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Julio Dávila Cárdenas

El mandarriazo

Julio Dávila Cárdenas

En un reciente libro escrito por Enrique Viloria Vera, titulado Infierno Bolivariano, Abdón Vivas Terán, autor del prólogo del mismo, dice con sobrada razón que la crisis económica que se vive en Venezuela “es cuidadosamente pensada, meditada y ejecutada sistemáticamente por el régimen. El objetivo trazado es el desmantelamiento del sector productivo nacional, la abolición progresiva del derecho de propiedad sobre medios de producción y la desintegración de la economía de mercado, que con todas las imperfecciones conocidas, se ha aplicado en Venezuela.”

Ahora bien, hay quienes señalan que la crisis es producto de la incompetencia, de la falta de conocimiento de quienes ejecutan las políticas del régimen, sin embargo, para acabar con todas las instituciones existentes y crear al “hombre nuevo” no hace falta pensar, sino destruir. Cuando se desea arrasar con una edificación lo único que se requiere es contar con el instrumento necesario para ello y cualquier obrero de la construcción sabe que a fuerza de mandarriazos puede derribar lo que le pongan por delante. Hay que recordar a quienes dicen con el mazo dando, que con ese mazo al país lo están acabando.

La tarea de destrucción no se refiere únicamente a la parte económica, también se pretende derribar lo social, político, las instituciones, lo moral, valiéndose para ello de la destrucción del Estado de Derecho, de la incautación o compra de medios de comunicación y del apoyo a grupos armados de delincuentes con el propósito de sembrar el terror entre los ciudadanos, sin olvidar a la corrupción.

El régimen pretende, al mejor estilo nazista, que la hiperinflación existente, la carencia de servicios públicos, la falta de mantenimiento del sistema de salud, de las vías de comunicación, la destrucción de Pdvsa con la inevitable consecuencia de la falta de combustibles y con ello la imposibilidad de trasladar los alimentos del campo a la ciudad, en definitiva la siembra del hambre; es producto de las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano, sin decir, por supuesto, que dichas sanciones han sido en su gran mayoría en contra de los funcionarios del régimen acusados de corrupción, vinculación al narcotráfico y al terrorismo.

El afán de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, ha producido las persecuciones arbitrarias en contra de quienes disienten. A diario crecen las detenciones por motivos políticos y por el temor del régimen a las manifestaciones públicas de diferentes sectores, incluido el militar.

Mientras más oscura es la noche, más luminoso será el amanecer. Probablemente la desesperación conduzca a mayores represalias pero inevitablemente la libertad volverá a nuestro país más temprano que tarde porque como bien dice el refrán No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Y ya, con el socialismo del siglo XXI llevamos más de 21 años y fíjense dónde estamos.

La fuerza de la historia

Julio Dávila Cárdenas

Fue en Polonia donde se iniciaron las acciones para tratar de derribar el muro de Berlín. Para ello unieron sus voluntades el hoy San Juan Pablo II y el para entonces presidente norteamericano Ronald Reagan. Ellos le dieron todo su apoyo al proyecto de Solidaridad, que se convertiría en el primer sindicato libre en el Bloque Oriental bajo la dirección de Lech Walęsa.

Todo comenzó con Solidaridad y continuó en Hungría, Checoeslovaquia, Alemania Oriental y el resto de los países de la Cortina de Hierro, salvo Rumania, que fue la última antes de iniciarse la desintegración de la Unión Soviética.

Lo cierto es que luego de empezar todos los movimientos que dieron al traste con las tiranías comunistas, quienes dirigían esos países comprendieron que no podían ir en contravía de la historia. Ya para entonces les era fácil verificar que la economía de la Unión Soviética se encontraba prácticamente fallida, por lo que le sería prácticamente imposible ir en su ayuda. Ante esto y el arribo al poder de Mijaíl Gorbachov con sus famosos glasnost y la perestroika, prefirieron hacerse a un lado y darle así paso a las revueltas pacíficas que se desarrollaron en los países de la Europa Oriental.

La única excepción fue la de Nicolás Ceausescu, quien luego de convocar una manifestación de apoyo en Bucarest, el 21 de diciembre de 1989, terminó ejecutado cuatro días después junto a su esposa Elena. Y todo porque resolvió acabar con extrema violencia esa manifestación ya que escuchaba gritos de la multitud que le decía ¡Drácula, tu tiempo se acabó!

