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Griselda Reyes

¿Cuándo nos ocuparemos de lo importante?

Griselda Reyes

El país, lamentablemente, sigue entrampado en la política. Como el perro que se muerde la cola, en una acera insisten en excusarse en las sanciones, mientras que en el otro extremo dan tumbos entre la ansiedad por el poder y señalar al Gobierno de corrupto.

La prensa nacional abre sus titulares con la crisis país, pero por ninguna parte vemos, hasta el día que escribimos estas líneas, propuestas serias para empezar a ocuparnos de lo importante. ¿Qué es lo importante? En nuestra preocupación sincera y honesta por Venezuela y los venezolanos, creemos que debe priorizarse la generación del futuro.

Nos prometieron acabar con los niños de la calle y basta con salir a las calles de Caracas para constatar que no es más que otro eslogan sin éxito. Mientras los politiqueros de todos los extremos siguen en su debate estéril, la escuela venezolana tiene -al menos- 15 años de atraso, según ha podido constatar Fe y Alegría.

Las condiciones de infraestructura, la crisis salarial, la ausencia de transporte escolar, la falta de dotación de útiles y uniforme y, más grave aún, el hambre; han hecho que alumnos y maestros hayan desertado de las aulas de clases. Según cifras de esta misma organización, cerca de 160.000 maestros abandonaron sus puestos de trabajo en tres años. Otros menos conservadores han dicho que hoy hacen falta cerca de medio millón de educadores.

En el caso de los estudiantes, el panorama no es muy distinto. La 34ª edición del Informe Anual de Provea, sobre la situación de los Derechos Humanos en Venezuela, destaca que uno de los derechos más vulnerados ha sido el derecho a la educación.

«Todos los indicadores muestran que a medida que se deteriora el sistema educativo público y se prolonga la crisis económica, aumentan las barreras de acceso económico al derecho a la educación de la población más vulnerable», reza el documento divulgado recientemente.

Sin duda, el sistema educativo venezolano es una de las áreas prioritarias del país que ha sido afectada de manera más profunda. Frente a esto, cada noche me preguntó si esto aguanta hasta el 2024. ¿Acaso es la política más importante que nuestros niños?

No se trata de salir a victimizar aún más a los maestros. Ya bien conocemos todos que los pobres salarios a los que tienen condenados no les alcanza para llevar el pan a su mesa. También sabemos que le arrebataron su seguridad social y los beneficios que la contratación colectiva les aseguraba.

Aquí debe haber, cuanto antes, una política de Estado donde la educación sea el punto de honor. Por ejemplo, en estos días leíamos que parte de la maquinaria incautada en la operación anticorrupción se dispondría para obras de envergadura del área turística.

¿Acaso no deberían estos fondos ser dispuestos cuanto antes para levantar las escuelas que se nos están cayendo en el país? Por si el Ejecutivo no se ha enterado, la falla de los servicios públicos como el agua y luz en los centros educativos figuran entre las principales razones para no ir a estudiar.

Pues, esto hay que atenderlo con carácter de emergencia. Un centavo incautado hoy a quienes desfalcaron la nación debería ser para la educación pública oficial venezolana y para el sistema sanitario nacional.

Entendemos la importancia que puede ser explotar el turismo en nuestro país, pero ¿de qué nos sirve tener paraísos en los cuatro puntos cardinales de Venezuela, si el capital humano que lo atenderá en el futuro inmediato está hoy perdiendo tallas y capacidad intelectual ante la pobre alimentación que recibe en la escuela?

Tenemos a los maestros en las calles protestando salarios dignos, y a niños pidiendo en los semáforos; mientras las cúpulas siguen dándose vida de magnates. Hay que abocarse a lo importante, y no es precisamente después de las presidenciales.

¡El tiempo de la calidad de vida siempre es ahora!

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

Primaria vs realidad país

Griselda Reyes

El país va por un lado y la política por otro. Son pocos los puntos de encuentro entre ambos, y es que los venezolanos, desde hace muchos años, están más pendientes de su supervivencia, de llevar el pan a la mesa, que de los vericuetos de la clase dirigente.

Todos los estudios de opinión, y el más importante de todos estos, la calle, evidencian que la preocupación 1, 2, 3, 4 y más, del ciudadano, es la economía.

Hoy, poco se habla de política en la calle, en reuniones o restaurantes; la polarización nos llevó a un punto de inflexión. La política, y el acontecer nacional, como tema de conversación, encuentro o discusión en nuestros desayunos, almuerzos y cenas, desapareció, siendo sustituida por la subsistencia del día a día, en medio de la más que crítica situación de los servicios públicos.

El proceso político de la primaria presidencial que organiza un sector de la oposición venezolana, prevista a celebrarse el próximo 22 de octubre, el panorama no es muy distinto. El diarismo de este proceso, los detalles y pormenores, se ha quedado disminuido al mundillo político venezolano. Prueba de ello es que las proyecciones más optimistas estiman que votarían entre dos y tres millones de venezolanos. Impacta el nivel de acciones que hay que emprender, en tan poco tiempo, para conectar este tema importante, con el grueso del país.

