desprendan, por ahora, señales que anticipen un descenso significativo de los indicadores de pobreza y desigualdad.

La conclusión pareciera ser, así pues, que hay una puerta abierta, que para mayoría de la población semeja tan sólo una pequeña rendija a través de la que los beneficios se cuelan en gotas.Imposible no pasearse por lo que pensaría Chávez de este nuevo modelo, construido bajo la invocación de su legado y, por otro lado, sin caer en la tentación de imaginar que probablemente habría hecho lo mismo.

Los bodegones artísticos

En medio de este contexto, y bajo la pancarta de que “Venezuela se arregló”, Maduro se ha dado a la tarea de aupar algunos espectáculos artísticos con el propósito de recuperar “la alegría del pueblo libertador y maravilloso que ha enfrentado dificultades impuestas desde el extranjero, siempre con resistencia heroica y amor por la Patria. Nos tiraron todos los misiles y no pudieron con nosotros”.

Así, con motivo de la celebración del Dia Internacional de la Salsa, desde el propio Palacio de Miraflores, se concibió un acto en el Poliedro de Caracas, realizado recientemente, y hace poco se informó que en octubre habría una segunda edición en el mismo sitio. Por su parte, diversos empresarios han llevado a cabo o tienen previstos numerosos espectáculos en diversos escenarios en Caracas y en menor grado en el interior, contratando entre otros artistas a Ricardo Arjona, Nathalia Jiménez, Emannuel, Olga Tañón, Chayanne, El Puma José Luis Rodríguez, Oscar D’León y Fito Páez, éste último para escucharle cómo es “El amor 30 años después del amor”. Un productor de eventos musicales declaró en una entrevista que en Venezuela se avizoraba una "orilla interesante", gracias a la dolarización de su economía.

Como cabe sospechar, estos eventos buscan maquillar al gobierno, a pesar de que también ocurren bajo el formato burbujas y de que los precios de las entradas los vuelven inasequibles para la mayor parte de la población, dado que sus ingresos giran alrededor de la cesta básica.

Despacito

Pasito a pasito, como dice reiteradamente la famosa canción, obra de dos compositores puertorriqueños, surge entre nosotros el capitalismo autoritario, conforme a una fórmula que se viene empleando en otros lugares del planeta y que, como es sabido, combina el funcionamiento de las fuerzas del mercado, con severas restricciones políticas.

En el caso venezolano se advierte con nitidez un variado menú de medidas clientelares, mezclado con una sofisticada vigilancia que aumenta con el continuo avance de las nuevas tecnologías. Hemos topado, así pues, con la biopolítica de esta época, un concepto que refiere a los mecanismos que se originan desde el poder con el objetivo de gobernar la vida individual, haciendo de la libertad un espejismo y proyectando un escenario que le reduce el espacio a la política, circunscribiéndola a pequeños gestos que tratan de guardar las apariencias y alimentan la creencia de que el todo de la cuestión reside, permítaseme explicarlo de manera obviamente simple, en el crecimiento del PIB.

Por tanto, aún si el modelo adoptado permite mejorar la situación social del país, resulta imposible soslayar el hecho de que subvaloran y arrinconan a los derechos humanos, civiles y políticos. Como escribió el filósofo Miguel de Unamuno, a quien he citado en algunos de mis artículos, lo que define una nación es un proyecto sugestivo de vida en común; los grupos nacionales, añade, «no conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo».

La sumisión y la falta de consensos que encauzan al capitalismo autoritario no riman con esta concepción

El Nacional, jueves 4 de agosto 202

Que rudo es ser chamo en Venezuela

Ignacio Avalos Gutiérrez

El Presidente Nicolás Maduro nos cuenta una y otra vez, su versión del país, el de ahorita y el del futuro, el que, según él, va viento en popa, a toda velocidad. En un acto de prestidigitación verbal, ignora la realidad y extrae de su chistera una nueva versión, llena de luces y esperanza.

El semillero de la Patria

Así, con un optimismo que resulta incomprensible para el venezolano de a pie, el pasado domingo, en la conmemoración del Dia del Niño, tuiteó su felicitación expresando que eran “la alegría de nuestros hogares, quienes a diario nos enseñan, con su inocencia y amor, a ser mejores. A ellos dedicamos todo nuestro esfuerzo para garantizarles la Venezuela bella, feliz y próspera que se merecen”. “Qué Viva el Semillero de la Patria!, concluyó replicando a Hugo Chávez, quien a comienzos de su gobierno prometió que los niños de la calle serían transformados en los Niños de la Patria.

En su mensaje pasó por alto por alto al país que somos, dibujado por la pobreza, conforme lo indican diversas investigaciones, tanto nacionales como internacionales, (la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, FAO, muestra a Venezuela como el segundo país de Latinoamérica y el Caribe, detrás de Haití, con mayor porcentaje de población en estado de miseria). Y asimismo soslayo el hecho de que la vida de la mayoría de los chamos transcurre envuelta en tropiezos de toda índole, relacionadas con su salud (mental y física), la desnutrición, el embarazo precoz, la violencia, el trabajo prematuro, la falta de recreación e, incluso la carencia de cédula de identidad, lo que los vuelve casi invisibles.