Eso sucede cuando los dictadores y tiranos no escuchan la voz del pueblo, que es la voz de Dios. La iglesia rumana se oponía a que fuesen ejecutados en esa fecha pues era el día de Navidad. Sin embargo, ese día se convirtió en el día en que en Rumania volvía a nacer la libertad.

Como dice el Eclesiastés, todo tiene su tiempo y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Todas las tiranías tienen su fin, unas más temprano, otras un poco más tarde y hay algunas como las comunistas que duran hasta que los pueblos pierden el miedo.

Si hay una cosa cierta es que el comunismo sólo trae miseria, derroche, tiranía y corrupción. Venezuela es ejemplo patente de ello. Los gobernantes de este siglo presumían de un país que contaba con todas las riquezas del mundo. Hubo quien dijo que “tendrían que quitarse los inversionistas extranjeros a sombrerazos” y que añoraban el mar de felicidad de quienes vivían sometidos a la tiranía castrista. La historia castiga a quienes no aprenden de ella.

Hoy “vivimos” sin salud, educación, desarrollo y carentes de libertad, con la posibilidad cierta de morir muchos de hambre por haber acabado con la industria petrolera, la agricultura, la ganadería, el parque industrial y tantas cosas más, como haber sembrado el odio entre quienes viven en la que fue y volverá a ser Tierra de gracia.

Como dijo don Andrés Bello: Ya es la hora de la conciencia y del pensar profundo.

La tormenta perfecta

Julio Dávila Cárdenas

Se dice que existe una tormenta perfecta cuando se juntan grandes corrientes de aire frío con otras de aire caliente. El choque entre ellas logra producir enormes desgracias. El mismo término se ha aplicado cuando en un país o región confluyen numerosos hechos negativos que traen como consecuencia la ruina del país o de la región.

En Venezuela, luego de más de veinte años de soportar lo que el régimen se ha empeñado en denominar socialismo del siglo XXI o comunismo pero que no es más que una tiranía, se ha logrado que estemos “viviendo” una tormenta perfecta.

En efecto, en los primeros diez años del régimen comunista las arcas públicas se encontraban llenas de dinero gracias al incremento de los precios del petróleo. Esa inmensa cantidad de recursos, en lugar de utilizarlos en beneficio del país, se usaron para satisfacer los sentimientos ególatras de quien gobernaba, para dilapidarlo entre los que le eran afectos y para cometer enormes hechos de corrupción.

Siguiendo las instrucciones de la tiranía cubana, durante estas dos últimas décadas la política de Estado ha sido, no solo la destrucción de la industria petrolera, que era la principal fuente de ingresos del país, sino la de todo el sector productivo. Pero no contentos con ello, han logrado destruir los sistemas de salud, la educación y, las fuerzas armadas han sido objeto de ideologización y desmantelamiento. El transporte en estado agónico y el tránsito en situación de anarquía. Los servicios públicos, el suministro de agua y energía eléctrica brillan cada vez más por su ausencia. Los semáforos que existen en las mayores ciudades no funcionan. La seguridad por el suelo. La población bovina no alcanza sino para alimentar al treinta por ciento de la población. Hay más de ocho millones de habitantes pasando hambre y otros cinco millones han migrado a otros países en busca de un proyecto de vida. Y… los capitostes del régimen disfrutando de las enormes sumas de dinero que han obtenido gracias a la corrupción y a la permisividad con la que han manejado los recursos auríferos y de otros minerales estratégicos.

Hoy, el billete de más alto valor –que difícilmente se consigue- no alcanza ni para comprar un dólar y el salario mensual básico de los trabajadores no supera los seis dólares. Todo esto constituye una tormenta perfecta que ha arruinado al país.

Ahora más que nunca, hay que echar el miedo a un lado y resistir y protestar hasta lograr el cese de la usurpación y un gobierno de transición, para luego hacer unas elecciones transparentes y legítimas. Esa debe ser tarea de todos.

julio.davilacardenas@gmail.com

Dieudonné y Nikolas

Julio Dávila Cárdenas

Hace algún tiempo escribí un artículo sobre el último zar ruso y un cómico francés. En esta oportunidad no se trata de ellos, sino de un descendiente de la Guayana Francesa llamado Dieudonné Lemión y el ruso Nikolas Gahah, reconocido partidario del comunismo quien al parecer sufre de una especie de amnesia que le impide recordar la caída del muro, su lugar de nacimiento y muchas otras cosas.