A escasos cinco meses de la elección unitaria o unificadora, los abanderados del proceso opositor se debaten sobre las condiciones del mismo. La dinámica ha llegado al punto en el que pareciera que varios de los candidatos o candidatas, condicionan su presencia, apoyo y postulación, al costo más elevado posible para la Comisión Nacional que dirige el proceso.

El tema de la participación del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el voto de los venezolanos que han emigrado a diversas partes del mundo, destacan desde el inicio como los temas más polémicos sobre el proceso.

Por su parte, el órgano rector también ha puesto una cuota alta por su participación en el proceso que no todos están dispuestos a saldar.

En cuanto a la diáspora criolla, la última información oficial surgida de la propia Comisión Nacional de Primaria, señala que se le permitirá registrarse electrónicamente, lo cual arrojaría cuántos son y dónde están, desde los lugares más cercanos a los más recónditos del mundo; en un esfuerzo por hacerles espacio para ser parte del proceso.

La primaria, que podría ser un gran ejercicio de democracia, hoy se ha reducido a actores de los partidos tradicionales y unos cuantos que pretenden venderse como outsider. ¿Será esto suficiente para arrastrar al electorado? ¿Se conformarán todos los actores del proceso con el voto de las maquinarias partidistas?

Después del 22 de octubre, el país no se acaba. La primaria parece ser preámbulo de lo que nos viene, y me refiero no solo a 2024. También el 2025 es otra prueba de fuego para todos los actores de la vida pública nacional.

El gran reto

Aunque, como en el béisbol, el juego no se acaba hasta que se termina, en política –y más aún en la venezolana– cualquier cosa puede pasar. Lo que hoy es una gran verdad es el reto que tienen todos los involucrados en el proceso electoral: quienes aspiren al proceso de primaria; los marginados y autoexcluidos de este evento; y hasta el Gobierno; es volver a hablarle a la gente, volver a entenderse con el venezolano que hoy está decepcionado de todos los extremos.

El rescate de la confianza está íntimamente relacionado con el estímulo a la fibra electoral. ¿Será suficiente este año y medio para lograrlo?, ¿Podrán las clases políticas venezolanas dar respuestas a los venezolanos?, ¿Seremos capaces de entendernos todos o nos limitaremos al dedo señalador y un «te lo dije» después de los comicios?

El 2024 y todas sus características políticas y el 2025; serán años muy movidos en el que acertamos o erramos. Lo segundo nos hará seguir en esa inercia hacia la nada que a tantos venezolanos hoy tiene decepcionados.

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

La política vs. lo social

Griselda Reyes

Hace días leí a un buen amigo narrar en Twitter una larga cola que hizo en un sector popular de Caracas. Palabras más, palabras menos, concluía que mientras el mundillo político estaba centrado en la conferencia internacional de Colombia y unos pocos menos en la salida de Juan Guaidó del país, los ciudadanos de a pie no tenían otra preocupación distinta al tema económico nacional.

Esta experiencia va un poco en consonancia con lo que por meses han señalado las principales encuestadoras del país. Sin hablar de antipolítica, las firmas consultoras venezolanas de más prestigio han señalado repetidamente que los ciudadanos han perdido el interés en esta materia, que no hay conexión real con la clase política actual. La razón parece ser más que evidente: estamos todos, sin importar el nivel socioeconómico, sobreviviendo.

Por ello hoy, en estas líneas, quiero reflexionar sobre la importancia de que lo político no trascienda, no arrope, a lo social y económico de ninguna manera. Es impostergable que quienes siguen ejerciendo el poder, sin más excusas, procuren soluciones que se traduzcan en mejor calidad de vida para los vulnerables.

Hoy una madre de familia de la sierra falconiana, una abuela de Socopó, un trabajador de Perijá; no ganan el ingreso suficiente para cubrir la canasta básica de su familia.

No es un secreto para nadie que nuestros pensionados se debaten si comprar las medicinas o la poca comida para la que alcanzan estas miserias en que convirtieron sus pagos.

Frente a esto, desde el Ejecutivo deben apretarse el cinturón y empezar a ponerle, de verdad-verdad, un parado a la corrupción. Los dineros públicos deben traducirse en mejoras para las mayorías, no en fortunas para unos pocos. Sabemos el efecto negativo de las sanciones, pero estamos claros que la corrupción ha hecho estragos mucho peores.

Desde el poder no pueden quedarse de brazos cruzados esperando que con los acuerdos de Bogotá o México se liberen las medidas internacionales y empiece a ingresar dinero a la arcas públicas. No, hay que empezar a invertir los ingresos petroleros en salud y educación. Hay que recuperar los fondos saqueados y darles la misma utilidad.

Tenemos encima el 1 de mayo. Urge darle respuesta a toda la clase trabajadora que lleva meses en la calle, reclamando lo que constitucionalmente les corresponde. Sueldos y salarios dignos que les permita alimentar y educar a sus hijos.

