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Opinión

Javier Vivas Santana

El país está ávido de liderazgo. Hemos estado en una disputa política que en la última década ha dejado como resultado una nación destruida en su economía, como producto de la quiebra de la industria petrolera que generaba la mayoría de divisas, y que aunado con la pérdida de la constitucionalidad como efecto de la implantación de un neototalitarismo, la sociedad terminó siendo víctima de una espantosa pobreza y miseria, y que a su vez desencadenó la emigración de más de 7,1 millones de venezolanos, según datos de la Organización de Naciones Unidas.

Y así como hemos tenido, una casta política desde Miraflores que ha socavado la institucionalidad, incluso con cientos de presos políticos, y que ha aislado a Venezuela del contexto internacional, también ha existido una oposición que plagada de errores y pésima dirigencia ha generado una autodestrucción de la confianza del voto como esencial espacio para salir de esta trágica realidad, lo cual más allá de los inevitables ventajismos que imponen regímenes de este tipo para concretar sus deseos, sigue siendo el sufragio el único instrumento que nos queda para cambiar el malogrado presente que continuamos viviendo lleno de dificultades y tristezas.

Ante tal contexto, la oposición con un grupo de precandidatos que dicen asumirán unas elecciones primarias para elegir a uno solo de ellos, y otros más arrogantes que dicen serán candidatos porque sus egos superan la racionalidad, solo una candidatura de consenso, y que cuente con el respaldo mayoritario del país, no solo podría destrabar las ambiciones presidenciales de otros, sino que sería la lógica opción que no daría ni un ápice de posibilidades de triunfo a quienes detentan el poder en Venezuela.

Ante ello, diversos sectores han propuesto la candidatura del empresario e industrial Lorenzo Mendoza como única forma de encontrar un camino, que permita superar este agotador e intransigente camino de empobrecimiento y destrucción de un país que ha visto cómo se sigue hundiendo sin que las esperanzas puedan revitalizarse en una población que yace con resignación un sistema implacable de sometimiento humano, con una pérdida terrible de derechos fundamentales en las áreas de alimentación, educación, salud y servicios públicos, y con nulas posibilidades de encontrar desde sus acciones laborales un futuro de crecimiento socio-económico, y por ende, donde haya mejor calidad de vida.

Lorenzo Mendoza, sin que sea desmentido hasta por sus más acérrimos adversarios, tiene de lejos la mayor aceptación del pueblo venezolano en todas las encuestas, lo cual simplemente lo coloca en una posición invencible en unas hipotéticas elecciones, así estas vayan con el control del madurismo desde el propio Consejo Nacional Electoral, porque simplemente no habría forma ni manera de alterar unos resultados en los que las diferencias serían abismales, a la par que semejante candidatura disminuiría los niveles de abstención a mínimos históricos como una fortaleza del exitoso empresario nacional.

Venezuela no puede seguir por un barranco social y económico con una industria petrolera paralizada, con servicios públicos convertidos en cenizas, donde el agua y la electricidad se han convertido en migajas sociales, con un salario mínimo y pensiones ancladas en menos de 0,5 dólares diarios, y en el mejor de los casos con salarios generales que ni siquiera superan las dos cifras mensuales en la mayoría de trabajadores del sector público y privado. Continuar por este camino sería condenar a una nación al ostracismo social y demostrar que estamos viviendo una barbarie política en la que una dirigencia política autodenominada «revolucionaria» es la responsable directa de ver liquidado a un país que en otrora época fue pujante y generador de bienestar, sin ocultar sus problemas y debilidades, que siempre han existido, y que también deben ser corregidos en su integridad.

La candidatura de Lorenzo Mendoza se está proponiendo desde los más altos niveles políticos de distintas naciones. El problema de Venezuela se ha convertido en geopolítico, y eso implica que mientras no sea solucionado en su espacio territorial, los demás países del continente no podrán ver que se detenga el fenómeno migratorio, y por el contrario, este seguirá multiplicándose en los años por venir, es decir, que será imposible encontrar un desarrollo común hasta que en Venezuela no haya solución al conflicto político.

No es ficción la candidatura de Lorenzo Mendoza. Tampoco aún es realidad. Pero sí es cierto que el régimen controlado por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la cúpula del PSUV están muy preocupados en que la candidatura del empresario sea concretada durante el 2023 porque eso sería el fin de una hegemonía política que ha sumergido a la nación en una profunda e interminable crisis que simplemente ha sido una condena para los venezolanos.

Lorenzo Mendoza tiene el (re)conocimiento nacional e internacional, así como el apoyo de presidentes y líderes del mundo para decidir dar un paso al frente que pueda volver a tener a Venezuela como puntal de desarrollo político, económico y social, y sobre todo que una avalancha de inversiones y confianza retorne al país con una velocidad inusitada de capitales, en donde la reinstitucionalización de los poderes públicos, así como el equilibrio y la sindéresis sean en lo sucesivo el eje en la reconstrucción nacional.

El país está a la expectativa. El madurismo no tiene fuerza política y ni siquiera en sus secuestradas instituciones para intentar detener la eventual candidatura de Lorenzo Mendoza si finalmente este decide asumir el enorme compromiso. Lorenzo Mendoza está ante las puertas de convertirse en el próximo líder político que una a los venezolanos. El reto está por delante y el compromiso con el país es más que una condición de identidad nacional y rescate por la patria. Lorenzo Mendoza tiene la palabra y sabe que en sus manos la historia podrá escribir la nueva Venezuela.

@vivassantanaj_

jvivassantana@gmail.com

 4 min


Luis Antonio Espino

Una de las preguntas que se plantean con más frecuencia en el mundo de la política es cómo construir un discurso que contrarreste la fuerza de la propaganda populista. Presentar argumentos, evidencia, cifras y hechos para persuadir sigue siendo muy importante. Pero desde hace tiempo se sabe que los votantes no eligen con la cabeza, sino con una combinación de intuición, emoción y razón.

El reto entonces es hacer discursos que apelen a la intuición, la emoción y la razón, cada una en su justa medida. Discursos que planteen narrativas que capturen la imaginación de los votantes, pero que no usen los trucos sucios del populismo: falacias, mentiras, ataques personales, insultos, deshumanización del contrario, incitación a la ira y al odio, deslegitimación del disenso, teorías de la conspiración y un largo etcétera.

Es un reto difícil, pero no imposible, tal como lo demostró el presidente Joe Biden en su segundo informe de gobierno, conocido en Estados Unidos como el discurso del estado de la Unión. Este ha sido tal vez el mejor discurso pronunciado por Biden como presidente y toda una cátedra de retórica por cinco razones:

Primero, el manejo de la energía. Joe Biden comenzó su discurso con alta energía. Sonriente, confiado, seguro de sí mismo, llegó al podio y comenzó felicitando al líder de la oposición –y presidente (speaker) de la Cámara de Representantes– Kevin McCarthy, un trumpista que no se ha caracterizado por ser precisamente amable con el presidente. “No quisiera arruinar su reputación, señor speaker, pero espero trabajar con usted en el futuro”, bromeó Biden. Las risas del público y la sonrisa espontánea de McCarthy relajaron el ambiente, y mostraron a Joe Biden en control de la audiencia desde el primer momento.

Segundo, el lenguaje asertivo. El discurso estuvo muy bien redactado como una sucesión de ideas conectadas con frases cortas, orientadas a la acción y redactadas con lenguaje coloquial. “Enfrentemos la realidad”. “Terminemos el trabajo”. “Debemos hacer lo correcto”. “Eso ya no pasará”. “No permitiré que eso pase”. “Tenemos mucho qué hacer”. “Ya no más”. Eso le ayudó al orador a darle ritmo al discurso, así como a comunicar liderazgo con enunciados que llaman a la acción.