Por otro lado, y como resulta fácil de imaginar, las circunstancias anteriores, empeoradas por la pandemia, frenan la inclusión al igual que la oferta escolar. De manera muy breve cabe señalar que en la mayoría de las escuelas existen problemas serios con su infra estructura y con los servicios básicos tales como agua, electricidad y transporte, amén de las fallas en la conexión a internet, lo que complica la enseñanza a distancia. Encima de todo lo anterior, lo más grave es la falta de maestros y profesores, dadas las pésimas condiciones en las que éstos deben trabajar.

En suma, nos encontramos, ante un paisaje social que estrecha notablemente las posibilidades de los chamos. Trazan la fisonomía de una sociedad azarosa que les pone la vida cuesta arriba y chiquitica, cuando apenas comienza. Viven, pues, en modo sobrevivencia, no es una desmesura indicarlo de esta manera. Han sido despojados de sus derechos básicos contemplados en la Convención Internacional de Derechos del Niño, así como en nuestra Constitución e igualmente en la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (LOPNNA), cuyas normas denuncian la magnitud de las deudas que el país tiene con ellos.

¿Y el futuro?

Vivimos tiempos determinados por grandes y variadas transformaciones de toda índole, que ocurren en todas partes e impactan todos los escenarios de la vida social. La Sociedad del Conocimiento es un concepto que se ha vuelto común para describir esta época, caracterizada por una enorme complejidad desde el punto de vista de las múltiples interacciones que están presentes en ella y en la que cada vez hay más acontecimientos imprevistos que irrumpen y que solo en parte podíamos prever, según lo expresan diversos intelectuales dedicados al tema.

Han cambiado los problemas y, por tanto, el tipo de saber que se requiere, añaden. Cualquier reflexión sobre el sentido de la escuela debe tener en cuenta el tipo de conocimiento que exige el mundo contemporáneo. Que prepare para adaptarse a la vida, desde luego, pero también para encarar el futuro

Digresión sobre los Bricomiles

Durante su alocución del pasado martes, después del Dia del Niño, Nicolás Maduro anunció que les encomendaría a las Brigadas Comunitarias Militares (Bricomiles), la tarea de recuperar las escuelas del país. “En cada escuela y liceo debe haber un responsable militar encargado para resolver, arreglar y poner las cosas como deben ser”, decretó.

Aquí entre nos, estimado lector, me parece que en medio del drama educativo venezolano, esta decisión no es más que un absurdo tiro al aire.

El Nacional, viernes, 21 de julio de 2022

Los besos escritos no llegan a su destino

Ignacio Avalos Gutiérrez

Antes de abordar el asunto que tengo pensado para el artículo, siento la obligación de poner las cartas sobre la mesa y confesar que, de acuerdo a la clasificación que se ha inventado para ubicar a las personas conforme a su vinculación con las nuevas tecnologías (generación X, Y , Z, Alpha ), yo me encuentro catalogado como predigital y si bien logró surfear con cierta dignidad en algunas plataformas, nunca se me borra la sensación de ser un intruso que proviene del escenario analógico.

El tema escogido se enmarca dentro de la actual metamorfosis tecnocientífica, envuelto en muchas preguntas para las que aún no alcanzamos a tener respuestas, si bien algunos análisis muestran indicios que llaman a encender las alarmas con respecto al proceso de digitalización de la vida humana.

Los niños del Silicón Valley

Me parece que nadie en su sano juicio puede voltear la cara ante los beneficios y ventajas que traen consigo las nuevas tecnologías, abriendo puertas que resultaban impensables. Pero tampoco puede hacerse el desentendido frente a las tendencias que marcan su evolución, orientada en muchos de sus aspectos, hacia un futuro poco deseable, por no decir distópico.

Poner cuidado, digo. No en balde, y lo coloco sólo como un ejemplo, los hijos de los directores de las compañías identificadas como las “grandes tecnológicas” (Apple, Google y demás), asisten a la escuela para oír a sus profesores, pizarra y tiza mediante, y aprender aritmética, lenguaje, geografía y el resto de las materias que se incluyen el pensum de la primaria. Bill Gates, el creador de Microsoft, limitó el tiempo de pantalla de sus hijos, afirmando en una entrevista que “No tenemos los teléfonos en la mesa cuando estamos comiendo y no les dimos móviles hasta que cumplieron los 14 años”

“Lo que detona el aprendizaje es la emoción, y son los humanos los que producen esa emoción, no las máquinas. La creatividad es algo esencialmente humano. Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, además de su capacidad de concentración”, expresó un ingeniero de la citada empresa. En la misma dirección, distintos estudios han revelado que una exposición inadecuada de los niños a las pantallas está asociada con retrasos en el desarrollo de su nivel mental, además de otros desacomodos que lo desestabilizan psicológicamente. Como es lógico suponer, los desórdenes se presentan, a su manera en cada caso, en todos los ámbitos por donde transita la existencia de las personas.