La política tiene sus tiempos, nosotros aspiramos a que esto se acelere luego de esa productiva conferencia internacional que acaba de desarrollarse en Bogotá. Pero los tiempos del hambre son mucho más duros. Este, definitivamente, es el reloj que debemos adelantar y no precisamente pensando en los dividendos político-electorales.

Todo esto no implica que estemos en contra de las negociaciones. Somos de los más entusiastas con que la comunidad internacional sea garante, como se acordó en Bogotá, de elecciones libres y levantamiento de sanciones. Aspiramos, como ha hecho incansables esfuerzos el presidente Gustavo Petro, en que se logre más democracia para nuestro país.

Este llamado de alerta es para dejar una exigencia pública que nuestra gente no puede seguir en ese letargo de hambre y miseria mientras los políticos se ponen de acuerdo.

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

No hay más tiempo que perder

Griselda Reyes

En las calles de Venezuela, sobre todo en el país profundo y devastado por el socialismo, el ánimo —sin duda alguna— es de sobrevivencia. Los venezolanos siguen haciendo cola para surtir sus vehículos de gasolina y condenados a interminables racionamientos de los servicios básicos. Frente a ello, es poco o nada, el entusiasmo que genera el tema político electoral.

La economía, el pobre bolsillo desmantelado por las desacertadas medidas del Ejecutivo nacional, sumado a las sanciones y al grave saqueo que han hecho del erario; han dejado a los venezolanos sin mayores opciones que huir hacia adelante viendo cómo llevar el pan a su mesa.

Es un cuadro muy complejo frente al reto de las elecciones presidenciales que se vislumbran, de acuerdo a la Constitución de la república, para el año 2024.

Esta oportunidad obliga a sentarnos —todos los que tenemos actividad política, social, gremial y empresarial— a estudiar el país que queremos y cómo lo construimos. No puede imperar la improvisación si realmente aspiramos rescatar la confianza de la inmensa mayoría del país que anhela un cambio.

Son tiempos en los que con honda responsabilidad debemos sentar las bases de la Venezuela que desarrollaremos los próximos 30 años. Un plan sensato y concretable empezando por temas tan álgidos como lo que ha sido polémica en los últimos años: corrupción, qué hacer con la principal industria del país, Pdvsa, o el Esequibo.

Venezuela no puede seguir siendo el país de oportunidades perdidas. Hoy ganarnos los corazones de los venezolanos pasa por presentar una política seria, con un candidato a la cabeza que sea capaz de —primero que nada— reunificar al país y luego devolver la calidad de vidas a quienes tantas penurias han pasado los últimos años.

No hay tiempo que perder. La utopía debe dejarse de lado, el país que debemos ser debe incorporar a los mejores. Una nueva clase política sin rayas de negocios turbios es lo que todos anhelamos. Un hombre o una mujer que deje los sectarismos y las facturas políticas atrás y convoque a los mejores venezolanos, cada quien en su área.

No podemos, el país no lo perdonaría, que el gabinete de la transición que debe venir en 2024, sea un club de amigos o, peor aun, cuotas partidistas.

Faltan menos de 200 días para un proceso de primarias de un sector de la oposición venezolana. Este debe ser el primer decantador de la vuelta electoral. Necesariamente posterior a este evento comicial debe haber sinceridad entre todos los actores políticos, entre quien resulte electo, el resto de los aspirantes y el grueso de quienes decidan no medirse.

Las presidenciales no pueden ser una carrera para ver quién es el segundo mejor lugar. No estamos hablando de una elección de reina de Carnaval. Estamos hablando de un quinquenio más condenando a los venezolanos a todo lo que bien sabemos supone el socialismo y la tan mencionada revolución.

El cambio de los destinos de este país, su integración al resto del mundo y el reencuentro de la familia venezolana… Para todo ello hay una oportunidad de oro, y pasa por dejar de perder el tiempo y la unificación de la mayor cantidad de criterios posibles en torno al o a la mejor.

¡Vamos a recuperar a Venezuela!

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

¿Y la ética?

Griselda Reyes

Venezuela en los últimos días ha sido un hervidero. Sí, me valgo de este término tan coloquial para intentar fotografiar todo lo que se ha desatado tras el desmontaje de una gran trama de corrupción que, según los órganos de justicia venezolano, incluye a Petróleos de Venezuela (Pdvsa), Superintendencia Nacional de Criptoactivos y Actividades Conexas (Sunacrip), y el Poder Judicial.

Poco me detendré a ahondar en los detalles técnicos de esta noticia. El país está informado de lo sucedido, a pesar del silencio mediático, así como los altos personajes capturados: funcionarios públicos y empresarios. También ya es ampliamente conocido que estos hechos desfalcaron –según fuentes oficiales– cerca de 3.000 millones de dólares y dejaron la bicoca de más de $20.000 mil en cuentas por cobrar a la estatal petrolera.