Tercero, definir una narrativa clara que muestra en contra de qué y a favor de qué está, pero sin polarizar. Biden dejó muy claro que él es un militante del partido Demócrata de la vieja escuela que ve en la acción del gobierno un antídoto contra el caos y el abuso del poderoso contra el débil. En su discurso, Biden arremetió contra los súper ricos (“ningún billonario debe pagar una tasa menor de impuestos que un profesor o un bombero”), así como contra las empresas que cobran cuotas excesivas al consumidor (“detengamos a las empresas que nos timan”), las que abusan de los precios de las medicinas (“cobran injustamente cientos de dólares a la gente y logran ganancias récord”) y las que coartan los derechos de los trabajadores (“estoy asqueado y cansado de las empresas que impiden que los trabajadores se organicen”). Al mismo tiempo, Biden elogió la legislación que se aprobó con el apoyo de la oposición republicana, y en repetidas ocasiones a lo largo del discurso habló de sus opositores como “mis amigos republicanos”. Cuando criticó sus posturas, no fue agresivo o humillante. Esto es marcar un claro contraste ideológico y político sin polarizar.

Cuarto, el manejo hábil de un público hostil. Tal vez el momento más notable del discurso fue cuando Biden provocó a los republicanos al decir que “algunos, no todos, tal vez ni siquiera una mayoría”, estaban proponiendo desaparecer la seguridad social y el programa Medicare. Al escuchar esta acusación, los republicanos comenzaron a gritarle a Biden que no era cierto. Los más radicales –alineados con Trump– lo llamaron “mentiroso”. Entonces, Biden dio clase de cómo se maneja a una audiencia hostil. Sin perder la calma, les dijo: “es cierto, revisen la información, contacten a mi oficina y les mando la iniciativa de ley”. Cuando le siguieron reclamando que no era cierto que ellos estaban proponiendo eso, Biden les reviró un “muy bien, me gustan las conversiones”. Y luego, los comprometió a no tocar esos programas: “Tenemos unanimidad. Levántense y muéstrenles a los ancianos que no habrá recortes a Medicare ni a la seguridad social”.

Y quinto, y tal vez el más importante, la preparación. El New York Times destacó en un artículo cómo el equipo de redactores de discursos de Biden comenzó a trabajar desde hace semanas en este texto y cómo Biden instruyó a que estuviera redactado en los términos más claros posibles para la gente. El discurso fue revisado muchas veces por el equipo político y de comunicación del presidente y él lo practicó de manera disciplinada. Biden tiene tartamudez desde niño, y por eso se prepara con anticipación antes de dar un mensaje, para repasar las frases y detectar las palabras difíciles de pronunciar. Claramente, practicó mucho este discurso, pues se notaba cómodo y ágil para improvisar ahí donde las circunstancias lo requerían. En retórica, no hay sustituto para la preparación.

9 de febrero 2023

Letras Libres

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 4 min


Benjamín Tripier

El centro de la discusión es cuán lejos o cerca estamos del gobierno de EE UU, que es el centro alrededor del cual orbita casi 100% de la vida de los venezolanos. Y tal vez hoy, muchos años después de comenzar a echarlos del país, primero a los militares, luego a las empresas y finalmente a los diplomáticos (todos de una u otra manera expulsados), dependemos de ellos más que nunca antes.

Y la última expulsión fue la llevada a cabo por la dirigencia opositora, la cual decidió sacarlos del juego, al desmantelar el interinato que fue una arquitectura que ellos habían armado para poder seguir en contacto, para mantener una conexión activa que permitiera preservar y rescatar activos, representar en juicios, mantener diplomacia, manejar ayudas humanitarias, y, en general, funcionar como el contrapeso necesario que todo gobierno debería tener contando con una fuerza opositora. Porque, en definitiva, ese es el peso y el balance de una democracia.

Y eso se notó cuando la comisión de la AN 2015, decidió arrancar por Europa, como si ellos tuvieran alguna fuente de legitimidad propia; como si el reconocimiento internacional fuera por su propia legitimidad… ¿de dónde habrán sacado eso? La realidad es que esa figura tenía solo la legitimidad que le había dado el gobierno de EE UU a través de la figura del interinato. Por eso es que ahora se encuentran con que, en el propio Washington, les toman las embajadas, porque seguían activas solo por el interinato.

Y al irse a Europa sin consultar con EE UU antes, seguramente se encontraron con que antes de responderles nada, debieron consultar con EE UU, los que, con un mínimo de seriedad, los siguen reconociendo, pero como una figura retórica incapaz de realizar ninguna acción ejecutiva. Por eso es que crearon el interinato: para tener un “poder ejecutivo” que pudiera actuar fronteras afuera de Venezuela, como efectivamente lo había venido haciendo.

Bueno… pero ya eso es historia… que sirve para explicar cómo es que llegamos a dónde estamos; y también para explicar los comportamientos que tiene ahora el mundo con nosotros. Retrocedimos al 2017, y comenzaremos a golpearnos, una vez más, con la misma piedra.

Porque todo este tema de México, pudiera parecer solo un capítulo más de República Dominicana, Barbados y Oslo. Pero no lo es… es algo nuevo… es una nueva etapa que no estamos reconociendo como tal. El mundo cambió para nosotros (inducidos por nosotros mismos) y seguimos pensando y actuando como si nada hubiera cambiado.

Nos quedamos solos, y el gobierno, al verse sin oposición, se encontró con sus oposiciones internas. Las cuales, al ser astillas del mismo palo, pues le resultan más dañinas porque éstas realmente tienen peso en las diferentes estructuras del gobierno; y pueden frenar, como de hecho lo hacen, los avances positivos que se estaban logrando con los dólares y con el mercado. Porque en definitiva el gobierno es liberal, y su oposición interna es radical.

Neo chavismo de mercado, versus Plan de la Patria socialista. Y dependiendo de quién se imponga en esta pulseada, es que quedará más clara la forma que tomará la vida de los venezolanos que nos quedamos en el país; porque los otros, los que se fueron… bueno… ellos tienen ahora otras prioridades. Y lo anterior es válido tanto para los trabajadores privados, como para los políticos opositores; porque al quedarse sin interinato, pues se quedaron sin sueldos, y ahora tendrán que ganarse la vida de otra manera… trabajando.

Hoy estamos más lejos de llegar a acuerdos con EE UU, pues, al haber quedado claro que ni con el petróleo ni con el gas se proveerán recursos, entonces la solución está en el campo político. Y debería haber una manifestación concreta de voluntad de cambiar, que no parece estar presente ni en la mente ni en las declaraciones del gobierno y de los políticos de afinidad.Político

El gobierno está comenzando a reacomodar sus piezas para enfrentarse a esta nueva etapa en la cual comenzaremos a sentir con crudeza la falta de ingresos petroleros (porque ese es el único ingreso sólido que recibe el estado a través de Pdvsa), y encontrarnos con que las flexibilizaciones económicas que fueron impactantes en su momento, ya no son suficientes. Ahora deben profundizar y formalizar los cambios, y mostrarles a los actores económicos que las reglas del dólar y el mercado, no son transitorias, sino que llegaron para quedarse.

