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José Rosario Delgado

La mascarada del Momoduro

José Rosario Delgado

Aprovechando las festividades carnestolendas, que eran carnestolendas y festividades de verdad-verdad en tiempos recientemente idos, el rey Momoduro buscó su comparsa y se presentó en la gran pantalleta anunciando con bombos y platillos, pero sin caramelos, bambalinas, papelillos ni serpentinas, que iría ipsofacto a rescatar el Carnaval venezolano que nos expropiaron y confiscaron los gringos llegados el siglo XX a llevarse nuestras perlas, nuestro petróleo, hierro, vitaminas, minerales y tradiciones autóctonas que los indígenas celebraban lanzando huevos, tomates, azulillo y otros productos y sustancias que hoy ni se compran ni se venden porque están prohibitivas.

Con su cohorte de payasos, maromeros, saltimbanquis y trapecistas, con caretas y antifaces rojos rojitos, con faralaos de los billetes del nuevo cono moñetario, Momoduro ofreció el bono de Carnaval de 700 mil bolos que no alcanza ni pa' una carterita o mulita de lavagallo, con la aviesa intención de hacerles saber a sus sigüises, in situ, que están más pela'os que hüeso en sabana si creen que de aquí pa'lante van a comer pernil. Yo te aviso, chirulí.

Momoduro, con mamarrachos y sambambas enviadas por sus camaradas malula, ortiga y morrales, decretó la felicidad, constituyó la alegría, prohibió la tristeza y erradicó la ladilla porque no permitirá, bajo ningún respecto, que cuando vengan los baboseadores internacionales de Cuba, Rusia, Norcorea y Zimbawe vean caras ajadas y largotas que desdigan de la revolución rebonita y redondita de tanto beneplácito.

La mascarada de Momoduro, para matarles los piojos en la cabezota a sus detractores, buscó las caras más risueñas y expresivas del alto mando de la insania, nada más y nada menos que Periquita Farías y Ernestigo de Villeguitas como manera inequívoca de acercarse a ese pueblo al que tanto ama y el que tanto le reclama. Pura mascarilla, pues; pura pantomima carnavalesca.

Sólo le faltó sentar allí al simpático intelectual Gorgojito y al gargantúa Heraclio Bernal para que optara al premio de la locademia policiaca y porsi acaso la muuuuud pretende sabotear el diábolo quisqueyano cuyo recuerdo firmarán de un solo lado, como debe ser, porque a Momoduro no debe contradecírsele y debe respetársele como candidato único de la farsa al trono porque no se cansa ni descansa y para eso trabaja todos los días con el carné de la patria.

Así que a reírse, señores y señoras; que la felicidad nos brote por los poros y los que nos morimos de hambre y de mengua por falta y carestía de medicamentos hagamos un alto en nuestras quejas; tiremos bastones, muletas y andaderas a la urnas del CNE y nos integremos, rápido y cuanto antes, a la bojiganga de carnavalada del rey Momoduro so pena de anclarnos en el oscurantismo de la cuarta república y nos hundamos de lleno a la quinta paila.

Los que ya ni carro propio ni autobuses tienen para transportarse ni para ser nariceados a las marchas patrióticas se dejen de pendejadas y caminen, troten, corran, vuelen, que eso es bueno para la salud y para la revolución, tal como lo dijo el vergatario legatario de este calvario hereditario que la mascarada del rey Momoduro, rodilla en tierra. potenció al máximo martirio de hambruna y crisis humanitaria... ¿A que no me conoces, camarita?

El Pran de la Patria

José Rosario Delgado

El perverso, ridículo, aberrado y nefasto (Pran) gendarme innecesario que nos somete a la más grave tragedia política, social y económica que jamás haya vivido en la patria venezolana en toda su rica y accidentada historia, que pretende entronizarse y eternizarse con las más absurdas promesas, las más tracaleras ofertas y el más vil de los proselitismos, nos viene ahora con un nuevo plan de la patria fundamentado en repartir mendrugos de pan, cual rebatiña pueblerina, para ponernos a competir por las migas de hambre para hoy, hambre para mañana y hambre para pasado mañana.