En medio de estas cifras astronómicas, en un país donde se nos muere la gente de mengua y hambre, la gran interrogante es: ¿Qué pasó con la ética y los principios?, Venezuela es hoy una cleptocracia y citaré algunos ejemplos para no hacer una aseveración tan seria sin argumentos. Los grandes afectados: los ciudadanos, dueños de la mayor reserva petrolera del planeta, para quienes hace años se cerró ese chorro y no reciben ni una gota de petróleo.

Comida podrida en Pdval equivalente a cuatro millones 400 mil dólares; y el desfalco atribuido a la administración de Rafael Ramírez, a quién se señala por el desvío de 11.271.148.806,36 millones de dólares de la otrora «gallinita de huevos de oro» de todos los venezolanos; son solo dos casos escogidos al azar de la enorme estela de corrupción que se ha registrado en el país desde el ascenso del chavismo al poder.

También el maletín de Antonini Wilson, coimas recibidas por funcionarios públicos por parte de la constructora brasileña Odebrecht; son más casos de corrupción develados desde el poder. Estos y muchos otros escándalos arrojan pérdidas que, los más conservadores estiman en 40.000 millones de dólares, mientras que otras voces elevan a $500.000 millones.

Han sido dos décadas donde la discrecionalidad, opacidad, falta de rendición de cuentas; han estado a la orden del día. La corrupción, un cáncer que hizo metástasis hace rato y que hoy, además del Gobierno Nacional, ha arrastrado también a actores de quienes se venden como el cambio.

Basta ver las acciones de la Asamblea Nacional electa en 2015, y el Gobierno Interino instalado por esta. En torno a estos actores también se desataron serias denuncias con el manejo de activos del Estado provenientes de la trasnacional Citgo y la empresa colombo-venezolana Monómeros.

Se trata todo esto del desvío de fondos que dejaron de llegar a las escuelas venezolanas que hoy se le caen encima a nuestros muchachos, comida que no llegó a los comedores escolares ni a nuestros ancianatos. Es dinero público que se perdió en lugar de traducirse en medicinas e insumos para nuestros hospitales o armas y uniformes para los cuerpos policiales del país.

Hoy, cuando nos llega la trágica noticia que 12 venezolanos murieron calcinados, así como leen, calcinados; en un centro migratorio mexicano; produce una terrible ira que nuestros niños, jóvenes, madres y abuelos; se vieran obligados a irse caminando por el continente buscando calidad de vida porque sencillamente unos funcionarios sin ética ni valores se robaron la plata que es de todos los venezolanos.

Este país merece una profunda revisión y nosotros como ciudadanos debemos asumir, de verdad-verdad, nuestro rol contralor. No podemos seguir en este círculo vicioso de justificar la corrupción, por muy minúscula que sea.

La corrupción, el robo descarado del erario público, a mi juicio es como los golpes de Estado. No hay asonadas buenas o asonadas malas, importando los protagonistas que la encabecen. Asimismo, no hay corrupción justificable. A los corruptos, todo el peso de la ley, eso sí, respetando sus derechos humanos y cualquier proceso debe ser apegado a la ley.

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

Comprometidos con el desarrollo…,

Griselda Reyes

¡Venezuela es el mejor país del mundo! Tenemos petróleo, hierro, oro y un sinfín de reservas naturales con las que Dios bendijo a esta tierra ubicada al norte del sur, con paradisíacos sitios turísticos y gente maravillosa. A menudo, manifiesto esto en mis redes sociales, y los promotores del odio y las rencillas separatistas me caen encima. Muy a pesar de ello, lo mantengo: Tenemos el mejor país del mundo.

Y ustedes se preguntarán: ¿Por qué tanta terquedad? Ciertamente, estamos en una difícil coyuntura económica, consecuencia de la debacle política; y atravesamos de nuestras más graves crisis sociales; el país ni ha tocado fondo, ni se ha acabado, ni se acabará. De manera inexplicable, hemos ido saliendo progresivamente de la atroz crisis de hambre en la que años atrás nos sumergieron las erráticas medidas económicas del denominado «Socialismo del Siglo XXI».

Pero volviendo a ver el vaso medio lleno, suscribo lo que he mantenido por mucho tiempo. En este país hay un grueso importante de venezolanos dispuestos a darlo todo para sacar a este país adelante. Lo que nos falta es cohesionarnos en función de remar todos juntos.

En días recientes hemos visto como se ha popularizado el deporte de kayak en el embalse La Mariposa. Un joven me comentaba el otro día que es muy cansón cuando lo haces solo y el acompañante no ayuda a remar. Esta metáfora la extrapolé de inmediato a nuestro país. Se nos hace muy cuesta arriba a quienes, tercos como yo, a diario luchamos contra todo pronóstico por mantener negocios en marcha.

Es seguro que, si todos sumamos esfuerzos en un futuro común, es muy difícil que nos lleve la marea. Por ello es necesario, que los referentes más importantes de la vida pública nacional sean valorados por cualquiera que logre puntear en la carrera electoral, para contar con su experiencia y sabiduría en función de las políticas públicas que deben asumirse una vez que se logre el cambio político que tantos anhelamos. 2024 es una gran oportunidad para ello.