El chavismo sigue mostrando una cara vertical y unificada, muy disciplinada, que funciona como una placa translúcida que dificulta mirar hacia adentro. Pero está claro que no las tienen todas consigo, y están buscando solucionarlo, lo cual no está resultando fácil, porque cada dirigente relevante del chavismo, de los de antes y de los de ahora, con cada declaración van mostrando un lado positivo, y dejan colar críticas… de mucha cortesía, pero críticas al fin.

Declaraciones desde adentro: hay “distorsiones en el proceso” y, refiriéndose a Maduro, hay que “ayudarlo a recuperar el afecto de las mayorías nacionales”.

Porque el tema político relevante hoy pasa 100% por dentro del chavismo. La oposición se extinguió y con eso perdió la capacidad de influir, aunque fuera desde el exterior, que la supo caracterizar desde el 2019 hasta finales del 2022. Hoy el chavismo está solo en el escenario político, lidiando ahora con sus propios demonios.

Social

La imposibilidad del estado de hacer frente a algún aumento de salarios, pensiones y bonos o misiones, se debe al corte de ingresos, los cuales en los próximos meses se verán disminuidos aún más, porque la única fuente que está quedando es la que proviene de EE UU, y de aquellas empresas u organizaciones que EE UU permite que lo hagan. Y las relaciones con EE UU se están tensando cada vez más, lo cual es malo para nuestras posibilidades económicas.

Lo cual significa que, si se llegara a algún aumento, este sería en bolívares y no habría compromiso de algún ancla… aunque tal vez continuarían con la referencia al petro. Pero al ser en bolívares, serán sometidos a depreciación por inflación y tipo de cambio, ambos afectando el poder de compra de todas aquellas personas que dependen, de una forma o de otra, del estado.

Para un país modelado para que el Estado financie todo, lo que nos está pasando nos lleva a un quiebre del paradigma, el cual, como pasa con los paradigmas, no cambian de un día para otro. El estado tal como lo conocíamos ya no está más. Pero allí, en el Estado, aún no se han dado cuenta… siguen con un aparato gigantesco que ya se hace insostenible, que cada día cuesta más, y cuyos servicios han perdido eficacia.

Lo que se está gestando es una bomba social, la cual, pese a que se hayan desplegado estrategias sociales de control para administrarlas, no deja de ser una bomba… la cual, en el momento menos pensado, y con el disparador menos esperado, podría explotar. Porque la explosión sería de chavistas contra chavistas, que son los que mayormente protestan en la calle.

Y por más que se pongan en la calle encuestas novedosas y tendenciosas que muestran realidades fantásticas, la realidad, es algo muy diferente. Ya no se trata de ver el vaso medio lleno o medio vacío, sino de ver el verdadero nivel de líquido que este tiene.

Económico

La participación del Estado en la economía se ha ido transformando, con énfasis en el repliegue de su faceta de control e intervencionismo, lo cual le está dejando a la empresa privada todo el peso de las soluciones.

Pero como por diseño, el Estado es omnipresente, aun no consigue adoptar definitivamente la línea liberal por la que ha ido avanzando, la cual significa más mercado, y menos Estado. Aún no han llegado a la conclusión interna de si continuarán por ahí, o si regresarán al Plan de la Patria… en eso andan

Si la decisión es continuar, pues les ha llegado el momento de tomar decisiones profundas. Porque esta etapa de “dejar hacer” ya se agotó. No podremos salir de esta pre hiperinflación, si no se toman decisiones de fondo que permitan hacer crecer el producto, único remedio para esta inflación estructural que nos tiene atrapados.

Las medidas pasarían por dejar flotar al dólar unificado, incorporarlo formalmente como una moneda de curso legal, poner en venta masivamente las acciones de empresas del Estado, no como una inversión individual financiera, sino como una vía de traspaso de la propiedad.

Hemos explorado vías para el traspaso de empresas en manos del Estado, que las desintoxican y las hacen más potables para alejarlas del impacto de las sanciones. Necesitamos hacerlo para que entre inversión fresca, especialmente en el tema energético, especialmente la electricidad.

Internacional

Parece ser que, en la relación con EE UU, somos la única excepción en Suramérica, donde tenemos cortadas las relaciones diplomáticas, nos consideran una amenaza para su seguridad interior, y nos tienen arrinconados con sanciones que nos dejan un margen bajo de maniobra. No quieren que el gobierno tenga acceso a financiamiento ni a ingresos, pues creen que los podrían usar en contra de EE UU. Y el hecho de que tengamos a Irán manejando la refinería de Amuay, no ayuda mucho… porque esa zona es tal vez la más cercana al territorio continental de EE UU.

Porque ellos se han ocupado de llevar sus guerras lo más lejos posible de sus fronteras… excepto por nuestro caso que tenemos al enemigo de EE UU instalado formalmente en nuestro territorio. Y eso no es bueno… para nosotros. Porque cuando nos decían que ellos no tenían una paciencia infinita, pues seguramente se referían a eso; ahora… qué es lo que pasará cuando la paciencia se les agote; no puede saberse… pero seguramente no será bueno para nosotros.

Ya quedó claro que a corto y mediano plazo nuestro petróleo le causa más problemas que soluciones a EE UU. Y como el largo plazo está aún muy lejos, ellos podrían tener sus propias ideas de cómo integrar ese petróleo en sus propias estrategias regionales. Pero eso no es ahora, con eso no se puede contar.

EE UU dejó claro que no quiere en la región ni a Rusia ni a China, que son los que podrían competir con ellos por el uso de los recursos naturales. La general Richardson mencionó país por país, y el tipo de recurso que tiene cada uno; y que no están dispuestos a que nadie diferente de ellos tenga acceso a su explotación. Siempre en el convencimiento de que ninguno de los países tiene capacidad o tecnología propia como para explotarlos por sí mismos. Siempre necesitarían a uno de los grandes, y ese papel lo jugará EE UU.

Por eso es tan importante el hecho de estar nosotros en Venezuela en el lado equivocado de la ecuación. Nuestra burbuja ya está aislada, y la pueden aislar aún más. Siempre hay que recordar la estrategia de la fruta madura, que se toma solo cuando todas las condiciones están dadas… y eso para nosotros, tal vez sea la guerra lo que lo detone.

Recomendación

  • Al gobierno: que esta etapa de manejo híbrido de la economía ya llegó a su extremo. Desde ahora en adelante habrá que decidir cuál es el camino que seguiremos entre el mercado y el Plan de la Patria. Siempre hay que recordar que la opción de revolución radical ya no es posible con el estado económico de la situación. O sea que solo nos queda avanzar y formalizar el mercado; o decidirnos a una pobreza extrema peor que la de Cuba o Haití. Por eso la recomendación es profundizar el mercado.
  • A la dirigencia opositora: que reconozca que la AN 2015 está infiltrada por escorpiones, que la mesa de México no tiene mucha razón de ser, y que el buen trabajo de la comisión de primarias tal vez deba guardarse para algún momento en el futuro. Porque los únicos que han demostrado oposición real y transparente, son María Corina Machado y Juan Guaidó, ambos luchando desde adentro, y poniendo su cara y su cuerpo en todo momento. Mientras que los escorpiones, están muy cómodos desde afuera… y los que están adentro, tienen arreglos que les dan seguridad.
  • A la dirigencia empresarial: que impulse la creación de fondos de financiamiento para el rescate de empresas que siendo viables no tengan la capacidad de financiarse. Esos fondos deberían proveer apoyo gerencial y estratégico, y apuntar a que no se cierre ni una empresa más en 2023. Y el mercado de capitales, es sin duda, el ámbito y la plataforma donde se resolverá el reacomodo de piezas dentro de la economía venezolana.