Da dolor y pena ajena ver cómo las pantallas se llenan de gente nariceada y alegre, gente bien entrenada para que transmita la sensación y la percepción de que hay y habrá comida cuando todo el mundo sabe que los alimentos no se advierten en ningún lugar y los pocos que aparecen, más allá de las imágenes televisivas, son inalcanzables por el grueso de la desmirriada población que ya perdió hasta la legendaria y famosa arepa que, debajo del brazo, traía cada venezolano desde su mismo nacimiento.

Los observadores nacionales y extranjeros se ríen de lo que ven sin poder ni querer hacer algo que, de una vez por todas, explique las atrocidades que se cometen en contra de la nación que es hazmerreir del planeta cuando debería dar lástima, pena, vergüenza, de cómo el gobierno juega con las necesidades y las miserias de las mayorías y las minorías intentando distribuir lo que no se produce ni se importa.

El Pran de la Patria y sus acólitos ríen a mandíbula batiente porque no sólo se meten a la gente (así se dice) en el bolsillo y someten a los dirigentes (ídem) a las más humillantes y denigrantes tropelías para, como a los borrachos (¡mis respetos!), ponerlos a pelearse por una botella vacía para después confiscarles el contenido y expropiarles el envase.

No creemos, como nunca hemos creído nada durante estos veinte años y picazo, en que otra vez el Pran de la Patria se saldrá con la suya en su afanosa búsqueda de la reelección mediante el intercambio de bonos por votos hasta sumar un mínimo de 10 millones, dice él, con el nuevo plan de la patria para consolidar la revolución feíta.

Parece mentira, pero es verdad-verdad, que Venezuela desde 1498, no ha podido entrar a ningún nuevo siglo en el momento que le corresponde, sino cuando a sus peores hijos les da su gana, más dramático este Siglo XXI, cuando sonrientes deberíamos ver a nuestros hijos y nietos crecer y correr a nuestro lado, los observamos, con lágrimas en los ojos, caminar, navegar y volar a tierras extrañas busca la calidad de vida que tuvimos aquí, en Venezuela.

Bolada del Presi insomne

José Rosario Delgado

Próximo a cumplir 100 años, el poema “Balada del preso insomne “, de Leoncio Martínez “Leo”, hoy alcanza más vigencia que nunca, máxime cuando el autor pensó, en sus trasnochos de preso político profesional, que para el año 2000, Siglo XXI, Venezuela estaría totalmente libre de los oprobios y las tiranías que la mancillaron desde su entrada a la geografía e historia universal en 1498, fecha desde la cual no ha comenzado Venezuela ni en una sola centuria en sana ni santa paz, lo que parece ser, más que una desgracia genética, una mabita traída.

Definitivamente el Presidente no debe dormir, no puede dormir ni tiene porqué dormir ante la situación social, económica y política en que ha hundido a esta nación luego de recibir el garrote vil de su malhadado antecesor para que sumiera al país, a punta de bayonetas y hambre, en la más trágica etapa de su accidentada historia política y republicana, siguiendo recetas ajenas y leyendo cartillas perversas con la única intención de lograr y preservar el poder por el poder mismo.

Parafraseando a “Leo”, llegó la bolada del Presi insomne “sólo para eliminar a dueños de abastos y campiñas sin confín en el cielo abierto de la esperanza y de alas extendidas, y en su lugar iluminar torvos campos zamoranos, miserias, venganzas, crueldad, odio vil y un dolor que no acaba nunca ante otro dolor por venir”.

Sí, el Presi no duerme, no puede dormir, no debe dormir, no tiene porqué dormir. Ya padece perturbaciones. Y tales perturbaciones llevan al mandatario a sufrir presentismo laboral; es decir, está en un lugar sin estar en ninguno en realidad, lo que es un tiempo perdido que le cuesta caro al país y que se traduce en largas cadenas y extensas peroratas (“perolatas”, dice mi amigo allá en Chile) en radio y tv de nula productividad.