Si Nicolás Maduro es derrotable, no es el norte de estas líneas. Si lo es la urgencia de organizar la «coalición de los mejores» para llegar al país que aspiramos ser: empresarios, gremios, sindicatos, academias, y todos los componentes y personas de la sociedad civil, deben ser convocados a sumar lo mejor de sí para la reconstrucción de Venezuela.

Escribo todo esto inspirada en el ejemplo que ha dado la selección de Venezuela en el Clásico Mundial de Beisbol (equipo que a la hora de corregir este artículo se mantiene invicto en la jornada deportiva mundialista). Nuestros jugadores han dejado claro que no solo son los mejores, sino que tienen la nobleza y humildad para compenetrarse como una gran hermandad en el fin común de alzar nuestro tricolor y hacernos sentir ¡grande!

Venezuela siempre ha sido, y estoy segura que volverá a serlo, un país sin mezquindades, sin enanismos. Donde todos nos vemos como iguales a la hora de sumar. No crean que la inspiración me ha vuelto come flor, en lo absoluto.

¡Debemos exaltar lo bueno que somos, para visualizar desde ya lo que podemos llegar a ser! Fuimos un país potencia, de los más desarrollados de Latinoamérica, y eso fue por la sumatoria de los esfuerzos de personalidades de primera línea.

Los actores políticos de la oposición de nuestro hoy, deben dar el paso y empezar a organizar y unificar criterios en un discurso unificador, que llene el bullpen opositor de puros cuartos bates, en analogía con los que componen hoy nuestra selección nacional.

Conformar un gabinete compuesto de notables, niega la composición democrática y plural. En su lugar, debe lograrse la integración de todos los venezolanos, desde las bases, en organización y articulación de comunidades organizadas bajo intereses comunes. En mis recorridos por los sectores populares de Baruta y otras zonas del estado Miranda y por toda Venezuela; me he topado con muchísima gente echada pa’lante que quiere aportar, que tiene conocimientos y compromisos para el país que debemos ser.

La clase política hoy está obligada a incorporar desde los más radicales chavistas hasta los descontentos, con sus errores. Un «mea culpa» que le permita a la gente volver a confiar, más allá del solo señalamiento y excusas. La tarea debe ser completa: Hay que enmendar lo malo para volver a sumar. Por Venezuela, podemos y debemos lograrlo.

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¡Digna lucha!

Griselda Reyes

Yo soy de las que pregona por doquier que Venezuela es el mejor país del mundo. Sí, aunque sé las cientos de limitaciones que tenemos como nación, yo siempre valoro profundamente lo nuestro, principalmente nuestra gente. El venezolano, y –más aún– la mujer venezolana, es luchadora, aguerrida. No se cansa, no se rinde.

Recientemente se celebró el Día Internacional de la Mujer, un día en que conmemoramos y exaltamos a las mujeres que defendieron y que a diario defienden el género y la igualdad. Nuestras mujeres salieron a la calle, no a celebrar –pues esta fecha no se celebra, sino que se conmemora– en protesta de las justas reivindicaciones que merecen.

Si bien mi quehacer diario se corresponde con la actividad privada, no nos resulta ajeno la realidad del sector público venezolano. Conozco maestras que pagan por ir a dar clases, y es que, aunque parezca imposible, es tal su nivel de vocación, que, de sus otros trabajos, tigres u oficios, sacan los fondos para costear el pasaje y la comida que le permita llegar al aula de clases.

También conozco muchísimos casos de enfermeras y policías, por solo citar un caso más, cuyas remuneraciones sencillamente no les alcanza para alimentar a sus hijos. Mujeres honradas que se bandean haciendo de todo para ser el sostén de hogar.

Frente al drama de los empleados públicos en general, y principalmente nuestros pensionados y jubilados; no tenemos hoy otra opción que aplaudir de pie su digna lucha. Son venezolanos, unos que a diario se esfuerzan por entregar lo mejor de sí, mientras que otros entregaron sus mejores años de trabajo; para hoy verse obligados a reclamar las justas reivindicaciones que por derecho constitucional les corresponde.

No podemos criminalizar su derecho al justo y pacífico reclamo. Son hombres y mujeres que no merecen los sueldos de hambre. Está obligado el Estado a conferir lo que es justo.

Entendemos que las sanciones han venido a complicar la ya muy pobre y golpeada economía nacional. Pero no podemos seguir estancados como país en el libreto reciclado de excusas permanentes en lugar de dar respuesta a los ciudadanos.

Salir en contra de quienes siguen en la calle reclamando compensaciones acorde al alto costo de la vida que hoy nos golpea a todos, es burlesco, criminal, inhumano. Hay que atender esta coyuntura, pensando en los derechos humanos de quienes se acuestan sin comer, y no en el padrón electoral de la próxima elección.

Es realmente trágico que el país que tiene en su subsuelo las mayores reservas petroleras del planeta, hoy tengan sobre su asfalto a hombres y mujeres con las suelas desgastadas de tanto protestar sin respuesta alguna.