Dieudonné es un hombre de muy pequeña estatura de quien sus amigos cuentan que sufrió un susto muy grande en algún momento de su vida cuando le gustaba jugar a los soldaditos, aunque hay otros no tan amigos que piensan que en aquella oportunidad quiso hacerle honor a su aristocrático apellido.

Pues bien, por esas extrañas cosas del destino estos dos seres, que en sus años mozos no se conocían, decidieron trasladarse a Venezuela a tratar de hacer fortuna y a poco tiempo de su llegada, supieron de la existencia de un animador que se había hecho popular a finales de los años noventa del siglo pasado y de cuyo nombre no he podido acordarme, o quizás no he querido hacerlo.

Lo increíble es que ambos, Lemión y Gahah, acordaron que debían ponerse a la sombra del famoso animador a ver si lograban tener éxito en sus vidas, sin importar lo que tuviesen que hacer para ello ya que pronto pudieron darse cuenta que el animador imitaba a aquellos vendedores de elixires y pociones durante la conquista del lejano oeste norteamericano y pretendía convencer a los incautos que tenía la fórmula mágica para lograr la eterna felicidad. Con el tiempo, el animador –que poseía mucha labia- pudo darse cuenta que los incautos eran muchos, vale decir la mayoría y de esa forma pudo tomar para sí inmensas riquezas, parte de las cuales repartió entre sus familiares y allegados más cercanos. Pero como la fortuna no es eterna, se le atravesó en su vida un enorme cangrejo cubano que prácticamente se lo tragó.

Lemión, quien creía ser el preferido del animador, sufrió profunda depresión cuando se enteró que el animador, poco antes de ser devorado siguió las ordenes de los insignes médicos antillanos que lo trataban y dijo que su favorito era el ruso Gahah. Allí decidió Lemión hacerle la vida imposible a Gahah, aparentando ser su mejor amigo. De esta manera consiguió que Gahah, luego de tomar para sí el reino, le concediera la exclusividad en la venta y distribución de polvos, con la condición de entregar parte de la mercancía a los celíacos sobrinos. Éstos ahora disfrutan de una cómoda pero muy estrecha vida, que tanto Nikolas como Dieudonné perciben con temor como algo posible para ellos.

Este es un relato imaginario, por lo que cualquier semejanza o parecido con personas o hechos de la vida real sería mera coincidencia.

julio.davilacardenas@gmail.com

El despertar

Julio Dávila Cárdenas

En septiembre de 2012 escribí un artículo en el que llamaba a la reflexión de todos ya que no era posible que continuara un régimen que llevaba al país a un despeñadero. Citaba uno de los Sonetos de Moabit, escrito por Albrecht Haushofer en su celda de condenado a muerte:

No me cuesta sufrir inculpación

por mi empeño en el plan preconcebido:

al mañana del pueblo he proveído,

y no hay crimen: cumplí mi obligación.

Mis culpas verdaderas otras son:

tardanza en conocer mi cometido,

no llamar perdición a lo perdido

y confiar demasiado en mi opinión.

Me acusa el corazón de negligente

por haberme dormido la conciencia

y engañar a mí mismo y a la gente;

por sentir la avalancha de inclemencia

y no dar la voz de alarma claramente.

Todo esto sí exige penitencia.

Pues bien, desde entonces han transcurrido más de siete años y hemos llegado al despeñadero. En buena parte del país se carece de servicios elementales: agua, luz, transporte. La hiperinflación nos destroza. La producción petrolera y Pdvsa se vinieron al suelo. Los abusos y arbitrariedades son el pan nuestro de cada día. La burla y la corrupción descarada lo son también. La gente humilde está muriendo de hambre, los servicios de salud no cuentan en buena parte con equipos, insumos ni profesionales. Las carreteras, autopistas, calles y avenidas en franco deterioro. Más de 4 millones de venezolanos han huido del país. La inseguridad continúa y quienes dirigen o dicen dirigir la oposición permanecen sin ponerse de acuerdo.

En fin, aun cuando la gran mayoría ha comprendido que lo que se encuentra en juego es mucho más que un simple cambio de gobernantes –que es indispensable-, parece que no se percibe que estamos arriesgando el futuro del país, de nuestros hijos y nietos.