No dormir también le aumenta sus niveles de irritabilidad, su impulsividad, su conducta agresiva e, incluso, causa serios trastornos de ansiedad y depresión que, sumados al estrés cotidiano de lidiar con tanta torpeza y “jaladera” de los grandes caimacanes de su entorno, afecta y demerita la calidad de vida de los venezolanos, que somos quienes sufrimos las consecuencias de la bolada del Presi enfermo, digo, insomne.

La “bolada” del Presi insomne es la artimaña, el ardid, la bribonada, la vileza, la trampa, la canallada, el chanchullo, la triquiñuela, la jugarreta y todas las demás trastadas que le dan ocasión para hacer un jugoso negocio, no sólo para incrementar los ingresos mal habidos de su red de adláteres, sino de intercambiar bonos por votos y comprar, por adelantado, las elecciones presidenciales que pudieran ser este año. ¿Cómo les parece la bolada?

El parto andino

José Rosario Delgado

Los colombianos presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y de Venezuela, Nicolás Maduro, se pelean sobre dónde paren más las colombianas y las venezolanas fronterizas, si en la Nueva Granada o en la nueva cubada, en virtud de que ambos caliches, en aras de la integración latinoamericana, defienden a capa y espada la tierra donde murió Bolívar y la tierra donde nació Bolívar.

Nicolás Maduro miente y miente como si mintiendo más y más profundiza más y más su revolución mientras hunde más y más a su patria adoptiva hablando mal y mal de su patria natal. Maduro cree que estamos en los años ‘50 del siglo pasado, cuando los colombianos preferían la dictadura de Pérez Jiménez a la de Rojas Pinilla, o los años ’60 cuando la democracia que nació con buen pie en 1959 atrajo a las familias colombianas, incluida la familia Maduro Moros.

Tamaña mentira no se la cree ni el mismo Maduro, pues de sobra sabe que los colombianos pueblos fronterizos están repletos de venezolanos que huyen del hambre y se van en busca de comida o tratamiento médico y medicamentos que no consiguen aquí hace bastante rato y que, gracias a la media y baja solidaridad, pero solidaridad al fin, logran la misericordiosa ayuda para no morir en el intento de atenerse a la revolución bonita.

Estos necios que hoy nos desgobiernan insisten en mostrar los supuestos logros de la revolución bolivariana en el discurso a través de la televisión o de las redes sociales y se olvidan de que en las calles, en las adyacencias de los hospitales y en las playas de los mercados se nota el hambre pareja, la falta de dinero y de dinero en efectivo, la escasez de alimentos, la desaparición del transporte colectivo, que siempre fue barato en Venezuela, tienen a la gente pariendo sin que el desgobierno asome una solución a corto o mediano plazo.

Dice bocazas Maduro que de cada 24 partos que hay en San Cristóbal 12 carajitos son de madres colombianas que huyen a Venezuela por la frontera, cuando la realidad es al revés totalmente. Este señor no se cansa ni descansa de meterle cobas a este desdichado pueblo venezolano, al que se la acabó la suerte que siempre le achacaban en todas partes y la fortuna que todavía sacan de la tierra y que hasta con eso acabaron estos bandoleros que día a día despilfarran más y más esos recursos naturales de los que también presumíamos.

El parto andino con el cual se encuentran entretenidos el presidente y sus adláteres no es más que eso, otro intento de distracción para que los venezolanos pobres y los pobres venezolanos muertos de hambre creamos que en cualquier momento el colombiano de aquí, alentado o azuzado por el colombiano de allá, nos hará salir de este atolladero que ya está llegando al llegadero.

A traición fatal

José Rosario Delgado

Los que hablan a diario de apátridas o vendepatria, los que acusan a los medios y a sus periodistas de pitiyanquis e imperialistas, los que catalogan de oligarcas y burgueses a quienes exigen alimentos o reclaman asistencia social; es decir, los que manipulan al gobierno, a sus enchufados, esos que estigmatizan y satanizan a los empresarios que quieren producir, cosechar, distribuir y surtir de insumos a un país necesitado de lo que más tiene, agua y gasolina, elementos que impulsan el desarrollo y la vida de una nación, son los traicioneros “revolucionarios” que la fatalidad nos ha traído en estos aciagos momentos que vivimos y los problemas que padecemos en Venezuela y que no tienen solución a corto ni mediano plazo.