 10 min


Fernando Mires

El occidente político apoya en líneas generales a la lucha de la resistencia ucraniana. Pero no todos los países que la apoyan siguen una sola línea. Hay diferencias inocultables. Tales diferencias tienen razones geográficas (no es lo mismo ser vecino de Ucrania que estar situado en otras regiones de Europa y del mundo), geoestratégicas y, por supuesto, ideológicas. Durante el curso de la guerra las diferencias se han ido ordenando en cuatro bloques: el de la UE que en general sigue una ruta franco-alemana, el de la mayoría de los países que limitan con Rusia, el de EE.UU. y los países que forman parte de su área de influencia, y el de los gobiernos antioccidentales de Occidente. Al análisis de estos cuatro bloques, y a las posibilidades de coordinación entre ellos, serán dedicadas las líneas de este texto.

1- El bloque de apoyo militar limitado

El bloque o sector hegemónico entre los que apoyan la causa ucraniana es el que, por el momento, por su poder económico y militar, juega un papel decisivo al interior de la Unión Europea. Su núcleo duro está formado por Alemania y Francia. En su torno giran la mayoría de las naciones de Europa Occidental. Núcleo que ha debido, por fuerza de las circunstancias, transformarse en eje militar, lugar para el que no estaba todavía preparado. De acuerdo a la postura predominante que ha mostrado en la ayuda militar a Ucrania podríamos denominarlo como un bloque de apoyo militar limitado, sobre todo si nos atenemos a la consigna principal, en diversas ocasiones formuladas por los mandatarios Macron y Scholz. Esa consigna es: «Ucrania no debe perder ni Rusia debe ganar». Si la traducimos al lenguaje práctico quiere decir: tanto la victoria como la derrota deben ser parciales y no totales.

Por de pronto hay que dejar en claro que el bloque de apoyo militar limitado comparte con el resto de Europa el rechazo absoluto a la invasión rusa comenzada el 24 de febrero del 2022. Está también de acuerdo en que la guerra iniciada por Putin corresponde a un proyecto de revanchismo histórico formulado por el mismo Putin, a saber, el de reconstituir el antiguo imperio zarista y estalinista bajo nuevas formas. Propósito que a la vez ha llevado a Putin a intentar revertir el orden político mundial surgido en 1989-1990. Coinciden con toda la UE y Gran Bretaña en que, con la invasión del 2022, Putin rompió con toda la legislación y acuerdos vigentes.

Por eso, el objetivo de la guerra, en la que participan enviando armas, busca hacer retroceder a Rusia a los límites establecidos hasta febrero del 2022, vale decir, hasta los estatuidos con la invasión a Crimea y la apropiación ilegal del territorio del Donbas. Esos límites geográficos determinarán también los límites de la guerra.

Francia y Alemania están de acuerdo en respetar esos límites y mantener la guerra bajo el primado de la política, lo que significa no intentar romper todos los puentes con Putin, propuesta con la que el dictador ruso parece estar de acuerdo. El trío telefonista (Putin, Macron, Scholz) no ha perdido la conexión.

En cierto modo, la idea central del “bloque de la guerra limitada” parece ser la de obtener sobre Rusia una victoria parcial que abra, en un momento determinado, un espacio negociador entre el gobierno ruso y la UE, sobre la base – no lo ha dicho nadie de modo explícito pero es un secreto a voces – de la concesión a Rusia de algunas zonas de Ucrania. Cuanto deberá reclamar Rusia para sí, y cuanto deberá corresponder a Ucrania, lo decidirá el curso de la guerra y de las negociaciones.

2-El bloque por la victoria definitiva

La idea de la guerra de objetivos limitados, patrocinada por o desde la UE, topa sin embargo, con dos oposiciones. La primera: la intransigencia del dictador ruso quien no piensa cejar hasta lograr sus objetivos, los que en el tiempo se agrandan de modo proporcional a la imposibilidad de seguir avanzando en Ucrania. La segunda: la posición de Ucrania y de los países más amenazados por la expansión rusa, entre ellos Polonia, Finlandia, los países bálticos, a los que se suma Inglaterra, políticamente más ligada a los EE.UU. que al resto de Europa y, sorpresivamente, Holanda. A ese segundo bloque lo llamaremos, el bloque por la victoria definitiva.

A diferencias del bloque anterior, el objetivo fundamental es derrotar inapelablemente a Rusia. Por eso la consigna central es: Ucrania debe ganar y Rusia debe perder. La diferencia entre el «no perder» del primer bloque y el «ganar» del segundo, es importante. Rusia, según este bloque, debe quedar militarmente inhabilitada para intentar a mediano o corto plazo otro acto de anexión a Ucrania o a otro país europeo lindante con Rusia. De ahí viene la exigencia permanente a los países europeos para que sean enviadas más y mejores armas que permitan no solo rechazar ataques sino realizar una defensa ofensiva en territorio ucraniano. Para eso y no para otra cosa, Ucrania requiere de los tanques Leopard 2 , Challenger y Abrams, y de los aviones F-16 europeos y americanos.

La posición del bloque de la victoria definitiva puede ser vista como ilusoria, pero en Ucrania parte del principio de realidad. Hay aquí una razón muy importante: Ucrania no es un país más en el conflicto, es el país que está poniendo los soldados, y en su verdad brutal, es el que está poniendo los muertos. Debido a esa razón, Zelenski y los suyos no aceptarán nunca que Ucrania sea una simple ficha puesta a jugar en tablero ajeno.

Pero además hay otra razón de peso. Ucrania no solo está luchando por Ucrania, sino por todos los países de Europa, y en primer lugar, por los más amenazados por el proyecto expansionista de Putin.

Los gobiernos que otorgan apoyo incondicional a Ucrania plantean exactamente lo mismo que Zelenski. Aducen que en caso de una paz pactada a espaldas de Ucrania, Putin y su mafia buscan ganar tiempo para rearmarse e iniciar de nuevo su ofensiva en contra de Ucrania y–o los países de Europa Central y del Este. El hecho de que Putin estará siempre dispuesto a irrespetar los acuerdos internacionales, ha sido muchas veces demostrado. Putin siempre está en guerra y la diplomacia para él es un instrumento de guerra. Sigue evidentemente a Sun Tzu: «el arte de la guerra se basa en el engaño». Por eso la victoria europea deberá ser –piensan los ucranianos y los gobiernos que les son más afines– definitiva, o no ser. ¿Qué significa en este caso definitiva?

En términos cronológicos, una victoria definitiva significa obligar a Rusia a que regrese no a 2022 (plan Macron-Scholz) sino a 2014. En términos espaciales, que retire sus milicias de todos los territorios ucranianos, incluyendo Crimea y el Donbas. Ucrania, ha dicho Zelenski, nunca podrá ser libre con enclaves rusos incrustados al interior de su cuerpo nacional.

En efecto, para el gobierno ucraniano, la invasión rusa comenzó no en el 2022 sino en el 2014. Desde esa fecha, afirman los ucranianos, ha habido resistencia y guerra en Ucrania. Febrero del 2022 habría significado solo el paso de una guerra de mediana a una de alta intensidad, pero no a una nueva guerra. Que los gobiernos occidentales no lo hayan visto así fue simplemente porque miraban hacia otro lado, obcecados como estaban en obtener gas y petróleo ruso a precios reducidos. La posición ucraniana y la del este de Europa a la que probablemente se sumará la de la República Checa después del triunfo electoral del general retirado Petr Pavel, cobra mayor fuerza si los ucranianos se sienten apoyados más allá de Europa, antes que nada por los EE.UU.