El Ejecutivo, hoy más que nunca, está obligado a asumir políticas económicas serias. Ya basta de imprimir dinero inorgánico a través de un dominado Banco Central de Venezuela (BCV). Estas dos décadas nos han demostrado que estas medidas solo empobrecen, aún más, a los empleados venezolanos.

Hoy decretan un pobre aumento en bolívares, una moneda tan devaluada como esa, sin respaldo en la reserva nacional, y esto al otro día se traduce en más inflación dejando a nuestra gente con menos poder adquisitivo del que tenía antes del ajuste.

Hay que ponerle un parao a este círculo vicioso de la devaluación y para ello el manual de excusas no es suficiente.

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Guerra de encuestas… adelantada

Griselda Reyes

El país está en campaña… ¿Bueno, y cuándo es que no estamos?

A propósito de la víspera de la elección presidencial que estaría prevista para el último trimestre del año 2024, pensando en función de la juramentación del jefe de Estado para el período presidencial 2025-2031, tirios y troyanos han empezado a mostrar sus aspiraciones, bien sea por mantenerse atornillados en Miraflores o para suceder al madurismo en el poder.

Mientras el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no ha dicho con nombre y apellido quién será el abanderado que compita en los citados comicios, en la otra acera cada organización política y unos varios, muchos, «independientes» han puesto el nombre de su caballo al ruedo. Desde las organizaciones más antiguas hasta partidos políticos surgidos en los últimos años preparan su artillería más pesada para los venideros comicios.

El tema de la elección primaria, y nos referimos a esto en singular por que hasta el momento solo se elegiría a un candidato opositor para representar a la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), y la fecha anunciada por esta coalición partidista para desarrollarla el 22 de octubre de 2022, ha dado pie a que en las últimas semanas diversos dirigentes políticos pongan su nombre en la candela electoral.

Esto ha dado pie a que varios de estos, empiecen a recorrer el país buscando los votos con los que aspiran alzarse en el citado evento electoral opositor. Acto seguido, han salido las principales encuestadoras del país a hacer los sondeos de opinión correspondiente que permite –prematuramente, a nuestro juicio– medir que quiere el país.

Hemos visto detalladamente estudios de opinión y los respectivos análisis de los principales responsables de las firmas encuestadoras. Al ahondar más allá de la intención de voto, notamos que sigue marcada la pauta por la desconexión de la clase política con el electorado y, más grave aún, la falta de credibilidad de estos con la dirigencia político-partidista.

Vemos a los pocos que logran surfear la ola de esta falta de simpatía y empatía haciendo fiesta, principalmente en las redes sociales y con sus aliados «influencers», cuando la dura y grave realidad es que estos números son fotos de un momento que no necesariamente se mantenga de aquí a la fecha de la elección opositora y mucho menos de cara al 2024.

Si bien, todos debemos apostar al fortalecimiento de una figura que mueva a la inmensa mayoría opositora de este país, y no quiero sonar pesimista con estas líneas, urge un nombre que –más allá de lo que hoy digan las encuestas– sea capaz de tener los votos, cuidar los votos, y cobrar la elección. Ello unido a un programa de gobierno que traspase los 6 años del periodo presidencial, y sea un plan de gobierno por los próximos 18 años.

¿Realmente nos funcionan nombres que hoy sumen 14, 17 o 20% pero que no tengan la capacidad real de representar la transición que hoy reclaman los venezolanos? No son tiempos de guerras de numeritos, creo que es el momento de revisar las otras láminas de estos estudios de opinión y ocuparse de la realidad que narran los venezolanos encuestados. Presentar programas de Gobierno serios que vayan en consonancia con esto debería ser una de las prioridades.

Quiero detenerme un momento para referirme a mi etiqueta de guerra de encuestas adelantadas o mi calificativo de prematuras. No quiero que esto se traduzca en una descalificación para importantes firmas consultoras del país, que abundan. Con esto busco referirme a lo cambiante de la realidad venezolana.

Un claro ejemplo de ello es lo que nuestros libros de historias han recogido del episodio de 1998. Un año antes de la elección presidencial que llevó a Hugo Chávez al poder, la otrora reina de belleza, Irene Sáez, punteaba como la virtual ganadora, mientras que el militar no superaba el 2% de intención de votos. La realidad, ya es amplia conocida y el desenlace de aquel «beso de judas» como llegó alguien a determinar el respaldo del entonces muy debilitado partido Copei a la exalcaldesa de Chacao.

El cuadro que podemos ver hoy no necesariamente será el cierre definitivo para 2024. Lo que sí debemos considerar y alzar como un dogma irrebatible es que la matemática electoral no falla: Si el Psuv postula a un solo candidato, como sucederá finalmente; y de este lado compiten 2, 3, 4, o 5; no habrá encuesta que ponga a ganar a ningún opositor, por muy blando o radical que sea.

La principal preocupación de la ciudadanía –al menos de la que está pendiente del quehacer político nacional– es la fragmentación de la oposición venezolana. Por eso nosotros hemos insistido, como fiel creyente del diálogo, en que sin importar el mecanismo, todos debemos procurar cerrar filas en torno a un nombre que aglutine a la mayoría. De lo contrario, no habrá encuesta que valga.