Nunca antes la mentira ni el engaño oficial se habían entronizado y enseñoreado en una estructura institucional como la que actualmente arruina y devasta a este país de reconocida y probada riqueza material, intencional y espiritual; unos perversos mandatarios que nos descapitalizan económica y socialmente ante los ojos del mundo y sin que nadie mueva ni un solo dedo para evitar que éstas y otras voces sigan perdiéndose en el vacío de la indiferencia y de la injusticia con el hambre y las enfermedades que hacen huir o morir a una población que lo único que atesora en su corazón es fe y esperanza, porque hasta la caridad se encuentra envilecida.

Es posible que se trate de un ensayo socioeconómico mundial peor que el experimentado en Cuba del cual extraerán enseñanzas y aprendizajes mientras nos llevan como conejillos de indias a mesas, cubetas y probetas de laboratorio, similares a los de la Alemania nazi, con el fin de provocar otro Holocausto que haga entender al espectador liderazgo universal que con la vida de millones de personas no se juega, si es que todavía piensan y creen que esto es un juego.

La revolución bolivariana y socialista en Venezuela está matándonos de hambre y de enfermedades mientras el gobierno traicionero continúa esparciendo sus migajas entre los que doblan el lomo y los que se niegan o están a punto de quebrarse porque la necesidad tiene cara de perro y las responsabilidades familiares son muchas para pensar en el suicidio como alternativa de solución a la crisis personal e individual.

Esta traición fatal está llegando a su fin único que es la patria y muerte a todos los venezolanos sean o no culpables de haber permitido la llegada y permanencia de un régimen armado, letal, nefasto, traidor, felón, desleal, alevoso, infame, vil, conspirador, infiel, infame y hambreador que con la colaboración y participación de grupos de activos o pasivos borregos cooperantes, delatores, sapos, soplones, confidentes, acusones, genuflexos y chivatos arremete en contra de un pueblo dulce, manso, dócil, sumiso, disciplinado, obediente y fiel hasta la muerte por inanición.

El mal de la felicidad

José Rosario Delgado

No hay ya ninguna duda sobre lo que dijo y lo que quiso decir el personaje aquél cuando nos prometió llevarnos “al mar de la felicidad”. El mismo que dijo que ésta es una revolución pacífica, “pero armada”, y hasta los dientes. Armada de las más despiadadas intenciones y que peláramos el ojo porque no había vuelta de hoja, no habría marcha atrás. Un régimen que se caracterizó y se caracteriza por No cumplir sus promesas, Sí cumplió y cumple todas y cada una de sus amenazas.

“Con hambre y sin empleo con… me resteo” no fue ni es sólo una consigna, es la estrategia para mantenerse en el poder a toda costa, cueste lo que costare, y mire cuánto nos ha costado durante tanto tiempo entender cómo es posible que en un país que pase todo lo que está pasando en Venezuela la gente se mantenga cuajada de la risa y la dirigencia actuando como si fuera un país normal.

Por menos pasó más en la Venezuela democrática. Por menos pasó mucho más en otros países de regímenes democráticos o dictatoriales. Sin recursos naturales como los de esta patria de Bolívar, otros países y su gente pidieron más y obtuvieron más no sólo de sus nacionales, sino de organismos internacionales que se acercaron a prestar la humanitaria ayuda que tanto se necesitó y que hoy necesita Venezuela.

No eran países forajidos ni estaban gobernados por delincuentes capaces de los más atroces atropellos como lo está Venezuela hoy día. Son países que, en sus amargas experiencias, eran gerenciados por la tradicional e ineficiente burocracia ladrona de Latinoamérica y que ya lograron enrumbar su destino a puertos más seguros y confortables, dentro de los naturales sacrificios que toda nación debe asumir para darse un gobierno decente, austero y capaz de resolver problemas y conflictos a más bajo costo.