3-El bloque de ultramar

Hay coincidencias entre las posiciones que representan EE.UU., Canadá, Gran Bretaña y Japón (el bloque anti-Putin de ultramar) con las que defienden Ucrania y sus aliados europeos inmediatos. Pero esas posiciones no son idénticas. Por cierto, entre una victoria parcial, según Scholz y Macron y una victoria definitiva, según Zelenzki y sus aliados más cercanos, los EE.UU. y sus amigos elegirían sin titubear la segunda alternativa. Pero esto no quiere decir que bajo determinadas circunstancias no puedan acomodarse a una alternativa intermedia, esto es, a la de una victoria limitada o parcial. Lo único que ese bloque no puede aceptar, y bajo ninguna condición, es una victoria de Rusia. Para explicarnos mejor, podemos decir que el enfrentamiento con Rusia no termina para los EE.UU. en Rusia. El verdadero problema de los EE.UU. comienza en Rusia, pero sigue con China.

De acuerdo a la estrategia internacional norteamericana, China es el enemigo principal y Rusia el enemigo inmediato. Quiere decir, la confrontación con la Rusia de Putin es para los EE.UU. parte de una estrategia superior: la confrontación con China. En ese punto la política internacional de Biden no se diferencia de la de Trump.

China representa para los EE.UU. una amenaza doble: económica y militar. Los americanos están por cierto conscientes de que China es antes que nada una potencia económica en expansión permanente y en segundo lugar una potencia militar. Pero por eso mismo creen que China podría, bajo condiciones agudas, poner su potencial militar al servicio de su potencial económico. Ahora bien, para asegurar su lugar geopolítico en el mundo, China deberá construir en su torno un bloque de naciones aliadas, tanto o más grande que el que hegemonizan los EE.UU. Ese bloque incluiría a naciones del sudeste asiático, pero también reposaría sobre una alianza estratégica, política y militar con India, Irán, y sobre todo con Rusia.

Fue por eso que en los inicios de la guerra contra Ucrania, Xi Jinping apostó duro a favor de Rusia. Solo cuando vio que Rusia había quedado estancada en Ucrania, comenzó a recular. En cualquier caso, no ha enviado armas a Putin y ha reafirmado su negativa al uso de cualquier implemento nuclear. No obstante, la posibilidad de una alianza entre China y Rusia seguirá vigente hasta que Rusia pierda definitivamente la guerra. Para los EE.UU. esa alianza no debe consumarse jamás. Justamente por eso le es imperativo derrotar a Rusia y, de paso, convertirla en una nación militarmente debilitada.

Para EE.UU. está claro que, en caso de una victoria de Rusia en Ucrania, China volvería a insistir en su propósito de anexar Taiwán, algo que los EE.UU. no pueden aceptar. Cierto es que por derecho Taiwán pertenece a China (la existencia de «una sola China» ha sido ratificada en diferentes ocasiones por los gobiernos de EE.UU. desde los tiempos de Nixon) pero de hecho, pertenece a Occidente. Entre el derecho y el hecho, China ha actuado hasta ahora con prudencia, aceptando una situación ambigua la que, por ahora, conviene a China y a los EE.UU. Pues bien, en el caso de que EE.UU. aparezca como un derrotado y Putin logre erigirse victorioso, la ambigüedad en torno a Taiwán terminará y los EE.UU. deberán enfrentarse al que Biden llama «bloque autocrático mundial» bajo la conducción de China.

Alemania y Francia, vale decir, el eje del núcleo de la UE, parecen compartir la tesis norteamericana de que China es un potencial peligro antioccidental. Hay que anotar, empero, una diferencia. Mientras los EE.UU. han decidido practicar una política de amedrentamiento contra China, Francia, y sobre todo, Alemania, han optado por la política del «poder suave», para usar el concepto que popularizara Joseph Nye.

Lejos de distanciarse de China, Scholz ha decidido mantener una amable diplomacia con la gran potencia asiática, intensificando relaciones comerciales, aunque cuidando no caer en una dependencia estratégica como en la que cayó Alemania con Rusia. En ese marco se explica también su viaje a Latinoamérica donde consiguió al menos desactivar en parte el putinismo ideológico de Lula y abrir un espacio para que el líder brasileño expusiera su idea de un “club de la paz” que incluiría a China, India y Brasil. Si los EE.UU. actúan frente a China como “el policía malo” y Alemania (o Francia) como “el policía bueno”, o si se trata de diferencias estratégicas entre los EE.UU. y una parte de Europa Occidental, solo lo sabremos después.

Para emplear una expresión cara a Mao Zedong, en el Occidente político hay, en relación con Ucrania, diferencias pero no antagonismos. En cualquier caso, menores a los que desearía Putin. Si estas diferencias desaparecerán o se agrandarán, dependerá en primera línea del curso de la guerra en Ucrania. Nada está escrito sobre piedras.

4-El bloque antioccidental de occidente

Putin, hay que martillar sobre este punto, no está internacionalmente aislado. Cuenta con aliados atómicos, entre ellos Irán y la India. China, si los EE.UU. continúan provocándola, puede acercarse más a Rusia. América Latina está penetrada económicamente más por China que por los EE.UU. y es evidente que la ocurrencia de Lula relativa al “club de la paz”, es más de marca china que brasilera. Más aún: Rusia cuenta, sobre todo en Europa, con aliados políticos, tanto de ultraderecha como de izquierda. El lepenismo y el melencholismo, ambas formaciones putinistas, tienen acorralado a Macron en Francia. La socialdemocracia alemana ha sido corroída desde hace tiempo por la Rusia de Putin, y algunas declaraciones de Scholz han sido aplaudidas en el parlamento por la ultraizquierda y por la ultraderecha alemana. El nacional-populismo ha logrado disfrazarse de pacifismo en Europa.

Además, Putin cuenta con países aliados en los propios interiores del occidente político. La Hungría de Orban, la Turquía de Erdogan, y en cierta medida la Serbia de Vucic. comparten los mismos ideales políticos de Putin: antioccidentalismo cultural, oposición a la UE, negación radical del liberalismo político (no del económico), defensa irrestricta de valores conservadores (orden, patria, familia y estado), persecución a los disidentes sexuales, y en el caso de Hungría y Turquía, integración de las religiones al poder, sean estas católicas, ortodoxas o islámicas. Hungría ya es objetivamente una ficha de Putin en la UE, así como Turquía lo es con frecuencia en la OTAN.

El nuevo orden internacional propuesto por Putin debe surgir, de acuerdo a la racionalidad de este bloque, de un levantamiento global en contra del occidente perverso, disoluto y decadente. Con relación a la invasión a Ucrania, los gobernantes de los países mencionados mantienen la tesis de que Putin solo ha respondido, herido en su orgullo nacional, a la creciente ampliación de la OTAN. Esa, que originariamente fue la tesis de Orban, es hoy compartida por todas las derechas e izquierdas extremas de Europa.

El fenómeno por cierto, no es nuevo. Recordemos que la avanzada de Hitler sobre Europa contó con el apoyo de partidos fascistas al interior de los países europeos y la expansión de Stalin con la presencia erosiva de los partidos comunistas. Putin – lo dejó muy claro en su discurso de Stalingrado (02.02.2023) – ha logrado unir ambas dimensiones, la fascista y la comunista. La guerra que estamos viviendo no solo es militar, también es ideológica. En esa larga y cruenta guerra, la de Ucrania será probablemente una más.