Buena parte de nuestra tragedia ha sido planificada. Chávez, en 1998, le decía a Agustín Blanco Muñoz: (…). “Yo he dicho en los últimos días, en los equipos de discusiones, vender 3 millones de barriles de petróleo a 10 dólares, por ejemplo, es lo mismo, matemáticamente, que vender 2 millones de barriles diarios a 15 dólares (…) Sería hasta más ventajoso, en cuanto a ingreso y ahorro, reducir drásticamente, no sé si en un millón, pero de manera tal que sea contundente y que sea un arma de negociación”. Maduro y su gente lo superó, no sólo se rebajó la producción a menos de la mitad de un millón de barriles diarios. Se acabó con la industria petrolera y está en proceso acelerado la sumisión por hambre.

Tanto los venezolanos como los latinoamericanos debemos recordar las palabras del senador colombiano Gómez Hurtado, quien dijo que la suerte del Estado colombiano se encontraba atada al destino del proceso político venezolano. Parece que no es sólo la colombiana, la latinoamericana. ¡Hay que despertar!

julio.davilacardenas@gmail.com

¿Reconstruir?

Julio Dávila Cárdenas

El régimen trata de lograr su permanencia apoderándose de los medios de comunicación. De esa forma pretende desvirtuar el principio de Abraham Lincoln: “Se puede engañar a la gente en algún momento y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todos, todo el tiempo”. La usurpación presume que teniendo el control de los medios puede evitar que la gente se dé cuenta de la verdad. Esto pudo ser cierto en el siglo XX.

Hoy los venezolanos no contamos con medios impresos ni audiovisuales que sean independientes, sin embargo, gracias a la informática aún nos quedan otros que nos permiten conocer la realidad de inmediato y esto conturba el ánimo de quienes presumen gobernar.

El padre Ugalde, quien fuera emérito Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, señalaba en su último artículo “Transición”, que el régimen de Maduro no tiene futuro y su continuación hunde al país en una catástrofe generalizada. Más adelante señala que la transición debe centrarse en la reconstrucción.

Creo, al igual que Oswaldo Álvarez Paz, que no se requiere reconstruir el país. Lo que necesitamos es construir un nuevo país. Distinto al que antes teníamos. Uno en el que en mi opinión se encuentren presentes la educación, los valores morales y cívicos e inculcarlos a la ciudadanía para así lograr que fructifique la idea del desarrollo y el progreso de instituciones y personas.

Si bien es cierto que para lograr esto se requiere de un líder positivo con la confianza y creatividad necesarias para superar obstáculos que permitan cambiar el curso de la historia, no lo es menos que en los actuales momentos, quienes tienen pretensiones de serlo, deben dejar sus ambiciones a un lado y enfocarse en la necesidad de la unión para salir de la profunda crisis que vivimos.

Afortunadamente se ha logrado encontrar al individuo que se requiere para los tiempos de la transición. Luego de acabar con la usurpación, iniciar el proceso de transición y hacer lo necesario para tener unas elecciones limpias en el menor tiempo posible, quienes aspiren a la presidencia tendrán la oportunidad de postularse y hacer campaña, pero como dice el Eclesiastés, todo tiene su tiempo y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su hora. Los de hoy, son tiempos de luchar contra la usurpación y lograr la transición. Luego, quien obtenga el triunfo deberá cerrar los ojos antes de comenzar a trabajar y visualizar lo que serán sus logros futuros.

Como en los tiempos de Churchill al iniciar su mandato, los de quien resulte ganador serán de trabajo arduo, sudor y lágrimas y esperamos que en lugar de sangre haya mucha creatividad y acompañamiento de los más capaces y virtuosos para lograr la Venezuela de libertad, progreso y desarrollo que todos anhelamos.

julio.davilacardenas@gmail.com

¿Lo que nos espera?

Julio Dávila Cárdenas

Esto es algo que nos narra el escritor húngaro Sándor Márai, en su novela ¡Tierra, Tierra!, sobre lo que se vivió en su patria, luego de la ocupación soviética.

“Los campesinos sabían que no era posible defenderse de los conquistadores que llegaban del Este con métodos que no fueran la ayuda de los bosques, los hoyos cavados en la tierra y los escondrijos. El pueblo húngaro, refugiado en un sentimiento vital desesperado y anárquico ante los turcos, que robaban, saqueaban, violaban y se llevaban a los muchachos y muchachas, había salvaguardado algún reflejo nervioso de esos ciento cincuenta dolorosos años, un reflejo que permaneció intacto cuando la tragedia se presenta bajo una forma distinta. Mientras los alemanes habían robado de forma organizada e institucional, los rusos saqueaban de manera oficial y también privadamente. Es imposible conocer el valor real de su botín.