Lamentablemente, los venezolanos pagamos el más alto precio del planeta para sobrevivir mientras los gobernantes se dan la gran vida dentro y fuera del país, sin importarles un bledo las muertes que a diario ocurren por falta de alimentos y medicamentos, por la escasa o nula atención médico-asistencial y sin transporte colectivo ni ambulancias para lograr a tiempo la ayuda divina.

Al crear el Ministerio de la Felicidad Suprema del Pueblo, todas las amenazas de las expropiaciones y confiscaciones trajeron todos estos males que nos agobian a todos los venezolanos, el hambre que nos mata y nos remata. Todos los males que la gente aplaude a través de largas, tediosas y repetitivas cadenas de radio y tv que a ahora y a toda hora nos conducen por el mal de la felicidad

El tribunal de la olla

José Rosario Delgado

Los tribunales de este expaís -Agustín Blanco Muñoz dixit-, supremo incluido, están entregados en cuerpo y alma, si tuvieren alma, al poder ejecutivo y no hacen absolutamente nada que no vaya a favor del régimen que tiene a todos los órganos del poder público, hasta la fiscalía, girando en torno de la figura perversa, pervertida y depravada de sus líderes “vivos” y finados para todo cuanto les dé la gana con quienes claman justicia y libertad; a la Asamblea Nacional, que no les pertenece, al estilo Jalisco le arrebataron sus funciones, y las leyes que dicta valen mucho que el papel donde están impresas.

Cualquier diligencia por ante los juzgados no logra resultados si no lleva el consentimiento del comisario político de la zona o el caporal comunero del barrio, lo que deja en manos de los aprófidos la administración de justicia que antiguamente correspondía a jueces y abogados, a los letrados, conforme los estudios seguidos en las distintas universidades y mediante lectura de los mejor elaborados textos de los precursores de las políticas públicas y de la división de poderes de acuerdo a la responsabilidad del Estado frente a la Sociedad y el compromiso de ésta para con los ciudadanos que la integran.

Decía recientemente un destacado profesor de derecho constitucional en dos prestigiosas universidades, que lo primero que pregunta a sus alumnos al iniciar su cátedra, es: “¿Vale la pena estudiar lo que estamos estudiando?”. Unos se ríen, otros se quedan callados, pero ninguno se levanta a repreguntarle al Maestro por qué pregunta eso. La supuesta revolución que prometió adecentar el poder judicial, ponerlo más cerca, accesible y ecuánime a las grandes mayorías, confiscó a la justicia y secuestró a los jueces con la única, aviesa y aberrada intención de mantenerse en el poder, aferrarse a los privilegios del gobierno y a detentar todas las prerrogativas que de allí se derivan.

Y tienen razón el profesor y sus alumnos: en boca cerrada no entran moscas, por si las moscas. Y eso es lo que ha pretendido y conseguido el gobierno bolivariano durante los últimos veinticinco años, callar y acallar a todo el mundo con la obediencia indebida, pero su torpeza es tanta que lejos de espantar a los fantasmas de la opinión internacional, lo que hace es concentrarlos en un solo bloque que, al unísono, gritan a todas las instancias que en Venezuela no hay ni habrá vida mientras este régimen insista y persista en hacer lo que le da su gana contra este expaís, sus instituciones y sus ciudadanos, asamblea constituyente mediante.

Hay voces por allí diciendo que al régimen lo denunciarán ante el Tribunal de La Haya para que responda a sus criminales atropellos en contra de la libertad y de la democracia, pero nos parece que ese tampoco podría hacer nada, y el único tribunal capaz de acabar de una vez por todas con este dizque gobierno es el tribunal de la olla, esa olla vacía y boca abajo a la que cada día cuesta más echarle qué comer y, si acaso encuentra, no tiene con qué calentarla, pues la Venezuela “Potencia”, el país con las mayores reservas petrolíferas y gasíferas de la Tierra, se quedó sin reservas alimenticias o alimentarias para un pueblo hambriento y enfermo.

