El petróleo condiciona la política venezolana nuevamente
La situación económica ha mejorado con respecto a 2019. Este año Guaidó fue reconocido como presidente por Estados Unidos y un numeroso grupo de países. Sin embargo en los últimos años su liderazgo se ha deteriorado y el apoyo internacional se ha resquebrajado. Su base constitucional para reclamar algún poder se ha debilitado. En contraste Maduro se ha reforzado en el poder después de 9 años. En los últimos años el péndulo de la geopolítica ha girado en su favor impulsado por la guerra de Ucrania, que ha hecho que la mayor preocupación de los actores internacionales sobre el suministro de petróleo haya incrementado los costos de aislar a Venezuela.
La administración Biden ha enviado misiones a Venezuela a cambio de la decisión del gobierno venezolano de reiniciar conversaciones con la oposición en México. Otras iniciativas del régimen han contribuido a resquebrajar su aislamiento. En la cumbre del clima Maduro se entrevistó con el presidente de Francia y John Kerry. La elección de gobiernos de izquierda en Latinoamérica también ha contribuido a sacar del congelador al régimen venezolano.
Sin embargo los gobiernos foráneos están corriendo un riesgo coqueteando con Maduro debido a la calamitosa situación de la industria petrolera venezolana que no se espera que cambie en el corto plazo. Pero los Estados Unidos y sus aliados están pensando en el largo plazo.
El resultado de las negociaciones es otra apuesta riesgosa pues el historial de Maduro sugiere que no jugará limpio en la mesa de negociación. Un escenario posible es que Maduro crea que tiene los votos para ganar, dado el disminuido rol de la oposición generado por la represión gubernamental y la atomización producto de la ambición de sus líderes. Otra posibilidad es que el régimen se plantee estar preparado para participar en unas elecciones sin someterse a los deseos de los votantes.
Está la posición de aquellos que plantean que es mejor cualquier discusión, que mantener distancia de algunos temas en los cuales los dos bandos podrían llegar a acuerdos. Uno de estos es el de los fondos congelados en los bancos europeos y americanos sobre lo cual se llegó a un acuerdo de crear un fondo administrado por la ONU. Un acuerdo sobre el formato de las elecciones no forma parte de la primera ronda de negociaciones, pero una vez que ello se decida surgirá el tema de las candidaturas donde de parte del oficialismo la candidatura de Maduro aparece como incuestionable. En contraste en la oposición todo el mundo quiere ser candidato, lo que elevó el número de precandidatos a 80, cifra que descendió luego a 20.
La fecha de las elecciones es otro tema en discusión. Un representante del oficialismo sugirió la posibilidad de adelantarlas lo cual pudiera ser una táctica para desconcertar a una oposición que requiere tiempo para organizarse, pero ello favorecería a Maduro y sus compinches.
A pesar de la posición menos hostil de la administración Biden, el mito de que “Venezuela se arregló” podría aclararse. La inflación se frenó, pero se está incrementando nuevamente y el Banco Central carece de los recursos para estabilizar el dólar. La oposición ha estado solicitando el adelanto de las elecciones, Maduro podría estar tentado a calificar esto como un engaño y tomar la iniciativa, basándose en las encuestas, antes de que la burbuja estalle.
Nota: este escrito es un resumen de la traducción libre del artículo: The Economist. 2022. Venezuela: oil be back. Nov 27th. A continuación insertamos una versión casi completa del artículo en cuestión.
Las cosas han cambiado en Caracas, las trancas en el tráfico han vuelto. Los posters políticos con el lema “socialismo o muerte” han sido sustituidos por propaganda comercial de whisky y cirugía cosmética. El estruendoso ruido de las motocicletas es más probable que anuncien el arribo de un delivery alimenticio que un asalto.
Hoy Venezuela es muy diferente de lo que era en el 2019, año plagado por los controles de precios y tipo de cambio, la contracción económica, la hiperinflación y la emigración de millones de venezolanos. En ese momento Guaidó fue reconocido como Presidente por Estados Unidos y numerosos países, sobre la base de que Nicolás Maduro había ganado en unas elecciones fraudulentas.
Pero Guaidó y sus seguidores han juzgado mal la fidelidad de los altos mandos militares al régimen y subestimado la capacidad represiva de éste. Su liderazgo ha sido tomado desprevenido por la guerra de Ucrania, que obligó a los Estados Unidos a repensar sus relaciones con los productores de petróleo como Venezuela.
En los días que corren Guaidó, que todavía es reconocido como presidente por los Estados Unidos y Gran Bretaña, carece de poder. Su base constitucional para reclamar algún poder se ha debilitado. La Asamblea Nacional (AN) que él dirigió ha sido reemplazada por una fiel al régimen, su término como presidente de la AN expira el 5 de enero. Luce poco probable que sus colegas de la oposición lo reelijan de nuevo.
En contraste Maduro se ha reforzado en el poder después de 9 años. En los pasados seis años el péndulo de la geopolítica ha girado en su favor impulsado por la guerra de Ucrania, que ha hecho que la preocupación de los actores internacionales sobre el suministro de petróleo haya incrementado los costos de aislar a Venezuela. Después de décadas de mala gestión y corrupción la industria petrolera venezolana luce demasiado deteriorada a la vista del mercado global en una perspectiva de corto plazo, pero los Estados Unidos y sus aliados están pensando en el largo plazo.
Bajo la administración de Donald Trump los Estados unidos impusieron sanciones a la industria petrolera, el sector financiero y la industria minera venezolana. En contraste la administración de Biden ha estado, cautelosamente, estableciendo nexos con Venezuela. Ha enviado misiones en dos oportunidades al país caribeño que lograron la liberación de varios presos americanos a cambio de la liberación de dos familiares de Maduro.