Me acuerdo del primer cochinillo que un ruso le quitó a un vecino mío, un transportista, delante de mis propios ojos. El hombre miraba al ruso que se llevaba el cochinillo con la cara pálida y los labios exangües. Con el tiempo, el cochinillo engordó. Tenía apetito y se tragó todo lo que los rusos le echaron, lo que habían ido recogiendo como botín a su paso por Finlandia, Polonia, los estados bálticos, el este de Alemania, Hungría, Rumania, Bulgaria, la parte oriental de Austria; así que engordó tanto como ningún otro cerdo en la Historia. Sólo los inocentes podían pensar que los rusos renunciarían por voluntad propia —a cambio de algún crédito americano de varios miles de millones— a esa posibilidad de engorde. Durante años y años se llevaron por barco, por carretera y por tren todo lo que encontraron en esos ricos países: se llevaron el trigo, el hierro, el carbón, el aceite, la manteca y también la fuerza humana, a los expertos alemanes, a los operarios bálticos... El cochinillo que aquel ruso se había llevado ante mis propios ojos engordó más de lo debido durante aquellos años. Todo había empezado en las pocilgas de los pueblos por donde pasaban y cogían su botín, para continuar después en las salas bien iluminadas de los ministerios de los países ocupados, cuando —bajo el foco de los fotógrafos presentes— los agregados comerciales soviéticos firmaron los acuerdos de «indemnización» y los tratados «comerciales» con sus países satélites. Hay pocos casos en la Historia moderna comparables a ese saqueo institucionalizado y constante.

El pueblo se defendía como podía.”

¿Será que ahora habrá de ser diferente? ¡Hay que quitarse el miedo! Resistir, convencer y luchar hasta lograr la libertad.

julio.davilacardenas@gmail.com

Democracia y legitimidad

Julio Dávila Cárdenas

En un ensayo que aparece publicado por la KAS en Panorama de Filosofía Política, Martin Kriele señala que los despotismos modernos se presentan como “verdaderas democracias”: se consideran representantes del pueblo, en parte reduciendo el concepto de pueblo a quienes les aclaman. De esta manera, en lugar de la “libertad” del ciudadano habría surgido la “liberación” del pueblo. En realidad, la libertad se manifiesta en el respeto por la dignidad de los demás, pero es indispensable que exista el respeto de cada persona a su propia dignidad. Ello se percibe en el momento en que la persona se indigna por la violación de los derechos humanos de los otros.

No existe legitimidad fuera del derecho y la democracia. La legitimación interna del Estado territorial debe derivar del derecho, pues si no es así, no existe. El Estado territorial debe ser un Estado constitucional democrático, que cuenta con división y autonomía de poderes; lo otro es el despotismo de un grupo de militares, ideólogos de partido, teócratas o líderes revolucionarios que gobiernan sin restricciones jurídicas. Los despotismos se mantienen sólo por la propaganda y la violencia, pero el hecho de que tengan que recurrir a ello, demuestra que carecen de legitimación interna. Hoy no existe legitimidad sino sobre la base del respeto de los derechos humanos.

¡Hablo incluso para los que no quieren oír!

Venezuela, a pesar de todo lo que hace el régimen para destruirla, subsiste. No sabemos por cuánto tiempo más, pero los venezolanos tenemos la voluntad de vivir en libertad y democracia. Los perversos han tratado de acostumbrar a la población a vivir con migajas, a ir perdiendo su dignidad. Sin embargo, el deseo de progreso, democracia, justicia y libertad continúa siendo más fuerte que la bolsa de alimentos que se utiliza para tratar de comprar su voluntad.

A diario se producen manifestaciones de protesta en todo el país: de médicos y enfermeras por no contar con medios para curar, de transportistas por la falta de vehículos, de poblaciones por carencia de luz y agua, de ciudadanos por la libertad de los presos políticos. La mayor parte de las protestas se desconocen por el control que el régimen ejerce directa e indirectamente sobre los medios de comunicación, pero el llamado se escucha cada vez más.

¡Pronto el pueblo, hastiado del hambre y la corrupción, proferirá un grito de libertad que retumbará en los oídos de todos…y se logrará!

julio.davilacardenas@gmail.com