El carné de la papa

José Rosario Delgado

Bueno, este gobierno venezolano, si pudiere llamarse gobierno, porque gobierno lo que se llama gobierno, no es gobierno, está llegando bastante lejos aunque todavía, digo yo, no ha llegado al llegadero. Éste es un gobierno, es un decir, que no cumple ninguna de sus promesas, pero si cumple todas y cada una de sus amenazas, dígalo ahí… Comenzó con el bendito carné de la patria voluntario, siguió con el carné de la patria necesario y llegó al carné de la patria obligatorio… Carné o muerte, pues.

No hay diligencia que no requiera del carné de la patria. “Sácalo, ¿oíste?”, dicen los funcionarios a quienes no muestran el documento que sustituirá, sin duda alguna, a la cédula de identidad. Los activistas y proselitistas del gobierno, de la revolución, van de casa en casa no señalando las bondades, privilegios y prerrogativas del documento de marras, sino las torturas que padeceremos si no cargamos “el bicho” en la cartera o el bolsillo.

No podrás acceder gratis o económico a la medicina preventiva y curativa para ti y los muchachos. Medicamentos y tratamientos regulares o urgentes, inscripción pronta y segura en educación preescolar, básica, media, diversificada, técnica o universitaria. Paseos recreativos, salas de espectáculos culturales, musicales y de los otros. Traslado en limosinas y autopullman a las marchas y contramarchas del gobierno, que ahora serán más nutridas por cuanto tienen 308 alcaldías; o sea, más masa pa’ la mazamorra y más opositores pa’ las mazmorras.

Te perderás viajes gratis o baratos al exterior e interior del país sin pasar por Go y con dólares preferenciales para que compres y recompres, además, vendas y revendas. Entrada y salida expedita por las alcabalas sin los rigores de la matraca, la “mordida”, la “coima”, y sin que te quiten parte o todo lo que lleves en la maleta, incluida la del automóvil. Lugar preferencial en la lista de los gran misión viviendo a Venezuela y la misión toma tu carrote.

En fin, si seguimos enumerando el listón de lo que nos perderemos, la gente creerá que estamos exagerando, como siempre hemos creído que se exagera cada vez que hay un exabrupto del gobierno, porque hasta eso nos expropiaron, la capacidad de asombro. Sin embargo, los acólitos del gobierno asumieron una consigna que no es secreta, por supuesto, pero se la comunican a la gente al oído, en la pata de la oreja: “Mire, camarada, si usted no saca ese documento no comerá más, porque para desayunar, almorzar, cenar, e incluso para merendar, tendrá que presentar el carné de la papa”.

Las élites contra el voto

José Rosario Delgado

Los grupos que se empeñan en señalar que la abstención electoral es la solución a los problemas que afronta el país no pasan de ser unas pequeñas élites que aúpan la antipolítica, despreciando la Política y a los políticos porque, en su mayoría, provienen de sectores ajenos a esas élites y los miran como “perro que ve muleta”, los creen indignos de asumir las funciones de gobierno para la cual se han preparado.

Se ha dicho que “la indiferencia de los buenos permite el avance de los indignos”, pero la dignidad no es sólo para quienes toman el poder, sino que los gobernados también tienen responsabilidad a la hora de sacar las cuentas, observar los resultados y repartir dividendos; es decir, todos estamos no sólo involucrados en estos procesos comiciales, sino comprometidos con su normal desarrollo y debemos asumir nuestra cuota parte en todo lo que está pasando y lo que podría pasar en el futuro inmediato.

De modo, pues, que no es escurriendo el bulto y atribuyendo errores y fracasos a otros, tal como lo hace este nefasto gobierno que ya no halla a quién más zumbarle ese muerto encima después de haber acabado con el mejor país del mundo que, sin duda alguna, es Venezuela; tanto que ha soportado 25 años de una tragedia anunciada y aún discutimos si vale o no la pena votar el 15 de octubre para elegir gobernadores.