5-Una reflexión final

El Occidente político está dividido y no hay que ocultarlo pues la división, cuando es política, no es necesariamente un signo de debilidad. Por el contrario. La condición natural de la política es la división. Esto vale a nivel nacional como internacional. Nadie puede pedir a las naciones democráticas aliadas en contra de Rusia que pospongan sus intereses nacionales en aras de la unidad. Una alianza fuerte no se basa en la unidad a todo precio, sino más bien en la coordinación y aceptación de las diferencias.

Los intereses de Europa occidental no pueden ser exactamente los mismos que los de Europa del este. De igual modo, los intereses de Europa no pueden ser los mismos de los EE.UU. En ese sentido no existe una posición verdadera y una falsa ante la guerra de Putin. Por el contrario: la formación de bloques político-militares no solo es inevitable sino, además, necesaria. Podemos decir que son las formas mediante las cuales son ordenadas las contradicciones. Lo que sí importa es que los distintos bloques logren adecuar sus diferencias en torno a denominadores comunes. Y hasta ahora, ha sido así. Occidente ha logrado una unidad básica, una que solo es posible que surja a través de las deliberaciones al interior de las instituciones creadas para debatir. Ahí reside precisamente la ventaja occidental: la democracia, practicada hacia el interior como hacia el exterior de sus naciones.

La paradoja de esta historia es que Putin, con su proyecto definido por él mismo como antioccidental, ha terminado por hacer renacer políticamente a Occidente, dando sentido a un «nosotros internacional» que antes no existía. Con mucha razón, en la cumbre de la UE en Kiev, dijo Ursula von der Leyen: «Ucrania es uno de los nuestros»

Quiso decir: Ucrania es un país europeo y occidental en forma. No es un paraíso, por cierto. Tampoco una unidad armónica y perfecta. Occidente puede ser tan errático y tan corrupto como Oriente. Pero hay una posibilidad que explica por qué millones de personas no occidentales quisieran vivir como se vive en Occidente; y esa es la posibilidad de disentir, o sea, la libertad de pensar y de hablar. No es poco. Nadie puede pensar sin disentir, aunque sea con uno mismo.

Y solo pensando, somos humanos. Justamente por eso Putin quiere destruir a Ucrania. La presencia de una Ucrania soberana y autónoma, pero sobre todo democrática, puede ser muy peligrosa para una autocracia sin disidencias, como la que quiere construir Putin en Rusia.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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Carlos Raúl Hernández

Sacaron sus intestinos sin amputarlos y los pusieron en un asador. Le rompieron piernas y brazos y moriría despresado por caballos. Ese fue el suplicio de Robert-Francois Damiens, quien atentó contra Luis XV. (La chusma gritaba enardecida “!Aguanta Robert¡”)

Washington Post deja colar la reunión de enero en Kiev entre William Burns, jefe de la CIA, y el presidente Zelensky. La información viene pasteurizada, homogeneizada, antiséptica y antibiótica para mantener a los lectores desprevenidos, pero es una provocación para curiosos. Según el Post, Burns habría dicho “que el apoyo norteamericano es fuerte, pero de pronta caducidad (¿?) …porque ·los legisladores republicanos rechazarán un nuevo paquete de ayudas”, lo que los criptógrafos de la CIA interpretar como: “Te amo con pasión, más que a nada en el mundo, pero la vida nos separa”. Movilizar tan lejos y a un área de peligro al vértice de la inteligencia, no puede ser para decir perogrulladas, sino para tratar sucesos dramáticos.

Después de muchas horas, cuando el Gulfstream IV de Burns ya estaba estacionado en Orly, digo yó, Kiev captó que no contaría con más recursos y que la cámara de representantes va a exigir una rigurosa contraloría, como declaran, sobre cada uno de los aportes. Zelensky luce ahogado por escándalos de corrupción, nada menos que en el receptor de las ayudas militares, el ministerio de defensa. Su gobierno también se descompone porque altos funcionarios desmienten sistemáticamente su incorregible mala costumbre de atribuir a Rusia hechos que podrían desencadenar la guerra mundial. Von der Leyen dio una cifra asombrosa de 100 mil bajas en el ejército, lo que se tomó como una gaffe más de las que acostumbra en amistosa competencia con Josep Borrell.

La posición del presidente Biden que trasmitió el jefe de la CIA, está relacionada con un nuevo y denso documento: Evitar una guerra larga. La política estadounidense y la trayectoria del conflicto Rusia-Ucrania: Corporación Rand (enero 2023) de primerísima importancia para comprender lo que pasa y lo que puede pasar. Deja claro el paper que su perspectiva corresponde a los intereses norteamericanos, que “suelen coincidir con los de Ucrania, pero no pueden confundirse, porque no son los mismos”. La Fundación Rand, es el think tank de mayor influencia en la inteligencia norteamericana, financiada por el Pentágono. Arquitecto de la guerra de Ucrania y de la estrategia para producirla, corrige ahora la marcha.

Afirma que EE. UU debe terminar el conflicto porque “…los costos y riesgos de una larga guerra en Ucrania…superan los beneficios…para EE.UU. Aunque Washington no determina por sí mismo la duración… puede tomar medidas que hagan más probable un final negociado del conflicto”. La guerra de Ucrania en varios aspectos reportó ganancias para los EE. UU: la asombrosa e inédita obediencia de Europa, cuando aún recordamos el cruce de mordiscos entre Trump y Merkel; la sustitución del baratísimo gas ruso por el licuado gringo, cuatro veces más caro. Inutilizar los gasoductos Nord Stream, lo que dificulta las fuerzas de crecimiento de Europa, mientras acelera su decadencia económica y geopolítica. Al mismo tiempo Biden ofrece subsidios en la ley contra la inflación a las empresas que se fuguen a EE. UU, como lamentó Macron.

El mundo presencia el fracaso del armamento europeo, que será sustituido en adelante por productos de Lockheed-Martin, Indra, Northrop, General Dynamics, para el nuevo ejército de OTAN. Es posible que sea el fin de la Ucrania que conocimos, porque la propuesta de la CIA sin anestesia es dejar en manos de Putin lo que obtuvo en combate, 20% del territorio, y además, conocida la sagacidad financiera de Zelensky, ya ofreció hace tiempo a las potencias que sean en la posguerra “patrocinadoras” de provincias o ciudades ucranianas, protectorados de status parecidos a Alemania después de la segunda guerra, pero sin armas y con dinero. El documento casi dice a Biden como a Robert de Niro en Casino de Scorsese “retírate que ya ganaste, tienes a la chica y el diablo puede cambiar tu suerte”, consejo nunca desdeñable.

Desde los intereses norteamericanos, Biden “tiene amplias razones para establecer como prioridad prevenir el uso de armas nucleares”. Le preocupa a Rand que se pase por alto la exigencia del general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, que “la confrontación se mantenga dentro de los límites de Ucrania” (hemos visto que Zelensky y sus amigos de la región hacen todo tipo de tejemanejes para extender la guerra a territorio OTAN). Saltemos a 2019, a otro documento igualmente decisivo en la historia actual: Sobreextensión y desequilibrio de Rusia. Evaluación del impacto y de los costes de las posibles opciones: Corporación Rand (2019) Con la autoridad que le confieren a la corporación más de setenta años asesorando la política norteamericana, no hay duda ni interpretación en lo siguiente: propone hostilizar a Rusia y sacrificar a Europa.