Déficit de abrazos

Las tecnologías digitales han cambiado acelerada e intensamente los anteojos tras los que los humanos miran la realidad y se vinculan unos con otros, conectándose más, pero volviéndose cada vez más individualistas y fragmentados. En otras palabras, más comunicados, pero más recluidos y abrumados por la soledad.

Ciertas investigaciones llevadas a cabo sostienen que cada vez se tiene menor roce personal para crear vínculos y las experiencias han quedado relegados a lo que suceda frente a la pantalla. Hay un déficit de besos, abrazos, olores. El tacto, que resulta clave para experimentar la vida, se reduce, mientras se amplía casi infinitamente el espacio digital, según ya lo empieza revelar el metaverso, destapando la posibilidad de que dentro de algunos años pasemos gran parte de la existencia en el entablado virtual.

El Rock Star de la filosofía

Leo en un comentario sobre su libro, que hoy estamos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. Que no son las cosas, sino la información, lo que determina el mundo en que vivimos, Que la digitalización desmaterializa el mundo. Que, en lugar de guardar recuerdos, almacenamos inmensas cantidades de datos. Que los nuevos dispositivos sustituyen así a la memoria, “…sin violencia ni demasiado esfuerzo”.

Me refiero la última obra del coreano Byung-Chul Han, el filósofo que vende más libros en el planeta. En ciertos corrillos intelectuales se lo considera una estrella propia de la sociedad del espectáculo y se le critica cierta superficialidad, dado que no matiza debidamente sus juicios

Criticas aparte, su texto gira en torno a las cosas y las no-cosas, y pone bajo la lupa, en una entrevista “… los escollos que levanta la digitalización, a la par que recupera la magia de lo sólido y lo tangible y reflexiona sobre el silencio que se pierde en el ruido de la información”. En términos algo equivalentes se expresó hace ya unos cuantos años el intelectual polaco Zygmunt Bauman, refiriéndose a la Modernidad Líquida, indicando que “…los humanos nos hallábamos frente a la desaparición de las realidades sólidas que estructuraban nuestras vidas.”

Las líneas precedentes son apenas el tímido esbozo de una cuestión complicada y polémica, pero alcanza, creo, para sentir aprensión por las limitaciones del traslado de los espacios de socialización físicos a los digitales. De paso, ya se comenta del “tecnoestrés” como una enfermedad, uno de cuyos síntomas es tener el celular a la mano (y hasta enganchado en la mano) durante las 24 horas del día.

La vuelta a la normalidad

Conforme a lo que sostienen varios especialistas, la vuelta a la normalidad tras la pandemia, pudiera significar hasta cierto punto, la reivindicación de la vida analógica, la de las experiencias reales, la del contacto humano, la de las emociones verdaderas. Uno de ellos cita a Kafka, escéptico con las cartas, quien advertía que “… los besos escritos no llegan a su destino.”, una afirmación que, me parece, puede estimarse como una metáfora anticipada los vientos que nos soplan actualmente.

Visto lo anterior, no debe sorprender la aparición de un número mayor de estudios que sostienen que, “lo físico contraataca”. Que toma cuerpo una suerte de desquite de lo analógico. Para no ir más allá de lo que este espacio permite, solo referiré como muestra el hecho de que Amazon están montando establecimientos físicos que evoquen la emoción que es imposible de transmitir vía Internet, esto es, la cercanía humana, la experiencia física, el juego con los sentidos y las emociones humanas y en función de ello se ha dado a la tarea de abrir librerías y tiendas, propósito tras el que van orientándose negocios de distinta naturaleza, así como, a su manera, en otras esfera (política, educativa, ambiental, deportiva, sanitaria …), visto que a la digitalización nada le resulta ajeno.

En cierto grado, el retorno a lo analógico podría entenderse, igualmente, como el reclamo por un ritmo de vida más calmado, ante la aceleración dominantes en la vida cotidiana, y para que el mundo y las cosas «vuelvan a hablarnos, afirma Chul Han.

Somos seres biológicos, que interactuamos en la vida a través de los cinco sentidos. En consecuencia, lo que corresponde es arremangarse la camisa y trabajar por la conciliación de ambos mundos.

HARINA DE OTRO COSTAL

En la actual edición, Venezuela, sempiterno campeón de los Juegos Bolivarianos, dueño del primer lugar durante largo tiempo, volvió a quedar (cuarta o quinta vez consecutiva) tras de Colombia, país que duplicó al nuestro en lo que respecta al número de medallas obtenidas. En su versión actual la Generación de Oro según la bautizó Hugo Chaves a comienzos de su gobierno, se quedó con muy poco para presumir. Al contrario, dejó ver que en lo que respecta al deporte, el gobierno es el mismo que maneja la educación, la salud, el ambiente, la economía, en fin, comprobando que una Yulimar Rojas no hace montaña.

El Nacional, miércoles 4 de julio de 2022