En noviembre 26 la administración de Biden hizo un notable cambio cuando le concedió una licencia a Chevron, una empresa petrolera americana, para producir y exportar petróleo venezolano a los Estados Unidos nuevamente.
Cruda diplomacia
Esta decisión se produce en respuesta a la decisión del régimen venezolano de reiniciar negociaciones con la oposición, las cuales había suspendido en el año 2021. Estas se reiniciaron en México el mismo día del anuncio por parte de Estados Unidos. Maduro no asiste a las mismas (pero si lo hace su hijo Nicolás Maduro Guerra).
Sin embargo el régimen ha dado pasos que han aliviado el status de paria de Maduro. Una muestra de ello ocurrió en noviembre cuando Maduro hizo una extraña visita a la reunión del cambio climático (Cop 27) en Egipto, donde el presidente Enmanuel Macrón lo saludó al margen de la reunión. Los dos hablaron menos de 2 minutos, pero rompió años de barreras. Macrón se dirigió a Maduro como “Presidente”, a pesar de que Francia no reconoce su legitimidad. Las cosas han mejorado” señaló el venezolano.
Maduro también hizo gestiones para asegurar una breve conversación con John Kerry, el enviado de Biden a la cumbre del clima. Esta fue una pequeña victoria para el autócrata venezolano dado que Estados Unidos ha acusado a Maduro de “narcoterrorista” y está ofreciendo una recompensa de 15 millones de dólares por información que conduzca a su captura. Más tarde el Departamento de Estado señaló que él había tomado a Kerry por sorpresa.
Eventos cercanos al país caribeño en Latinoamérica han ayudado al tirano a salir del congelador. La victoria de Lula en Brasil significa que las principales economías de la región serán dirigidas por gobiernos de izquierda, menos hostiles a Maduro que los previos regímenes de derecha. Cuando Lula tome posesión en enero se espera que reasuma sus relaciones diplomáticas con el régimen venezolano.
El gobierno de Colombia bajo Gustavo Petro, el nuevo presidente de izquierda ha comenzado a reparar las dañadas relaciones. El primero de noviembre Petro se convertió en el primer líder colombiano en una década recibido en el palacio presidencial de Caracas. Maduro declaró “Colombia y Venezuela tienen un destino común”. Él lo señaló como un elogio.
Pero los gobiernos foráneos están asumiendo un riesgo coqueteando con Maduro dado el calamitoso estado de la industria petrolera venezolana. Incrementar la producción requerirá de un enorme flujo de inversiones y la participación de empresas petroleras como la española Repsol y la italiana Eni, lo que a estas alturas parece improbable dado el historial del régimen maltratando inversores.
Segundo, el historial de Maduro sugiere que no jugará limpio en la mesa de negociaciones. El acuerdo que se busca es, en términos generales, que el régimen acepte llevar a cabo elecciones presidenciales con suficientes salvaguardas que puedan ser consideradas libres y la oposición acepte participar. La administración de Biden pudiera ofrecer más de lo que describe como “alivio de sanciones” si se dan los pasos hacia el retorno a la democracia en Venezuela. Pero es improbable que Maduro acepte unas elecciones lo suficientemente limpias que él podría eventualmente perder.
Sin embargo un escenario probable es que él crea que puede tener los votos necesarios para ganar limpiamente, dado que según Datanalisis su tasa de aprobación es de 26% la cual es baja pero superior a la de la de los líderes opositores que podrían competir con él, incluido Guaidó.
Otra posibilidad es que el régimen se plantee estar preparado para tomar parte en unas elecciones limpias, pero nunca se someta a los deseos de los votantes. Maduro está jugando duro con los Estados Unidos. El 30 de noviembre él dijo que las elecciones libes solo serán posibles si “todas las sanciones son removidas”.
Sin embargo están aquellos que dicen que cualquier discusión es mejor que mantener distancia de algunos temas electorales en los cuales los dos bandos podrían llegar a acuerdos. Uno es el relacionado con los fondos estimados en 3 mil millones de dólares congelados en bancos europeos y americanos. En el inicio de las conversaciones en México los dos bandos acordaron establecer un fondo manejado por la ONU orientado a mejorar la infraestructura eléctrica y educativa.
Un acuerdo sobre el formato de las elecciones no se espera en la primera ronda de negociaciones. Pero una vez que ello se decida el tema de las candidaturas surgirá. Por el lado gubernamental la candidatura de Maduro como candidato del PSUV luce incuestionable. Sin embargo del lado de la oposición la lista de precandidatos es de 20, originalmente era de 80. Un diplomático expresó “que el problema con la oposición es que todo el mundo quiere ser candidato”.
La fecha precisa de las elecciones es un tema en discusión. Un dirigente del gobierno insinuó la posibilidad de adelantar las elecciones. Tal decisión debe ser tomada por el consejo electoral bajo el control gubernamental. Esto podría ser una táctica para desconcertar a una oposición que necesita tiempo para organizarse. Pero ello ayudaría a Maduro y sus compinches.
A pesar de la posición menos hostil de la administración Biden, el mito que “Venezuela se arregló” podría ser aclarado. La inflación ha sido frenada por el uso del dólar pero se está incrementando nuevamente. La devaluación del bolívar en relación al dólar fue del 43% en las 4 semanas de noviembre y el Banco Central carece de los recursos para estabilizar el dólar paralelo.
Por años la oposición respaldada por los Estados Unidos ha estado solicitando elecciones adelantadas. Maduro podría estar tentado a calificar esto como un engaño y tomar la iniciativa basado en las encuestas antes de que la burbuja estalle.
Profesor UCV