Tenían claro que EE. UU no podía “irse a las manos con Rusia” por su poder nuclear, pero si hostilizarla valiéndose como chivos expiatorios de sus aliados, porque los problemas que esto les ocasionaría serían en beneficio de EE. UU. Las sanciones no fueron un castigo por la intervención a Ucrania, sino meticulosamente preparadas y previstas sus implicaciones: “las sanciones podían producir grandes costes y, dependiendo de su severidad, grandes riesgos (para Europa)”. Salieron conforme lo previsto, incluso su severidad para Europa, pero falló un presupuesto esencial “…estresaría la economía rusa y podría limitar el presupuesto del Estado y, por extensión, el gasto en defensa. Al adoptar políticas que expandan la oferta a nivel mundial y depriman los precios globales (de la energía), EE. UU puede limitar los ingresos rusos. Hacerlo implica poco costo riesgo y producirá beneficios de segundo orden para la economía estadounidense”.

Esta premisa estaba formalmente bien concebida, pero Putin aherrojaba su relación con la OPEP, que le permitió sortear el propósito, que se suponía de “bajo costo”. Biden quiso superarlo, ya tarde, con un viaje a Arabia Saudita. Es escandalosamente evidente que ningún líder europeo leyó el documente, pero Putin sí. Según lo previsto propone claramente fomentar la fuga de talentos a EE.UU. El plan contiene también los elementos de la “guerra asimétrica”, campañas intensas para “crear la percepción de que el régimen ruso no está interesado en el interés público. Podría enfocarse sobre la corrupción generalizada y a gran escala para cuestionar la legitimidad del Estado…Alentar las protestas internas y otras de resistencia no violenta se concentrarían en distraer o desestabilizar el régimen ruso…pero el riesgo es alto y sería difícil para los gobiernos occidentales aumentar directamente la incidencia o intensidad de actividades anti-régimen en Rusia”.

Boicotear eventos deportivos y culturales: “es cierto que ninguno de estos elementos tiene alta probabilidad de éxito, pero funcionan para generar todavía más ansiedad en los ciudadanos y el gobierno…”. Considera necesario desconocer el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio INF, para desplegar misiles en Europa que apunten a Rusia. Desde que surgió esta guerra, que hace un año llamé “la más estúpida del mundo” lo hice porque conocía el plan y tenía claro que los perdedores serían Europa y Ucrania, ya desde antes evaluada por los organismos internacionales como la de peor desempeño económico, desarrollo político y con mayor grado de corrupción y atraso institucional. Como de costumbre los teofrastos, teobaldos y teodomires se pusieron sus guayucos intelectuales de inquisidores intrigantes para manifestar su horror ante el putinismo de quienes hablaba del triste destino de Ucrania. Ahora gritan ¡aguanta Robert! Con sus rupestres cabelleras, o calvas, tomo la libertad de limpiarme los zapatos, as per usual.

@CarlosRaulHer

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Ángel R. Lombardi Boscán

Tenía razón Mariano Picón Salas, Venezuela entró al siglo XX luego del fallecimiento del tirano Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935. Aunque hay que agregar, que el principal artífice de éste muy venturoso suceso, fue el general Eleazar López Contreras y su presidencia amable de apertura democrática entre los años 1936 y 1941. Algo inesperado ya que López Contreras fue el ministro de la Guerra de Juan Vicente Gómez.

Los caminos humanos son siempre sinuosos. Y la rectitud no se muestra en el acontecimiento aislado sino en la suma silenciosa de toda una obra en conjunto. López Contreras fue un venezolano con integridad de principios y básicamente humanidad. No es el padre de la Democracia, hoy otra vez suspendida, aunque sí el padre de su Transición entre los años 1936 y 1958.

Sin poder probarlo ya que en la Historia nada se puede probar: ni siquiera el mal. López Contreras fue un híbrido entre el bárbaro y el civilizado. Al final, pienso que prevaleció el civilizado. Tampoco creo que fue un gobernante corrupto y ya esto no es poca cosa en una Venezuela acostumbrada a confundir la toma del Poder con los privilegios mal habidos.

López Contreras arrastró consigo el pecado de origen de colaborar con la tiranía gomecista hasta un punto en que pudo actuar con manos libres y reivindicar una personalidad independiente y de carácter propio. Evitó la Guerra Civil en el año 1936 y acabó con la política represiva de su antecesor. Fue un político práctico.

Entendió que el poder sin contrapesos implicaba la inmolación en manos de sus adversarios y enemigos políticos. Razón por la cual permitió una apertura sana para cerrar las muy duras heridas de la dictadura gomecista. No apoyó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) y en el año 1961 el Congreso le otorgó el gran honor de ser Senador Vitalicio como símbolo de una Venezuela reconciliada.

«Al iniciarse mi gobierno, uno de mis primeros actos en busca de la armonía y conciliación de la familia venezolana fue dictar una amnistía general para los adversarios políticos del régimen anterior. Al efecto se ordenó la libertad de todos los detenidos por diversas causas en los Castillos y Cárceles de la República, que no hubiesen estado sometidos a los Tribunales de Justicia o cumpliendo condena. Así también fueron transmitidas las instrucciones del caso para que nuestros representantes consulares en el exterior pudieran expedir pasaportes a todos los exilados que estuvieran dispuestos a regresar al seno de la Patria. Tanto a los detenidos políticos como a los exilados, se les proporcionaron los recursos necesarios para sus gastos de viaje a sus respectivos hogares, exceptuándose a las personas que manifestaran sus deseos de no aceptar la protección económica del gobierno de Venezuela».

López Contreras nadó entre dos aguas tormentosas y en conflicto: la Venezuela gomecista de prácticas políticas primitivas y la Generación del 28 que hizo alarde de querer meter al país dentro de los códigos de la modernidad política. Como presidente a caballo entre esas dos tendencias apeló a formas civiles sustentadas en los acuerdos y la conciliación. Su apego a la institucionalidad fue su norte y procuró lavarle la cara sucia a un Ejército que mancilló su prestigio arrodillándose y mal sirviendo a una tiranía oprobiosa y cruel.

«El mundo está constituido por una serie de paradojas que desgraciadamente no comprendemos. López Contreras podrá haber sido un entusiasta admirador de Gómez; pero con los hechos demostró que más que a Gómez admiraba la dignidad humana. López Contreras acabó, no solamente con los grillos de Gómez, sino que lleva ya quince años la República sin la amenaza de los grillos, caso único en nuestra vida pública». Carlos Brandt

Si algo le preocupó a López Contreras fue la memoria histórica: el juicio póstumo que tendríamos de él. Nosotros, quienes nos dedicamos a comprender el pasado, preferimos no juzgar. Lo que sí es evidente es que la presidencia política de Eleazar López Contreras entre los años 1936 y 1941 permitió a Venezuela construir una Democracia de cuño progresista que hoy en el país echamos en falta.

Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia.

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Latinoamérica21

¡La COP27 llegó y se fue! Y al comenzar el 2023, con todas las mejores intenciones y resoluciones, nos preguntamos: ¿quién apoyará y hará operativos los acuerdos alcanzados?

Uno de los principales resultados de la Conferencia de las Partes (COP27), de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc), fue la creación de un fondo específico para pérdidas y daños, a fin de apoyar a los países más vulnerables al cambio climático. Esta es una demanda histórica de los países del sur global, particularmente las pequeñas naciones insulares y los países menos desarrollados, que están sufriendo los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos y otros desastres climáticos. De hecho, la creación del fondo de pérdidas y daños es fundamental con miras a complementar el esfuerzo en cuanto a mitigación y adaptación que ya se está dando.

Después de treinta años de discusiones y negociaciones sobre el cambio climático, nuestros líderes políticos a escala mundial no han enfrentado el problema de manera efectiva, tampoco han proporcionado alternativas globales para la acción climática ni guiado el cambio para un futuro más justo, inclusivo y sostenible.