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Criticadores de oficio…,

Griselda Reyes

Venezuela no se ha arreglado. Muy a pesar de la intensa propaganda oficial para hacer ver que el país es otro, la realidad sigue siendo dura. Sabemos los múltiples problemas de servicios básicos, la realidad salarial de nuestros funcionarios públicos, jubilados y pensionados; así como la falta de poder adquisitivo producto de la inflación que nos ha golpeado por años; entre muchísimos otros problemas.

Pero sin duda, frenar la caída en el abismo de la crisis económica ha sido, es y será siempre una buena noticia. Después de haberse perdido cerca de 80% del Producto Interno Bruto (P.I.B), durante la era de Nicolás Maduro en el poder; el hecho de tener números macroeconómicos que señalen recuperación de 15% de la economía es lo que permite entender las leves mejoras que hoy vemos en lo que parecen ser pequeños oasis en medio del desierto de la crisis.

Tampoco es menos cierto que no tenemos hoy el país desolado y arrasado de 2017 – 2018, cuando el hambre nos pegó en el estómago de todos con la terrible escasez de productos básicos que nos tocó vivir. Si bien yo evito generalizar, porque se bien que la realidad en el interior del país puede ser diametralmente opuesta a la de las «pequeñas Manhattan» que se desarrollan en los centros urbanos del país; Venezuela avanza a otra realidad.

Tomando en consideración estos hechos, y sin ninguna pretensión de lavarle la cara a nadie con estas líneas; me permito hacer una muy seria y profunda reflexión sobre y dirigida a esos venezolanos que, dentro y fuera de nuestras fronteras, han asumido como hobby criticar cualquier señal de progreso que se produzca en el país.

Pareciera, y quisiera equivocarme con esta afirmación, que hay compatriotas que se alegran con nuestras miserias y cuya única aspiración de vida es castrarnos en la absoluta pobreza. Tienen, lamentablemente lo veo así, como fantasía sexual el hecho de que Venezuela cada día se parezca más a la pobre y reprimida Cuba.

Si bien –como hemos repetido hasta la saciedad– las redes sociales NO son el reflejo del país, en estas tribunas digitales son el principal reflejo de las miserias de quienes pasan días enteros buscando cualquier señal de avance para apuntar sus ametralladoras digitales a los venezolanos que aplaudimos esto.

El béisbol, en esta temporada donde los venezolanos nos hemos reencontrado con nuestro deporte legendario, donde miles nos hemos puesto la camisa de nuestro equipo favorito y hemos decidido dejar de lado momentáneamente la realidad que nos agobia por disfrutar como aficionados; ha sido muestra de esto que describo líneas atrás.

Una riña digital entre quienes se empeñan en querer decir, a partir de esto, que Venezuela está de maravilla, y quienes no ven con buenos ojos que tengamos incisos de normalidad o del país que podemos volver a ser.

Esta semana, en mi espacio habitual de reflexión, nos referíamos puntualmente a esto. No todo es malo, no todos somos enchufados, y más importante aún no todos estamos sentados –con los brazos cruzados– esperando que el Estado o los políticos vengan a resolvernos la vida. Por eso, somo muchos los que tenemos derechos a alegrarnos con que se destinen nuestros recursos –los de todos los venezolanos– para hacer realidad sendos estadios que tenían años convertidos en grandes elefantes rojos.

Antes que me etiqueten de colaboradora, chavista o enchufada; aclaro que tengo perfectamente claro que urgen hospitales, escuelas y cuerpos de seguridad –que a mi juicio deberían ser los únicos tres activos que domine el Estado– también urge reconstruir Pdvsa, por ser la gallina de los huevos de oro de este país, o miles de otros temas que solventar; pero estas obras de envergadura hay que reconocerlas.

Tampoco entiendo los ataques contra quienes, con trabajo y esfuerzo propio, créanme que abundan en este país de gente honesta y trabajadora- visitan restaurantes o buscan la mayor oferta de distracción… Este país cambió, los tiempos de odio, polarización y escrache; son pasado.

Ojalá y todos esos criticadores de oficio dispusieran todos sus esfuerzos en sumar, en reconciliar a los venezolanos. No podemos seguir viéndonos como polos opuestos. Por el contrario, sé que hay muchísima gente en esos sectores radicales con talento y grandes capacidades para aprovechar las rendijas que se abren para sacar al país adelante.

Venezuela es de todos, nos pertenece a todos; y mientras la clase política se cae a tiros –literal y figurativamente– hay cientos de pequeños y medianos emprendedores coleándose y cambiando su realidad y las de sus familias. Ese debe ser el norte. ¿Qué siempre es difícil dar el primer paso? Sin duda alguna… Pero ¿Quién dijo miedo?

PD: Mientras el odio de los viscerales inunda las redes, yo sigo apostándole a este país que me ha dado tanto, que nos ha dado tanto… Y cruzando los dedos para que los Leones de Venezuela nos dejen el trofeo en casa. ¡Yo le voy al mío!