¿A qué juegan las élites del antivoto? A salirse con la suya ellos y el gobierno y decirnos a partir del 16 “yo se lo dije”, “yo se lo dije”, como sin un desgraciado y adverso revés nos afectaría única y exclusivamente a quienes sí iremos a votar el domingo 15 de octubre por Ismael García, en el caso de Aragua, y por todos los candidatos de la Unidad Democrática. Las élites son así, no dan puntada sin dedal y reaccionan de acuerdo al interés personal y grupal que tengan en todos y cada uno de los saltos que emprenden, como ahora, estimulando la aberrante abstención.

Esas élites, muchas anónimas, sinónimas y antónimas, se regodean en la escritura de necedades para divertirse y pervertirse ellos mismos, sacando sarcásticas risas y sonrisas a sus aliados del régimen que precisamente eso es lo que buscan, que la gente no vote, porque sólo una indeseada abstención podría impedir el triunfo masivo de la MUD y sus seguidores para iniciar el camino de la recuperación y reconstrucción de Venezuela, para lo cual nos necesitamos todos, incluidas las élites.

El domingo todos tenemos que salir a votar, cada quién por su candidato y por el gobierno que quieren, pero los demócratas debemos ir a votar, aquí por Ismael García, y dejar que esas élites pura muela, pura paja, pura bulla y pura coba se desgasten entre ellos para que veamos cuál será el discurso que manejarán a partir del lunes 16 de octubre, cuando Venezuela amanezca teñida de democracia y de libertad…

Cuando quiero llorar yo voto

José Rosario Delgado

Una de las características fundamentales del venezolano es su extraordinaria capacidad para afrontar las amargas situaciones y capear las peores situaciones, tanto que en los actuales momentos no sé de qué fuerza extraña y superior nos valemos para no llorar a moco suelto por lo que está pasándonos por mi culpa, por tu culpa, por nuestra grandísima culpa, aunque no dudo que en cualquier instante habremos dejado rodar furtivamente algunas lágrimas de impotencia y de indignación por tanta desgracia junta y prolongada,

Y no podemos decir que es sólo lo que está pasándonos, sino con la tranquilidad y el patebolismo con que nos enfrentamos los de este lado, unos contra otros, y perdemos el tiempo en diatribas intestinas (¡y cuidado si intestinales!) cuando deberíamos remar todos con un mismo sentido y en la misma dirección en busca de soluciones a un gravísimo problema que nos afecta a todos con similares o peores consecuencias.

Eso de Votar o No Votar debe medirse de acuerdo al tipo de bienestar o calamidad por la cual estemos atravesando, y, presumo yo, las actuales no dejan lugar para la duda o la indiferencia, a menos que el sadomasoquismo nos haya atrapado de tal manera que disfrutemos en todas y cada una de las colas que hacemos para comprar algo de medio-comer y conseguir o cobrar el dinero con qué pagarlo, amén del gas necesario para cocinarlo o calentarlo.

Si las cosas estuvieran bien, de maravillas, con toda seguridad quedarse o salir de casa serían opciones discutibles, pero ante la tragedia no creo que haya otra alternativa que ir a votar por la calle del medio y hacerlo contra de este mal llamado gobierno que hace todo lo posible por eternizarse en el poder por el poder mismo, ya que para solucionar la crisis humanitaria que padecemos no le asiste ni la mínima intención.

Sin en vez de sentir ganas de llorar lágrimas amargas en los hombros de nuestros familiares y amigos apelamos a escurrir la bilis sobre nuestros semejantes, le estamos haciendo un flaco favor a la democracia y a la libertad que tanto necesitamos ahorita; esa libertad y esa democracia que sólo nos exigen un rato de nuestro tiempo y un voto de nuestra voluntad como contribución a la lucha por cimentar el futuro y el destino de nuestros hijos y nietos y el presente de nuestros abuelitos.

Sabemos de sobra que votar o no votar puede marcar la diferencia entre un nuevo y hermoso país y una nefasta y abominable revolución cuyos detentadores tienen como fin específico hacernos llorar y vernos llorar; sí, a veces siento ganas de llorar, quiero llorar, pero observando que la solución depende de mí, de mis amigos, de mis familiares y de mis vecinos, digo para mis adentros, y para ustedes, cuando quiero llorar yo voto…