Muchas personas de todo el mundo, esto es, activistas, ambientalistas, científicos y ciudadanos, desconfían de los resultados de las reuniones mundiales, como la COP27, lo que debilita su legitimidad. Sin embargo, han surgido simultáneamente muchos espacios nuevos para una participación comprometida y más amplia, que tratan de llenar el vacío entre la ciencia, la política y la sociedad.

¿Cuáles son los principales resultados a los que han llegado los actuales dirigentes en la COP27?

El fondo para pérdidas y daños es uno de los principales logros de la COP27. Sin embargo, este es solo el comienzo de una conversación que marcará la agenda de los próximos años. ¿Qué países deberían proporcionar financiamiento? ¿Cómo se distribuirán los fondos? ¿Qué pasa cuando desaparecen las formas tradicionales de habitar el planeta, y las prácticas culturales se transforman a causa del cambio climático?… ¿Se pueden compensar con dinero? ¿Cómo medimos los pagos y las compensaciones, debido a la destrucción del planeta?

La conversación continúa con otros resultados importantes para las Américas. El Plan de implementación de Sharm el Sheij destaca que una transformación global hacia una economía de poco carbono necesitará al menos de entre 4 y 6 billones de dólares al año. No obstante, la meta de los países desarrollados de mover 100 mil millones de dólares al año, para el 2020, no se ha cumplido.

En 2023, los países presentarán planes climáticos más sólidos y ambiciosos a la Secretaría de la Cmnucc. Estos serán analizados para ver qué tan cerca estamos de mantener la meta de 1,5 °C. Además, se decidió establecer un programa de trabajo sobre la transición justa.

La magnitud de la crisis climática representa otros retos en cascada que deben afrontarse en un futuro cercano, pero que si se trabaja adecuadamente, podrían ser la clave para construir un mundo más justo, democrático y equitativo: mejorar la participación, amplificar la voz de los jóvenes, generar confianza entre países, y potenciar el liderazgo en todos los niveles con la intención de hacer frente a nuestros complejos retos comunes.

Construyendo esperanza para afrontar la crisis climática: otro significado del liderazgo desde el continente americano

Durante las últimas tres décadas, dirigentes nacionales y mundiales vienen discutiendo las repercusiones de la actividad humana en el planeta y los efectos negativos que la modernidad y el desarrollo ejercen sobre el clima, la naturaleza y la biodiversidad, lo que se ha dado a llamar el Antropoceno. Esta es una época en la que los humanos están encabezando cambios a escala global como una fuerza geológica. El síntoma prominente del Antropoceno es la crisis climática, debido al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y a un liderazgo humano caracterizado por apostar por y defender un crecimiento económico sin fin, que se basa en la dominación, el crecimiento y la explotación, y comprende, a su vez, siglos de esclavitud.

La ciencia ha sido clara durante muchos años sobre la necesidad de reducir notoriamente las emisiones, a fin de cumplir con los objetivos internacionales y descarbonizar las actividades humanas. El tiempo se acaba, y en este contexto crítico cada acción (e inacción) cuenta. Todavía hay una gran brecha para vincular a la ciencia con la política y con la acción social, y no existe una fórmula mágica para resolver los complejos problemas que padecemos, incluyendo a la emergencia climática. Entonces, ¿cómo podemos (re)construir una nueva arquitectura científico-política y (re)activar la imaginación para pensar en caminos alternativos, a fin de hacerle frente activamente a nuestros problemas? La crisis climática también es una crisis de liderazgo e imaginación para construir consensos.

Paradójicamente, al mismo tiempo que se llevó a cabo la COP27, 30 científicos de carrera de temprana y profesionales de diferentes disciplinas, participantes, a su vez, del programa de Ciencia, Tecnología y Políticas (IAI-STeP) de 14 países de todo el continente americano, se reunieron en Uruguay con el objeto de abordar uno de los desafíos más apremiantes que está relacionado con la crisis climática: cómo vincular efectivamente el conocimiento científico-técnico y las dimensiones sociales, políticas y éticas con miras a apoyar una política ambiental inclusiva y orientada hacia la acción.

Las(os) profesionales del programa IAI-STeP tenemos como objetivo trabajar con el propósito de construir un tipo de liderazgo más eficiente que cada persona pueda ejemplificar; una dirigencia pluralista, ética, colectiva, inclusiva y horizontal, más adecuada, asimismo, para abordar los retos del siglo XXI. Esta dirigencia debería poder facilitar la participación efectiva de todos los actores de la sociedad en la coproducción de conocimientos y soluciones, y en la amplificación de las voces de los que ya están sufriendo los impactos del cambio climático. Traer a la mesa una rica diversidad de conocimientos y experiencias requiere de empatía, vulnerabilidad y capacidad de escucha, habilidades necesarias para reimaginar conjuntamente opciones de desarrollo, construir resiliencia y, quizás, consensos, en la búsqueda de soluciones a la crisis del clima.

La COP27, al igual que las conferencias anteriores, dejó muchos asuntos e inquietudes sin resolver, como las finanzas, las responsabilidades, las relaciones de poder y la transparencia, que vuelven a ser los aspectos pendientes.

Estos puntos son parte de los problemas estructurales que evolucionaron junto a la colonización, la exclusión y la explotación; procesos históricos encabezados por grandes grupos de poder. Por eso, el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas (CBDR, por sus siglas en inglés)» fue incluido en la Cmnucc. Sin embargo, su implementación no ha avanzado aún con miras a construir un buen consenso entre los dirigentes mundiales de este momento.

Los resultados de la COP27 son una vez más un ejemplo de posiciones contrapuestas en nuestro propio continente americano, posiciones que no parten de una visión compartida de la crisis del clima. Nuestros países continúan negociando desde diferentes grupos como países desarrollados, en vías de desarrollo y menos desarrollados. Todavía necesitamos asumir y conciliar los problemas de injusticia, racismo, desigualdad y colonización.

¿Llegará el día en el que nuestro continente tome una posición común o consensuada frente a la crisis climática? Volvemos a la pregunta: ¿quién apoyará y ejecutará los acuerdos alcanzados en la COP27? Tal vez serán los profesionales de programas de ciencia, tecnología y política (STeP) de todo el mundo que trabajan con Gobiernos nacionales, organizaciones internacionales, universidades y el sector privado, que finalmente harán que se alíen la ciencia, la política y la sociedad para la acción eficaz. Confiamos en que, con un grupo creciente de líderes interamericanos, como las(os) profesionales del programa STeP, una comunidad amplia, resiliente y significativa, que trabaja en puestos donde se deben tomar decisiones, esto se pueda lograr.

Autores: María Inés Carabajal, Fany Ramos Quispe y Kim Portmess

María Inés Carabajal es profesora y doctora en Antropología, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). STeP Fellow en el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Se ha especializado en las dimensiones humanas del clima y el cambio climático en el Antropoceno.

Fany Ramos es ingeniera ambiental, por el Instituto Politécnico Nacional (México). Tiene una maestría en Cambio Ambiental y Desarrollo Internacional, por la Universidad de Sheffield (Inglaterra). Es miembro de OWSD Bolivia, y actual IAI STeP Fellow.

Kim Portmess lidera el Ciencia, Tecnología y Políticas (STeP) Fellowship Program del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Se graduó de la Universidad de Cornell en ciencias botánicas y actualmente está cursando una maestría en gestión del riesgo de desastres y gobernanza climática. Vive y trabaja en Panamá.

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