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

Con coraje

Griselda Reyes

Coraje. Esa es la palabra que define a empresarios, industriales y comerciantes que trabajan en Venezuela. Coraje como sinónimo de valor, de impetuosa decisión y esfuerzo, de apasionamiento y valentía, de perseverancia y paciencia con la que se acomete el oficio ejercido ante un conjunto de adversidades.

No estoy hablando de superhéroes, porque no me gusta endilgarle calificativos a hombres y mujeres que se dedican a producir productos, bienes o servicios para obtener una ganancia.

Pero sí me refiero a hombres y mujeres que, en esta Venezuela tan convulsa, han tenido que sacar lo mejor de sí para seguir de pie y no morir en el intento. Como dicen los coachs ontológicos, «reinventarse», salir de la zona de confort, revisarse, transformarse, desarrollarse, optimizar los procesos y tomar riesgos para fluir con la crisis.

Es una cuestión de sobrevivencia, mas no de entrega.

Y aunque en el país se han ido levantando muchos de los controles perversos que durante años fueron impuestos y llevaron a terribles niveles de escasez y desabastecimiento de alimentos y medicamentos, no se han aprobado políticas reales destinadas a impulsar la producción nacional y diversificar la economía, más allá del petróleo. Potenciar la agricultura, por ejemplo, para que se convierta en verdadero pilar de desarrollo del país.

En los tres últimos años, capitales de procedencia desconocida han sido invertidos en un país azotado por la pobreza. En el área metropolitana de Caracas, especialmente, vemos edificios inteligentes, restaurantes y hoteles cinco estrellas, bodegones, tiendas por departamento, supermercados y casinos, y productos suntuarios que han sido importados de manera desmedida, que reactivaron débilmente la economía para el disfrute de unos pocos, muy pocos.

Sin embargo, muchas empresas formales levantadas con esfuerzo, dedicación y algunas con gran tradición familiar, han tenido que sacar pecho para surfear la ola en las dos últimas décadas.

Devaluación e inflación

Ahora, en apenas dos semanas, el tipo de cambio en el mercado paralelo se ha depreciado 25%. Ya nadie confía en nuestra moneda de curso legal, el bolívar. Y los bolívares que aún circulan sólo buscan comprar dólares para respaldarse.

Por ignorancia –o con premeditación–, el gobierno sigue sin diseñar políticas monetarias, fiscales ni cambiarias serias, que le hagan frente a este desastre que ellos mismos causaron.

Muchos de ustedes saben que soy empresaria y que, como yo, miles estamos viendo cómo afrontamos este monstruo inflacionario acompañado de devaluación, pero además la voracidad fiscal de un gobierno que nos tiene agobiados.

Sé de muchos pequeños comerciantes que tiraron la toalla ante la imposibilidad de pagar impuestos nacionales y municipales; o las tarifas exorbitantes de servicios básicos que no reciben; e incluso ante el impedimento de enfrentar reposiciones de inventarios con esta subida del dólar.

Algunos, lamentablemente, me informan que se mantendrán activos hasta diciembre y no reabrirán puertas en enero.

Estamos frente a un gobierno que lejos de aupar al sector privado, lo empuja al abismo para que se vaya por el despeñadero. Ante este desastre, otros más optan por migrar a la informalidad. Y la economía informal no aporta riquezas a la nación. Así de simple. Por supuesto, también atenta contra la poca estabilidad laboral, contra el crecimiento de los emprendedores y contra las empresas que siguen luchando para mantenerse abiertas.

El gobierno persiste en su error. Medidas espasmódicas no darán óptimos resultados.

No quieren aumentar los salarios para mantener a freno la inflación, después de controlar la hiperinflación que ellos mismos causaron en 2017 con el desmedido incremento del gasto público; prefieren incrementar la cantidad y porcentaje de tributos mas no la base imponible –verbigracia, el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras y la próxima Ley de Armonización Tributaria–; y persisten en inyectar dólares al mercado –en detrimento de las reservas internacionales– para mantener a raya la divisa norteamericana, que además está infravalorada.

Así, inflación y devaluación van de la mano en una carrera desbocada, mientras se sigue apostando a la economía de puertos.

¿Qué hacer? Aumenten la capacidad productiva; y a corto y mediano plazo podrán comenzar a ver resultados. No le sigan dando la espalda al sector empresarial e industrial del país, a los pequeños y medianos emprendedores, a quienes pueden generar empleos de calidad.

Noviembre está a punto de terminar y nos preocupan nuestros números. Los ingresos han sido inferiores a lo que normalmente estimamos para este mes del año.

En definitiva, en Venezuela no es fácil ser empresario. Hay que tener coraje para ello. A diario enfrentamos tantos obstáculos para garantizar que bienes y servicios de calidad lleguen a los venezolanos. Pero sobre nuestras cabezas pende la guillotina de un Estado que, viéndose privado de los millonarios ingresos por concepto de petróleo, está dispuesto a acabar con quienes aún proveen recursos al fisco.

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